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No dejar diálogos sin cerrar

Todo ha cambiado en pocas décadas. ¿O estoy errado? Cuando era chico -adolescente, incluso- las enfermedades terminales se ocultaban o eran nombrables sólo a través de murmullos. El paciente no debía enterarse de algo que seguramente intuía, pero mejor la nebulosa. Recuerdo una entrevista que hice más de treinta años atrás al médico Reinaldo Chacón. Él contaba, ante mi sorpresa, que algunos pacientes, pese a tratarse en un instituto oncológico, no eran conscientes de que sufrían cáncer. De alguna manera, preferían no saber. Intuyo que esto ha cambiado y hoy se habla mucho de las despedidas ante el final, de no dejar diálogos inconclusos con las personas amadas.

No siempre debe ser fácil. Mi papá murió a los 87 años: estuvo súper hasta los 86 -a los 85 subió a Machu Pichu- pero sus últimos meses resultaron muy difíciles. Sé que a una persona que lo ayudaba y que no era de la familia le decía que no tenía sentido prolongar esa etapa. A sus hijos, en cambio, no. ¿Demasiado doloroso? Puede ser. O, a lo mejor, son conversaciones que generan cierto pudor. Él -es cierto- se había ido despidiendo a lo largo de los años a través de charlas, de cartas pero sin nombrarlo de esa manera.

¿Cómo será mi final? Es la pregunta que yo y muchos nos hacemos. Hace unos años se suponía que lo mejor era irse rápido, sin darse cuenta. Eso se consideraba “ideal”. Ahora, en cambio, mucho se habla de esta necesidad de la despedida. No lo sé. Sí me pregunto si parece necesario esperar hasta la situación límite, si no es más valioso prepararse de a poco para el adiós. ¿Cómo? Sin dejar cafés pendientes para un momento que nunca llega. Y bajar un cambio: darse tiempo para los legados. Las horas disfrutadas juntos, las dudas que nos aquejaron y que nunca fueron dichas, las decisiones que tomamos con sus costos y sus potencialidades. Quizás debamos ver la despedida como un proceso a lo largo de los años y no como un hecho el día que no haya otra opción. Sólo resta saber si lograremos esa sabiduría. Proponérselo, al menos, es el primer paso.

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