La oficina donde Juan Grabois recibe a Clarín no se parece en nada a la de la mayoría de los búnkeres de los equipos de campaña de los precandidatos presidenciales. El departamento a dos cuadras de Puente Saavedra no tiene los vidrios espejados ni la cantidad de colaboradores que ya ocuparon el piso de Balvanera, donde Sergio Massa y la plana mayor del peronismo ordenan su estrategia. No circulan consultores políticos, pero el rival del ministro de Economía en la interna y líder del Frente Patria reconoce que escucha los consejos de quienes le piden que reduzca la agresividad de su discurso. “Se convierte en un espectáculo desagradable y no es lo que queremos mostrar”, resume. Arriba de la mesa está el programa de desarrollo federal que firmó con Eduardo de Pedro cuando depuso su candidatura horas antes de que se bajara el ministro del Interior, un libro de Montesquieu que citará a lo largo de la charla y una rendición de cuentas de sus funcionarios, agua y mate.
-¿Cómo evalúa la gestión de Massa como ministro de Economía?
-Es una suerte de continuidad de la de (Martín) Guzmán, pero con mayor apoyo político. No hubo grandes cambios, la inflación aceleró su ritmo. No se me ocurren medidas económicas relevantes que haya tomado en contraste con las de Guzmán. La lógica de la negociación con el FMI siguió. Se subsidió el precio del dólar para algunos sectores y el festival de importaciones siguió más o menos igual. Lo que se frenó fue porque no había más dólares. La sensación de estabilización tiene que ver con que concentró un nivel de poder y de apoyo político mayor al que tenía Guzmán, que para mí no fue un buen ministro de Economía, a pesar de que me parece una buena persona. (Guzmán) nunca se reencontró con su pueblo después de volver a Estados Unidos.
-¿Por qué Massa concentró apoyos políticos que antes no tuvo Guzmán?
-Hay un argumento racional que es dotar con autoridad a un gobierno, a un presidente sin autoridad en un momento de mucha crisis. La asunción de Massa fue una sustitución de la autoridad del presidente y de hecho oficia casi como presidente. Después, hay una lógica de los pactos de poder y de los acuerdos de dirigencia que no me interesa analizar, me interesan las fuerzas sociales.
-(Asiente). Ya hubo un enroque, Massa es el Plan A del círculo rojo, porque a Larreta le empezó a ir mal y está desorientado. El fantasma de Milei corrió a todo el espectro opositor muy a la derecha. Larreta venía construyendo un perfil de centrista moderado dedicado a la gestión y se desperfiló completamente por su alianza con (Gerardo) Morales y con (José Luis) Espert. Patricia Bullrich, en cambio, ese perfil lo tiene, porque es una mujer que podía agarrar un arma para matar a un soldado y puede agarrar un arma para matar a un indígena, pero sabe usar arma. Tiene la violencia incorporada en su formación política y en su desarrollo político y la gente entre Manaos y Coca-Cola, salvo que no tenga plata, elige Coca Cola y Patricia Bullrich es la Coca-Cola de la derecha. Milei no es confiable para los círculos rojos y sus alianzas con media casta lo han desacreditado, no lo ven como un gobernante viable. Bullrich no parece muy estable ni parece que su proyecto de shock y represión pueda funcionar; Larreta se está cayendo. Entonces queda Massa. ¿Qué los une? Lo que dijo (el embajador de EE.UU) Marc Stanley: «júntense porque tienen lo que tienen que hacer es exportar el litio, los combustibles, los alimentos». Extractivismo.
-La mayoría de su espacio político apoya públicamente a Massa: Cristina Kirchner, los gobernadores, intendentes, organizaciones sociales y Wado de Pedro. ¿No lo decepciona? Qué sentido tiene ser parte de UxP y competir?
-Existe la táctica política que yo no comparto con la mayor parte del espacio del espacio y después está el corazón. En el cuarto oscuro, muchos de lo que nombrás me van a votar a mí incluyendo a Cristina. Estoy casi seguro de que me va a votar a mí.
-¿No falta coraje en esos dirigentes que lo van a votar y no lo dicen?
-Hay falta de coraje, exceso de prudencia, falta de acostumbramiento al pensamiento propio, conformismo. O tienen una evaluación política distinta. No me sorprende ni me entristece. Forma parte de una estructura de poder y de una praxis que hay que cambiar en el que las conveniencias pesan más que las convicciones. Hay un dirigencia totalmente aburguesada y acostumbrada a los privilegios. Hay un temor a perder espacios que supera el deseo de impulsar procesos de transformación. Hablando de frentes renovadores tiene que haber una una renovación generacional profunda y de prácticas. Las grandes convicciones se cambian por un concejal de Mar Chiquita.
