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Supervoluntarias: las mujeres que acompañan a los niños del hospital pediátrico más antiguo de América

Asumieron el compromiso de asistir a las familias que permanecen en el Hospital Pedro Elizalde durante su estadía para aliviar la situación que viven durante la internación.

Yanina Sibona

01 de mayo 2024, 13:20hs

Video PlaceholderAsumieron el compromiso de asistir a las familias que permanecen en el Hospital Pedro Elizalde durante su estadía para aliviar la situación que viven durante la internación.

Alicia de Luca tiene 76 años y es la coordinadora de las 96 mujeres voluntarias del Hospital Pedro Elizalde. Hace 15 años terminó su trabajo en un banco y se encontró sola en casa, con su marido y su hijo trabajando y ella con ganas de ayudar sin saber muy bien qué hacer. “Quería hacer algo positivo, no sirvo para estar quieta y pensé en el voluntariado. Ingresé hace 14 años en el Hospital Elizalde y me cambió la vida”.

“Es un trabajo difícil porque durante el día no se puede programar la jornada. Cada cinco minutos aparece un tema distinto que nos tiene en actividad plena. Son muchos niños y familias los que pasan por el hospital y a quienes ayudamos con todo lo que podemos”.

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Las voluntarias hacen todo tipo de trabajo. La tarea no es solo llevar un libro o un juguete a la cama de algún chico sino que el trabajo más importante es escuchar a un papá, a una mamá, o al vecino que están cuidando a al paciente. “Lo más importante es prestarle los oídos al acompañante, porque muchas veces vienen de otras provincias o el exterior y no cuentan con familia o amigos”, destaca Alicia.

Alicia de Luca es voluntaria en el Hospital Elizalde y coordina a más de 90 mujeres en la tarea solidaria. Foto: TN

Alicia de Luca es voluntaria en el Hospital Elizalde y coordina a más de 90 mujeres en la tarea solidaria. Foto: TN

En el hospital hay 350 camas que están permanentemente ocupadas. “No nos damos cuenta de todo lo que hacemos por día ni a cuantos niños vemos. Cuando se van de alta, muchas veces vuelven a los consultorios para los controles y los cruzamos en el jardín o en algún pasillo y nos gritan ‘voluntaria’ o ‘ dama de rosa’ y nos damos un abrazo o nos sacamos una foto”.

María del Carmen García Falcón tiene 80 años, hace 20 años que está en el voluntariado. Para ella el hospital es su lugar en el mundo. En su caso, toda la vida quiso ser voluntaria y cuando terminó la tarea de criar a sus cuatro hijos, decidió devolverle al hospital algo de lo que los médicos hicieron por sus hijos en diferentes emergencias que pasaron en la vida.

Los guardapolvos de color rosa, emblema de las voluntarias con el cual las reconocen en el hospital. Foto: TN

Los guardapolvos de color rosa, emblema de las voluntarias con el cual las reconocen en el hospital. Foto: TN

“Ser voluntaria es un compromiso que una asume cuando realmente tiene una vocación de servicio. Nuestro trabajo es muy importante para las mamás porque la mayoría cuando llega no piensan que van a quedar internados y necesitan contención para atravesar ese momento. Los profesionales están abocados en atender a los chiquitos y nosotras estamos para darles contención a las mamás”.

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Hay tareas en las salas, consultorios, talleres de costura y el depósito donde se reciben las donaciones a voluntad. “Al hospital llegan chiquitos recién nacidos, hasta adolescentes de 18 años con diferentes patologías. Todos necesitan ropa. Las familias nos piden elementos de higiene, los más chiquitos juguetes y diferentes elementos que las mamás nos van solicitando”, destaca Carmen.

Cuando se ponen el guardapolvo rosa, ellas sienten que se transforman. Sus problemas y preocupaciones pasan a un segundo lugar para ocuparse de las necesidades de las familias. Foto: TN.

Cuando se ponen el guardapolvo rosa, ellas sienten que se transforman. Sus problemas y preocupaciones pasan a un segundo lugar para ocuparse de las necesidades de las familias. Foto: TN.

Todas coinciden en que cuando llegan y se ponen el delantal, se transforman. Carmen sostiene que sin lugar a dudas, el voluntariado saca lo mejor de ella. “Es otra vida. El hecho de ponerte el delantal y estar disponible para ayudar es maravilloso. Los problemas que tienen las familias, con muchos chiquitos que corren riesgo de vida, son mucho más importantes que los que yo tengo afuera, y eso cambia las prioridades. Por eso cada vez me comprometo más y trato de ayudar en todo lo que pueda”.

Alicia Panetta tiene 80 años y vivió muchos años en Europa. Al regresar, no dudó en acercarse al voluntariado. Tiene los bolsillos llenos de papelitos en donde anota los pedidos que le hacen las familias durante la recorrida por las habitaciones. “Si están todos en la sala, son 24 niños con sus familiares que nos piden desde baberos hasta mantitas, más en esta época que empieza a hacer frio”.

Según explican las voluntarias, son muchas las necesidades que tienen las familias que llegan al hospital. “Acá les dan las sábanas, cuna y cama y las mantitas las ponemos nosotras”, explica Alicia.

Pese a que cuando ingresan al voluntariado, todas saben las horas que pasarán en el hospital, lo cierto es que son volutarias las 24 horas. “Cuando termina nuestro turno, nos vamos felices de haber ayudado pero es cierto que nos llevamos las preocupaciones a casa. Si hay que lavar alguna ropita, la lavo y la traigo al otro día, y si falta algo para algún niño que no conseguimos ese día, movemos cielo y tierra para conseguirlo”.

Producción: Silvina Rossi

Realización: Agustina Ribó

Edición: Daniel Gordo

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