Seguramente esté exagerando, pero ella lo dice convencida. Afirma que todos los docentes del país deberían saber programar, y que la programación debería ser una materia obligatoria en los profesorados.
Lo dice, entusiasmada, tras su paso de más de diez años por escuelas con muchas carencias en barrios vulnerables de Moreno, en el conurbano bonaerense profundo, y del que emergió -tras sucesivas capacitaciones- como una suerte de “gurú” de la inteligencia artificial en el aula.
Ahora ella forma a otros docentes, es profesora en universidades locales y extranjeras e incluso da charlas en congresos internacionales.
“Ellos siempre me inculcaron el valor del estudio, como ahora trato de hacer yo con mis dos hijos”, le dice Frontera a Clarín.
La tecnología, su obsesión
Recapitulemos. Tras terminar la secundaria, Cecilia Frontera se formó como docente de literatura en el Instituto de Formación Nº 21 Ricardo Rojas, en Paso del Rey, Moreno. Luego, sus trabajos siempre fueron en escuelas de la zona.
En pleno despertar de la revolución digital a ella se le dio por tratar de meter la tecnología en las aulas. En 2017 estaba terminando una licenciatura en Tecnología Educativa y para la tesis final se le ocurrió hacer un proyecto de “lectura trasmedia” (relatos que combinan múltiples lenguajes) con sus alumnos de la escuela 15 de Moreno.
El proyecto no solo que salió adelante, sino que después llegó a la semifinal de un premio de promoción de la lectura (Viva Lectura), en el que quedó dentro de los cinco mejores del país.
La era de los chatbots inteligentes
Tras el éxito en los concursos, Frontera no paró de capacitarse. Además de seguir formándose en educación, hizo una maestría en inteligencia artificial en una universidad de los Estados Unidos, en forma virtual (era la pandemia). También escribió libros de divulgación. Y ahora armó una pequeña consultora, desde la que enseña a usar ChatGPT (y herramientas similares) a docentes para proyectos educativos.
“Buscamos que los docentes aprendan cómo realizar un chatbot educativo a través de distintas aplicaciones que existen. Son chatbot con inteligencia artificial generativa, como ChatGPT. Herramientas conversacionales: uno las programa en pos de que respondan determinadas inquietudes al estudiante. Cuando uno genera un chatbot tiene que saber hacia donde orientarlo o cual es la falencia que observa en determinado grupo, para realizar las preguntas -o “prompts”- pertinentes en vista de lo que queremos lograr como educadores”, explica.
“Como educadores tenemos que animarnos a innovar, a indagar, a probar, porque esto también es ensayo y error. Hay muchas aplicaciones con las que podemos desarrollar muchísimas actividades. Todo depende de dónde queramos focalizar”, agrega Frontera.
Frontera cuenta, también, algunos de los sinsabores que vivió en las escuelas desde que decidió trabajar con tecnología. Muchas veces por resistencias de sus propios colegas.
“Cuando gané con Ticmas me dieron la posibilidad de que ellos apadrinen la escuela y nos daban la plataforma en forma gratuita. Pero los docentes se resistieron y se negaron. Hablé con la directora y me dijo ‘Te agradezco muchísimo, esto fue un hito’, y la inspectora me reconoció el trabajo, pero decidieron no tomarlo porque los docentes no usaban la plataforma”, dice Frontera
– Siempre me sentí como un bicho raro. Sobre todo, en estos contextos que no hay recursos o hay pocos recursos y te preguntan, ‘¿Para qué vamos a hacer algo?’ El prejuicio: ‘Estos chicos no van a terminar la escuela’. Y así estamos. Así está la educación.
– ¿Realmente piensa que todos los docentes deberían saber programar?
– Es primordial la capacitación docente. Un educador del siglo 21 no puede no saber programar, porque de la programación surge no solo el pensamiento computacional, sino el lógico matemático, la resolución de problemas, la toma de decisiones. Debería ser materia obligatoria en los institutos de formación docente, porque estamos hablando de alfabetización digital.
Frontera dice esto, pero al mismo tiempo lo matiza. “Es cierto que hay muchos desafíos y muchas brechas, de acceso y de uso. En muchas escuelas no hay recursos, y por eso la educación está como está. Por ejemplo, en una escuela rural no le podés decir a un maestro que aprenda a programar si tiene 5 horas de viaje, para enseñarle a 5 chicos, y no tiene conectividad”, dice.
Y agrega: “Eso lo entiendo. Por eso hay que ver cada contexto: para qué, para quiénes. Hay muchos que quedan fuera del sistema, es tristísimo. Pero aquellos docentes que sí tienen los recursos, deberían apuntar a esta capacitación. Y a veces no lo hacen”.