-¿Por qué dice que Cristina Kirchner no es parte del Gobierno si es vicepresidenta y sus referentes ocupan decenas de Carteras y cargos sensibles?
-Nuestra Constitución establece un Poder Ejecutivo unipersonal. Los ministros son asesores del Presidente. El ministro del Interior o la titular del PAMI tienen responsabilidades individuales, nombre y apellido.
-Es una responsabilidad política no institucional. Pero a Alberto Fernández lo eligió el pueblo, ella lo promovió. Puede ser su responsabilidad política, pero si Cristina hubiera sido presidenta, hubiese sido completamente distinto. Hubiese sido un gobierno mucho más duro en términos de confrontación con determinados sectores. No hubiese dado marcha atrás con Vicentin. La confrontación interna de la coalición hubiese sido distinta.
-Si fuera electo, ¿qué haría con la deuda con el FMI?
-Hay que hacer una renegociación sobre bases distintas de lo que plantea el resto de los candidatos o Massa. La renegociación comienza por denunciar la corresponsabilidad del FMI por lo que es un acto de irresponsabilidad y negligencia institucional. El Fondo violó su estatuto, permitió formación de activos en el exterior y, si sumás las declaraciones de los más altos funcionarios del FMI diciendo que fue un préstamo político, se configura un escenario en el que podés pelear internacionalmente a través de los distintos mecanismos que existen. Eso no se hizo, la estrategia fue «té con masitas y sonrisitas». No se denunció al Fondo. Se denunció al chancho (Macri) y no a quién le dio de comer. Tiene que haber una quita y si no hay una quita, no se paga. Creo que es una batalla que se puede ganar.
-¿Cuál es su plan macroeconómico?
-Tiene una política de confrontación con los acreedores y una nueva política monetaria. Hay una cosa en la que yo coincido con Milei: el peso está muerto y enterrado, no sirve más. Hay que cambiar la denominación y creo que hay que anclarlo a un conjunto de monedas latinoamericanas en dirección a la unificación monetaria fundamentalmente con Brasil. Hay que crear un euro del Cono Sur. Necesitamos una nueva moneda y una reforma impositiva que grave fuertemente las grandes fortunas y reduzca los impuestos a pymes y sectores medios y elimine el rubro de promoción industrial, que son exenciones impositivas a grandes corporaciones.
-¿Con la Corte Suprema qué haría?
-Vuela. Lucha política contra la mafia de los 4 cortesanos. No hay mecanismos democráticos para remover a los malos jueces. La gente no sabe qué es el Consejo de la magistratura, es un engendro de la Constitución de 1994.
-No lo recuerdo, pero no creo en la inevitabilidad de un estallido. El peor escenario es la degradación permanente y el acostumbramiento a la precariedad y a la injusticia. El peor escenario es que dentro de un año tengamos en vez del cuarenta y pico por ciento de personas bajo la línea de pobreza el 60, que los salarios de los trabajadores estén por debajo de la canasta básica, que la gente se alimente peor, que nos acostumbremos y que pensemos que está bien vivir así.
-¿Está de acuerdo con la legalización de drogas para el uso recreativo?
-Es una posición personal, pero no me gustan los planteos del progresismo flexibilizador, porque están vistos de la perspectiva de la clase media acomodada. Yo he visto mucha mucha muerte para tomármela a la ligera. Estoy en contra de la detención del consumidor, pero tiene que haber un mecanismo de control y salud mental.
-Si Massa gana la interna, ¿lo va a apoyar?
-Me me puedo enojar, puedo cometer errores, pero no hago trampa. Hay una regla básica de una coalición que es el que gana, gana y el que pierde, pierde. Ahora, una cosa es que yo plantee eso y otra es que la gente que me vota a mí vaya votar mansamente a Massa. Esto es David contra Goliat, tiene esa mística. El es Goliat. Mientras más votos saquemos, más condicionado va a estar el sistema político y Massa para adoptar algunos de nuestros planteos, de la agenda de tierra, techo y trabajo. Si hoy le preguntás a Massa cómo va a solucionar el problema de 15 millones de argentinos que sufren déficit habitacional o de los inquilinos va a decir generalidades. Nosotros tenemos un plan. ¿Y Massa? Algo va a tener que decir. Yo creo que hay gente que no lo va a votar por más que yo diga que lo acompaño, pero sería interesante preguntarle que haría él si yo le gano.