«Esto es generalizado y no nos sorprende. Ya se vio antes con Paula Español. Ahora se repite, pero mucho peor», resume un ejecutivo de un supermercado, en alusión al festival de relanzamientos de «nuevos» productos, muy parecidos a los «viejos» salvo por mínimas diferencias. Esos detalles, como algún retoque en el packaging o el agregado de un ingrediente saludable, es una de las tantas fórmulas que usan las empresas para eludir los controles de precios.
El recetario de trucos es muy amplio, pero el objetivo es poder remarcar por encima del tope del 5% mensual que impuso el Gobierno a través del programa Precios Justos. Un artículo «nuevo» queda fuera del radar, porque no registra precios anteriores. Justamente, el seguimiento se hace a través del código de barras: el secreto es obtener otro, un trámite muy sencillo que se realiza por Internet.
En el supermercadismo estiman que en el último año se «relanzaron» 8.000 productos de consumo masivo. Algo inusual para una economía en crisis. «Un producto lácteo, el mismo, ya modificó el packaging 6 veces«, enfatizan. En una recorrida por un hipermercado de una cadena líder con personal jerárquico, Clarín comprobó situaciones de ese estilo, algunas insólitas. Por ejemplo, una botella de vino con una banda negra sobre el código de barras con otro sobreimpreso en la etiqueta, más abajo.
Todo es fruto de la política que impulsa Sergio Massa, para frenar la escalada inflacionaria. En una góndola pueden coexistir al mismo tiempo un mismo producto con tres presentaciones diferentes: el «original», otro con los sellos de la Ley de Etiquetado, y un tercero con banda rosa extra en la ilustración. «Administrar esto es un lío. Ya no se sabe lo que es nuevo o lo que es viejo«, se lamentan.
El Gobierno controla los precios a través de los códigos de barra.Cualquier cambio es válido para «relanzar». Puede ser la eliminación de una tapita en un sachet, la introducción de una vitamina o algún retoque en la estética del envase, «pura sarasa», ironizan. En la mayoría de los casos, «el producto viejo lo sacan del mercado». En los súper sostienen que esto ocurre con todas las marcas y categorías de productos y que resulta muy difícil controlarlo.
El registro tiene dos partes. Uno se realiza en el portal de GS1, la entidad que administra los códigos de barra. La empresa debe describir en un formulario la marca del producto, su descripción, la imagen, la clasificación, el contenido neto y el mercado de destino. Un segundo trámite se hace en el ANMAT, el organismo oficial que fiscaliza la calidad de alimentos, bebidas, tocador y limpieza.
Los supermercados advierten también que se agudizan los faltantes por los controles de precios y por el cepo a las importaciones. En las góndolas se observan muy pocas marcas por categoría, que ocupan todo el espacio para evitar la sensación de desabastecimiento. A la tarea, muy popular entre los repositores, se la conoce como «frentear», y consiste en completar la parte delantera del estante. Por lo general, detrás está vacío o se pone una caja vacía.
El «frenteo» es el armado de una escenografía más apropiada para una película clase B, que para un supermercado. Dicen que esto ocurre en la mayoría de las sucursales de las grandes cadenas, muchas de las cuales tienen menos variedad que los autoservicios y almacenes, «pero tienen los precios entre 30 y 90% más caros que los nuestros».
Los memoriosos recuerdan que hace 10 años, un hipermercado ofrecía alrededor de 35.000 productos. «Hoy con suerte llegamos a 20.000», agregan. En las heladeras, antes repletas, se observan huecos por la falta de mercadería. A modo de ejemplo, un ejecutivo muestra el escaparate de las gelatinas, la cual dispone de un solo sabor (frutilla) y de marca propia. Todas prolijamente ordenadas, eso sí, bajo la modalidad del «frenteo».
En tono divertido, comenta también que el «frenteo» es mucho más eficaz con los artículos grandes. Cuando son de tamaño chico, los repositores se la ven de figurillas para apilarlos en forma de pared, como si fuera un juego de encastre. «El nivel de abastecimiento bajó al 43%, cuando antes oscilaba entre 92 y 95%», finalizan. Aceites, harinas y papel higiénico y de cocina, las categorías más críticas.
Mientras tanto, continúan tensas las negociaciones con los fabricantes para renovar el acuerdo por Precios Justos. Las empresas mantienen por ahora su postura de no firmar salvo que se modifiquen las condiciones, especialmente sobre el tope del 5% por mes a los aumentos. Argumentan que los costos se dispararon tras la devaluación post PASO y el alza del 7,5% del Impuesto País.