El sistema tributario argentino es un verdadero caos. Alcanza con contar la cantidad de impuestos, tasas y contribuciones para darse cuenta lo complejo y engorroso que se presenta.
Hablamos, claro, de todos los niveles de gobierno. Porque las fallas no son exclusivas del Estado nacional, sino que también se encuentra (a montones en varios casos) en las provincias y los municipios de todo el país.
Las elecciones, que encuentra a candidatos dispuestos a analizar los temas candentes para conseguir votos, se presentan como una buena excusa para hacer un repaso por aquellas características que debería tener un sistema tributario justo.
Acuerdos básicos. Lo primero que hay que tener en cuenta es que, para conseguir la justicia tributaria que necesita la Argentina es necesario pensar en una reforma integral y de largo alcance. Ya no alcanza -y está demostrado- con un conjunto de parches.
Va a ser de mucha ayuda hacer uso de los elementos positivos del enjambre tributario actual (que los hay) y aprovechar la rica experiencia histórica de un siglo de práctica tributaria moderna (que también existe).
También será elemental, una vez que se haya logrado concebir un sistema completo, conseguir la aceptación y el consenso tanto político como social (es decir, de las cámaras empresarias, los sindicatos, los Consejos Profesionales, la academia, etc.).
Por último, habrá que contar con una hoja de ruta que contenga todas y cada una de las medidas concretas necesarias para llevar adelante una implementación exitosa del programa.
Como construir un edificio. El proyecto de sistema tributario que debe redactarse debe contar con todos los detalles. Como si se tratara de la construcción de un edificio, debe tener cimientos sólidos, una buena estructura y un excelente layout (o diseño).
Podemos decir que los cuatro ejes que contienen los principios de la tributación (política tributaria, finanzas públicas, derecho y técnica tributarios) son la arena, el cemento, la grava y el acero de la base.
¿Cuáles son estos principios? Básicamente, son generalidad, suficiencia, progresividad, eficiencia, equidad vertical y horizontal, legalidad, equidad, igualdad, aplicación, liquidación y subsunción.
Por otra parte, la estructura tiene que estar formada por los “buenos tributos”, entre los que se encuentran el Impuesto a las Ganancias que recae en personas humanas y sociedades, el IVA (que debería incluir, además de su versión nacional, una provincial) y el Impuesto a la Transmisión Gratuita de Bienes.
Del mismo modo, habría que eliminar a los “malos tributos”, entre los que figuran Ingresos Brutos, Sellos, Bienes Personales, Créditos y Débitos en cuentas bancarias (el comúnmente conocido Impuesto al Cheque) e Internos (salvo cigarrillos y bebidas alcohólicas).
Por último, el diseño debería contar con alícuotas que sean razonables. Por caso, la marginal máxima del Impuesto a las Ganancias para personas humanas debería ser del 50% y tendría que considerarse como pago a cuenta del gravamen que pagan las sociedades.
Las empresas deberían tener una tasa igual al 25% (sin importar su tamaño), al igual que las máximas del Impuesto a la Transmisión Gratuita de Bienes. En el caso del IVA, deberían ser del 15% para la versión nacional y el 10% para la provincial.
Simplificación y jerarquización. Existen otras dos características que no deberían faltar en el trazado de un nuevo proyecto de reforma del sistema tributario argentino, que son la simplificación y la jerarquización.
La primera es un proceso que requiere un proyecto de Reforma Tributaria formulado por el Poder Ejecutivo y la creación de una Comisión de Reforma Tributaria en la Cámara de Diputados de la Nación.
Además, es necesaria la dirección y gestión del proyecto por Comisión de Reforma Tributaria y de mesas de participación donde se escuche a los profesionales con sus entidades representativas (Consejos Profesionales) y academia (universidades e institutos de investigación).
La Jerarquización, en tanto, requiere de la creación del “Ministerio de la Tributación”, de un mega organismo de fiscalización y administración tributaria (que incluya a la AFIP y a las Direcciones de Rentas provinciales) y la modernización de leyes de aplicación y ejecución.
No hay que perder de vista que esta gran “obra” es una deuda que tenemos como sociedad con la justicia, especialmente los tributaristas, que somos los que conocemos los “planos” y tenemos práctica con las “herramientas” para poder asesorar en la construcción del “edificio”.
Es necesario que construyamos un sistema tributario justo. Sin medias tintas, el mejor de podamos. Ahora mismo, y si no es ahora, ¿cuándo?
(*) Socio de Expansión Holding