Sin embargo, en Argentina la frágil democracia y luego la última dictadura militar (1976-1983) dilataron la visibilidad de las comunidades de gays, lesbianas, travestis y trans en el país. De hecho, fueron grupos perseguidos, torturados, desaparecidos y exterminados durante esos años. Es por eso que recién con el retorno de la democracia en 1983 el ambiente se volvió propicio para que los movimientos sociales y disidentes comenzasen a desarrollarse, a militar, a ser noticias y a ocupar los espacios públicos.
En diálogo con Télam, militantes de ese entonces como Alejandro Modarelli, Adriana Carrasco y Romina Escobar, recordaron sus emociones pero también imágenes, consignas y cantos de la primera marcha del orgullo de julio de 1992 en el país, que inició lo que hoy se conoce como los movimientos LGBTIQ+ del país.
El contexto de la época
Para comprender el contexto en el que se dio la primera marcha del orgullo en la Ciudad de Buenos Aires, se debe profundizar sobre el escenario socio-político en la Argentina de ese momento. Aunque ya existía pero no podía visibilizarse, la comunidad homosexual, lesbiana y travesti-trans comenzó a crecer con el retorno de la democracia en la primavera alfonsinista, a partir de 1983.
Carlos Jáuregui fue el líder con mayúsculas de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) –también fue su primer presidente-, y un referente para los grupos de mujeres lesbianas, travestis y trans. El periodista Alejandro Modarelli recordó que «la visibilidad del colectivo en los medios de comunicación crecía y comenzaba así a ser un asunto a debatir en los programas de televisión y por lo tanto en las sobremesas familiares». Como muestra, agregó un dato: en 1984 Jáuregui había aparecido en la portada de la revista «Siete Días» junto a Raúl Soria, siendo los primeros gays en manifestarlo en público y en la tapa de un medio de comunicación.
El dirigente murió de VIH/Sida en 1986, pero su legado sigue vigente en cada una de las marchas del orgullo y de las banderas literales y simbólicas que se levantan en las calles de Argentina. Su vida está narrada en centenares de textos y en documentales como «El Puto Inolvidable», que se puede ver en Cine.Ar, la plataforma gratuita de contenido audiovisual nacional.
Trailer «El Puto Inolvidable» – El documental sobre Carlos Jáuregui
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Aunque está claro que fue en julio, hay diferentes versiones de la fecha exacta de esa marcha. Algunos afirman que fue el 2 de julio, aunque el archivo Moléculas Malucas «Archivos y Memorias Fuera del Margen», afirma que fue el 3 de julio. En definitiva, lo que importa es aquello que marcó esa manifestación que, desde la Catedral hasta el Congreso, generó una revolución y exigió respeto, derechos humanos y civiles para toda la población argentina, más allá de la orientación sexual o la identidad de género.
El también escritor y cofundador de Gays por los Derechos Civiles (GAYS DC), Alejandro Modarelli, recordó de esa primera marcha «lo complejo que fue reunir criterios, negociar y abrir las puertas a las personas trans. De hecho, habría que decir que ellas, más que pedir un lugar lo tomaron felizmente. Su decisión de cambiar sus condiciones de vida, que eran mil veces más dramáticas que las nuestras, fue un aprendizaje para nosotros».
Según Modarelli en las calles porteñas se oían los cánticos: «Respeto que caminan// los gays y las lesbianas por las calles argentinas» y «Documentos legales// para transexuales», que resumían en esas pocas frases no solo las reivindicaciones sino también los grupos que se juntaron para luchar y exigir pacíficamente por sus derechos.
Modarelli definió su vínculo con Carlos Jáuregui y César Cigliutti como «amistad» y «aventura compartida», y confesó: «Mi militancia en GAYS DC me llevó a tomar en serio mi identidad como un asunto de extrema importancia política, entendiendo que la felicidad de habitar un suelo común de lucha por todas las libertades es un descubrimiento que me transformó para siempre».
La militante aclaró que, si bien en 1992 fue la primera marcha del orgullo, en los años anteriores los gays se habían reunido, por ejemplo, en Parque Lezama en 1985, o a organizar fiestas en discotecas en conmemoración a los hechos de Stonewall. Además, Carrasco precisó: «En 1988 en la manifestación de la de la multisectorial de la mujer (que se hacía todos los 8 de marzo desde 1984), las lesbianas pujamos para poder encabezar esa marcha con nuestra bandera y lo logramos».
En cambio Romina Escobar, actriz y mujer trans tenía 18 años en 1992. Se había escapado de su casa hacía poco y «todavía no había transicionado». En con esta agencia recordó que al irse de su casa se encontró con «un mundo al que hasta ese momento no tenía acceso, ni sabía que existía». Así lo describió: «A la primera marcha, acompañé a las que fueron mis tías, mi madre trans, las que me adoptaron, mi familia elegida. Me acuerdo de un cartel que decía ‘el silencio no nos protegerá’. Muchos iban con máscara por miedo a perder el trabajo, que alguien los reconociera, en la casa también. Quizás por eso las personas trans no íbamos con máscaras porque no teníamos nada que perder. Íbamos orgullosas».
