Para el CEO de Globant, la industria del software para la Argentina es una gran oportunidad.
El filósofo José Ortega y Gasset decía: “Argentinos, a las cosas”, buscando alentarnos a dejar de lado excusas y discusiones sin sentido y centrar energías en resolver los problemas profundos de nuestro país. Hoy estamos ante una oportunidad única de encontrar un objetivo común que lidere nuestra visión de futuro.
Como siempre, pero más rápido que nunca, el mundo avanza y no espera. Y aunque la incertidumbre es la constante, existen algunas certezas que no podemos obviar: 1) Pensar en grande es más una condición que una opción 2) La economía basada en el conocimiento no para (ni parará) de crecer, porque la humanidad crece y se desarrolla a niveles cada vez más exponenciales (con más ciencia, más comunicación y más entretenimiento) 3) La tecnología tendrá cada día un rol más importante en nuestras vidas.
Este año, Globant cumple sus primeros 20 años y ya emplea a 27.000 profesionales en 25 países. ¿Qué pensarían si les dijera que solo en la Argentina -a pesar de todo lo que ocurrió en estas últimas dos décadas- ya existen 5 Globants? Todos los días, casi 140.000 personas desarrollan software desde el país. Esto se fue construyendo con pasión, con visión, proyecto a proyecto, empresa a empresa.
Ahora bien, hoy son solo 5, pero la oportunidad está para que existan 10, 20, 100 más. Esta industria, que derrama positivamente en tantos sectores, está recién arrancando. El potencial es abrumador y aun así, el crecimiento de las exportaciones de software en la última década fue 3 veces menor que el promedio regional. Tenemos que asegurarnos de dar el máximo posible para aprovechar la oportunidad de hacer crecer una industria capaz de generar talento, innovación, capacidad productiva y desarrollo sostenible.
Para que esto suceda, es necesario dejar el arco quieto en el mediano plazo, mantener las reglas estables para que el ecosistema se consolide, para que surjan más emprendimientos y para fomentar el desarrollo del talento. También es clave seguir invirtiendo en educación, convocando a los diversos sectores para revisar, adaptar y mejorar cómo y qué se está enseñando en la Argentina. La educación debe orientarse hacia la creatividad, el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la colaboración.
Hay que fomentar la alfabetización tecnológica y el espíritu innovador. Hay que fomentar una cultura del aprendizaje constante, de adaptarse al futuro y a lo nuevo. Cuando una persona aprende tecnología, está aprendiendo mucho más que esa tecnología: está incorporando un sistema para pensar y crear.
La tecnología derribó miles de barreras, desde geográficas hasta idiomáticas. Pero una de las más importantes fue la democratización de las oportunidades. Hoy en día para crear valor no hay que mudarse a una gran ciudad o vivir en un país desarrollado. El crecimiento global de la industria de la tecnología es la confirmación de que el talento está distribuido en todos lados. La educación debe abordar este talento, ser más inclusiva que nunca y atender a todos quienes quieran aprender, independientemente de su origen social, trayectoria educativa o edad.
Este esfuerzo educativo tendrá sentido solo si existe otro similar aplicado a desarrollar un ecosistema sólido donde la gente pueda alcanzar su mejor versión construyendo e invirtiendo en el país. La descentralización de la innovación que supone la industria del conocimiento brinda oportunidades a nivel mundial.
Así las cosas, es fundamental generar incentivos que fomenten la permanencia del talento en la Argentina, y en este sentido también es clave promover el desarrollo de nuevos emprendimientos. Hace pocos días, participé de un gran evento local para emprendedores. Había más de 4.500 personas: ahí había 4.500 potenciales nuevas empresas.
Tecnologías como la Inteligencia Artificial o blockchain presentan oportunidades brutales para la creación de nuevos modelos de negocio, revolucionando la forma de transaccionar, y crear productos u ofrecer servicios. Hay que democratizar la innovación, fomentar la competencia y destacar la meritocracia para promover un fuerte incentivo al desarrollo de esta industria de alto valor agregado y capacidad exportadora.
Con educación, emprendedorismo y reglas de juego claras se generará un círculo virtuoso que generará muchísimo empleo de calidad. Animémonos a pensar en grande, abracemos la innovación y mostremos que hoy, los argentinos sí “vamos a las cosas”.