Daniel Bilotta y Carlos Raymundo Roberts son dos experimentados periodistas que se unieron para trabajar historias individuales, sencillas pero profundas, con las que retratan la peculiar forma de vida en barrios periféricos del Conurbano bonaerense.
Particularmente en la zona Sur y en especial en la ribera bonaerense del Riachuelo. Una región que por su disposición geográfica debería integrarse con suma facilidad a la trama urbana del Área Metropolitana (AMBA).
Pero que, sin embargo, sigue siendo un territorio sin descubrir pese a estar a solo quince minutos del Obelisco. Ese sorprendente universo de contrastes socio económicos, donde la pobreza estructural convive con inéditas, y a veces explosivas, concentraciones de riqueza, aparecen como una de las descripciones atractivas en “Conurbano Salvaje”, el libro de Bilotta y Roberts editado por Penguin Random House y que apareció el 1° de julio.
Los autores de detienen en casos donde el Estado tiene dificultades inesperadas para cumplir con su misión básica. Asistir a los que menos tienen y promover condiciones de acceso igualitarios a la educación, la salud y, en algunos casos, hasta la seguridad jurídica imprescindible para que vean garantizada la posibilidad de ser considerados propietarios de las viviendas que ocupan.
Una aparente situación caótica provocada por quien debiera ser el agente del orden institucional y frente al que se rebelan algunos de sus representantes, muchas veces convertidos en héroes que se rebelan contra esa distorsión. Algo que ocurre con los maestros que resuelven hacer de la escuela N°43 de la Cava en Villa Fiorito un bachillerato con orientación artística. Un intento de ponerle freno a la violencia en los pasillos de los barrios donde mandan los barras del club Los Andes y donde desaparecer un muerto o recuperar un auto robado a los tiros es una realidad cotidiana.
Apelando al estilo de las grandes crónicas donde la descripción objetiva se combina con cierta curiosidad antropológica, Bilotta y Roberts se sumergen en casos particulares con interés periodístico para hallar el vínculo entre cada uno de esa serie de micro mundos que orbitan dentro de un cosmos más general, no siempre de manera armónica.
Bilotta su sumerge en la cuestión política inherente al destino de Megalópolis que pareciera aguardarle a Lomas de Zamora por la extensión del boom inmobiliario de la ciudad hacia el Conurbano. Un futuro promisorio que contiene en su formulación el inevitable lado oscuro inherente a cualquier idea de progreso. Sobre todo por la disputa de tierras en disponibilidad para el desarrollo de grandes proyectos de construcción de barrios populares.
El periodista desarrolla en sus historias la misma obsesión que en sus columnas de diario La Nación: la dinámica política que conecta al Conurbano con el gobierno nacional, ligados por ella de forma inescindible. La historia de los cartoneros en el barrio 8 de diciembre en Fiorito tal vez sea la que mejor refleje ese fenómeno. Casi tanto como la película autobiográfica que el intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, no pudo estrenar en los cines.
Aunque los autores no lo pretendan, el libro efectúa desde el título un aporte a la cuestión que abordan. Porque lo salvaje del Conurbano remite al estado de naturaleza previa a la invención del Estado moderno: una sociedad inhóspita por la falta de apego a una forma de vida común regulada por leyes. Probablemente la mayor moraleja de esta obra: un testimonio de una realidad que convive al lado de una de las ciudades capitales más esplendorosas de América Latina.
Porque lo que propone “Conurbano salvaje” es una excursión a ese universo literalmente invisible y ajeno a las noticias policiales a las que usualmente se asocia a ese conglomerado donde residen casi 11 millones de personas. Es decir, el 25% del total de la población de la Argentina. Virtualmente, otro país. E inexplorado.
El libro desafía con las aventuras de héroes anónimos fuera de estas páginas donde Manolo es un arquetipo. Lidera la cooperativa cartonera “Huellas verdes” integrada por adictos recuperados que deben respetar una regla inviolable: no recaer para seguir perteneciendo a ella.