Escobar dijo que compartía espacios «con Carlos Jáuregui, César Cigliutti, Karina Urbina, Ilse Fuskova, María Belén Correa» y la que era su «mamá travesti-trans, Dahiana Diet», entre otras. También se emocionó al recordar a aquellas compañeras que ya no están.
Por otra parte, en 1997 se decidió mover la marcha del orgullo en Argentina de junio a noviembre. Si bien muchos dicen que la mudanza de fecha fue para evitar las frías temperaturas del invierno y así tener una mayor convocatoria, el cambio se dio porque el 1 de noviembre de 1967 se fundó el colectivo Nuestro Mundo, considerado como la primera organización disidente de Argentina y de América Latina.
Lo que queda pendiente
– ¿Qué deudas falta saldar para con el colectivo LGBTIQ+ en Argentina y en la región?
– Alejandro Modarelli: Falta que se implemente con más seriedad la ESI y también el cupo laboral trans. Los cambios culturales son lentos, pero sin lugar a duda estas décadas han sido de una transformación importantísima en cuanto a las posibilidades de inclusión democrática (a 40 años del retorno de la democracia). Pero, a la vez, considero que el mundo está sufriendo un malestar muy destructivo en la cultura, en la economía. Da la sensación de que, como decía (Antonio) Gramsci, estamos inmersos en una época que no termina de morir y una que no termina de nacer. Y en el medio aparecen los monstruos. La ultraderecha y la amenaza de un retroceso en materia de derechos ya se está cumpliendo en varios países y ojalá no sea el caso del nuestro.
– Romina Escobar: Se está pidiendo por una reparación histórica. Son pocas las llegaron a adultas mayores, pocas las que vivieron durante la época de la dictadura. La escuché a Belén Correa decir que la democracia llegó mucho tiempo después para nosotras con la ley de identidad de género, hasta esa época nos seguían metiendo presas, matando, torturandonos. Fueron años muy difíciles. Entonces, para esas personas se está pidiendo una reparación histórica. En Santa Fe las adultas mayores travesti-trans están cobrando algo. Estaría muy bien que se logre para todo el resto de las provincias, teniendo en cuenta que el promedio de vida de una persona trans es entre 28 y 40 años.
– Adriana Carrasco: Tendría que haber programas de autodefensa feminista, transfemninistas, no solo clases de defensa personal sino clases de estrategias psicológicas, estrategias retóricas, escuelas que enseñen habilidades físicas, del desarrollo de la fuerza fisica, como de la nuestra de Fútbol feminsita de la Villa 31, o la escuela de herrería lesbiana.
Stonewall: un momento clave para la historia de la comunidad LGBTIQ+
La última semana de junio de 1969 la policía neoyorkina tenía al bar Stonewall Inn en la mira: la homosexualidad estaba prohibida por ley y lugar no tenía la licencia para vender alcohol.
Aquel 28 de junio cuatro policías se infiltraron en el bar ubicado en el barrio del Greenwich Village y quisieron llevarse presos a todas las personas allí presentes, que por primera vez en la historia se resistieron, marcando así un ejemplo, un precedente de lucha y revolución LGBT+ de todo el mundo.
San Francisco: la capital de la diversidad
En 1944 el poeta californiano Robert Duncan publicó el ensayo “The homosexual in society” (el homosexual en la sociedad), en el diario Politics, siendo así el primer hombre estadounidense en autodenominarse gay de forma pública.
En 1950, el movimiento Beat -también conocido como Generación Beat- perteneciente al barrio North Beach de la ciudad de San Francisco -actual barrio italiano-, compuesto por intelectuales y disidencias, fue apuntado y denunciado por difundir publicaciones con contenido obsceno por su componente homosexual.
En 1966 The Society for Individual Rights (SIR) era la organización gay más grande e importante de Estados Unidos. Ese mismo año San Francisco fue anfitrión de la National Planning Conference of Homophile Organizations, siendo la primera convención nacional de grupos de gays y lesbianas.
En agosto de ese mismo año, en el barrio Tenderloin de San Francisco, específicamente el Compton’s Cafeteria, se transformó en un campo de batalla entre gays y la policía. Fue la primera vez que gays resistieron a la violencia policial en Estados Unidos, lo que marcó un antecedente clave para los hechos de Stonewall que llegarían tres años después.
El 27 de junio en 1970, un año después de los disturbios en La Gran Manzana, tuvo lugar el primer desfile del Orgullo en San Francisco. Ya para ese entonces, la ciudad del norte de California se consideraba la capital gay y luego LGBTIQ+ de Estados Unidos y más tarde, del continente. En particular, el barrio de Castro se convirtió en la capital de la diversidad a nivel mundial, con la figura de Harvey Milk como emblema.