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Cómo estudian las serpientes, ranas y lagartos de una de las colecciones más importantes del país

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Trabajo con serpientes en Herpetología de la Fundación Miguel Lillo. Sofía López Mañán

“Muchos ejemplares llegan como fauna rescatada del mascotismo o de zoológicos. Son animales que, después de un tiempo, no se pueden volver a liberar”, asegura Juan Carlos Stazzonelli, técnico en herpetología y miembro de la Fundación Miguel Lillo, en la capital de Tucumán. Lo cuenta mientras sostiene una pitón bola africana –python regius– que está viva y es una serpiente no venenosa originaria de la zona tropical de África. “Para nosotros es importante que la gente sepa que no tiene que llevarse este tipo de animales a su casa, ni tampoco tiene razones para matarlos. Nos gusta revertir el concepto negativo que mucha gente tiene de las serpientes, los sapos y lagartos”, agrega Juan Carlos, que se dedica a la investigación en esta colección científica que cada tanto abre sus puertas para recibir niños de escuelas y enseñarles sobre nuestra fauna. Entre otros miembros de la Fundación, comparte su trabajo con Paula Cabrera, que es bióloga herpetóloga, especializada en reptiles. Juntos trabajan en una sala con jaulas donde además de serpientes, hay lagartos y lagartijas.

Tomos de la edición Voyage aux Règions Equinoxiales du Nouveau Continent, de Humboldt y Bonpland, que son custodiados por Carlos Caravajal, biblieotecario en la Fundación Miguel Lillo, y fuente de consulta permanente para los científicos. sofia Lopez Mañan

En otro sector del área de Herpetología, hay una sala de preparación y conservación de muestras. Aquí Juan Carlos manipula y etiqueta los ejemplares. Cuenta que, por las siglas de la Fundación Miguel Lillo, cada frasco con la muestra tiene una etiqueta que dice FML, y un número, que vendría a ser su DNI. Además, dice quien la colectó, en qué fecha y dónde. El sector, con estantes repletos de frascos, mesadas impecables y microscopios, sirve de depósito para los “animales fijados”, es decir ya muertos, que son tratados con formol y conservados en alcohol.

El correcto etiquetado es fundamental en la Colección de Herpetología de la Fundación Miguel Lillo. sofia Lopez Mañan

El curador de la Colección de Herpetología de la Fundación Miguel Lillo es Sebastián Barrionuevo, biólogo herpetólogo. Con pasión por su trabajo, detalla: “Cuando uno colecta una muestra tiene que tratar de que no sufra. Luego la anestesia, la fija en formol y la conserva en alcohol al 70 por ciento. De esta manera, se pueden estudiar por ejemplo escamas e, incluso, esqueletos, gracias a la micro tomografía computada”. Además, reflexiona: “A principios del siglo pasado nadie imaginaba todo lo que podríamos investigar en nuestros días. Con la tecnología de hoy podemos analizar aspectos increíbles de las especies recolectadas. Incluso ahora, cuando colectamos una muestra, no sabemos cuál será el uso en el futuro… Por eso las cuidamos tanto. Todo lleva su etiqueta, está ordenado y es de fácil acceso. Aquí hay que ser tan metódicos como en una biblioteca. Esta es una colección abierta para estudiantes e investigadores”.

Parte de la Colección de Herpetología de la Fundacion Miguel Lillo. sofia Lopez Mañan

Mientras manipula un frasco –que con simpatía llama pickle por su aspecto similar al de los encurtidos– Barrionuevo agrega: “Por la cantidad de ejemplares y la representatividad, esta colección de la Fundación Miguel Lillo es la segunda más importante del país, después de la del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de Parque Centenario. Por acá pasaron herpetólogos fundacionales y dejaron un semillero”.

El Museo Miguel Lillo es visita fundamental en Tucumán. Guillermo Llamos
Parte de la obra que Miguel Lillo donó a su fundación. Sofía López Mañán

Detalla que su pasión por esta rama tan particular de la ciencia apareció cuando estaba en la facultad y salió al campo en El Cadillal, con Esteban Lavilla, antiguo curador de la colección. “Era de noche y en un mismo charco se oían veinte especies distintas de ranas. Cantaban todas al mismo tiempo y hacían un coro fantástico. Fue una explosión maravillosa. Yo nunca había presenciado algo así. Entonces supe que me quería dedicar a esto”, rememora Sebastián Barrionuevo. Similar es el caso de Juan Carlos, que se acercó a la fundación fascinado por los reptiles –desde chico– y con ganas de armar un esqueleto. “Conocí al doctor Ricardo Montero y a Gustavo Scrocchi y me abrieron un mundo nuevo”, asegura.

La rana de la especie Telmatobius Culeus. Martín Mejia – AP

Barrinuevo agrega: “Una colección científica de este nivel debe entenderse como un conjunto de muestras de un lugar a través del tiempo. Cada ejemplar es testigo del cambio climático, de la actividad humana… En diez años, todo puede cambiar. Por eso es tan fundamental que podamos seguir con nuestro trabajo. Es un legado público y nacional”. Y deja en claro que la colección tiene alrededor de 110.000 ejemlares, algunos con más de 120 años, y muchos de los cuales llegaron a través de intercambios con otras instituciones en gestiones anteriores.

Los expertos de la Fundación Miguel Lillo trabajan con dedicación. Sofía López Mañán

Especialista en las ranas telmatobius, Sebastián cuenta qué lo llevó a apasionarse con este anfibio. “Son ranas acuáticas y colonizaron grandes alturas. Viven en los Andes, en montañas que van desde los 1200 msnm a hasta los 5200. Me gusta ver cómo evolucionaron. Porque si bien el renacuajo suele ser acuático, las ranas son terrestres. Vuelven al agua, pero están en tierra. Estas, en cambio, se quedan en el agua e incluso siguen nadando cuando el agua se congela. Afuera de los arroyos la temperatura está a menos veinte grados y, adentro, a cuatro grados”, señala Sebastián, que para colectarlas subió montañas a lomo de mula infinidad de veces. Con delicadeza nos muestra un ejemplar y cuenta que tiene muchos pliegues en la piel, porque este órgano les permite respirar, al igual que los pulmones.

Parte de la colección Gerlero Anchorena en el Museo de Ciencias Naturales Miguel Lillo.Sofía López Mañán

Museo de Ciencias Naturales y Museo Histórico de la Fundación Miguel Lillo. Además del área de Herpetología y otros sectores de investigación, la Fundación tiene un museo que es visita ineludible para los turistas que llegan hasta Tucumán. El Museo tiene dos sectores. El área de Ciencias Naturales es un viaje multisensorial alrededor de la flora y la fauna del noroeste argentino que va desde hace 200 millones de años a nuestros días. Tiene pisos interactivos. Lunes, de 10.30 a 12.30; de martes a viernes, de 8.30 a 12.30 y 14.30 a 18.30; sábados, de 16 a 20; domingos, cerrado. $1.000; menores y jubilados, gratis. El sector histórico, en tanto, repasa vida y obra de Miguel Lillo, el naturalista tucumano que nació en 1862 y donó su obra a la fundación. Expone cartas, fotos y libros de gran valor. De martes a viernes, de 8.30 a 12.30, con reserva de turno. Miguel Lillo 251. T: +54 (381) 486-3121

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