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El cuerpo nos pone límites

Soy de aquellos que estiran lo posible. Me cuesta decir no, me tienta ir para adelante: así suelo moverme en una cornisa peligrosa. Siempre con algún proyecto o idea loca en ciernes, pero a menudo agotado. Y ahí el cuerpo empieza a enviar luces amarillas: no tientes la suerte porque te empieza a doler acá y allá también, porque comés mal, porque dormís peor. Estás contento por lo que hacés pero enclenque por no respirar para hacerlo.

¿Soluciones? Calmarse un rato y pensar que la vitalidad no puede significar un gol en contra. En esta era “Amazon” somos proclives a pensar que todo lo que se quiebra se reemplaza al día siguiente con un pedido que te llega a casa. Con el cuerpo, no, sus tiempos son otros. “Actuar sabiendo que también hay que preservar” es, quizás, la regla número uno.

Y aprender a disfrutar lo logrado. No saben cómo me cuesta. Si algo me sale mal, me quedo turbado un buen tiempo. Si sale bien, no logro esa sensación de plenitud sino por cinco minutos Ya está, pasemos al nuevo desafío, como si se tratara de un juego de postas. Está bueno detenerse a ver los logros -los íntimos y los del hacer- para permitirnos un bienestar sin tanta tensión. No es sencillo: la tendencia del running no sólo es física -correr para estar bien- sino de rutina: correr para hacer más cosas más rápido en menos tiempo. Un freno ahí.

¿Y vieron que ahora está de moda configurar el plato de comida con porcentajes? Tanto de proteínas, tanto de verduras, tanto de hidratos. Pensemos en un universo cotidiano con una lógica similar. Necesitamos integrar lo que hacemos con lo que somos para que no llegue ese día que nos sintamos más solo que Viernes en su isla. Padres e hijos que se ven por compromiso, hermanos que se sospechan. Son problemas que no suelen empezar de un día para otro sino que vamos formando el sedimento con indiferencia o respuestas vacías, sin contenido. Hasta que ya es tarde.

El cuerpo manda señales. Hay que tratarlas y también entenderlas desde una mirada abierta: los indicios son alertas para, aunque sea una vez, hacer stop y pensar.

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