“El tema de la dolarización recién empieza”, decía Gabriel Rubinstein en 1999. “La dolarización habrá de estar en el corazón de los debates económicos y políticos en la Argentina durante unos largos años. Esa es mi creencia”.
Casi 25 años después, puede decirse que Rubinstein tuvo razón. Hoy, el péndulo del debate económico y político en la Argentina se estacionó del lado de su pronóstico. Javier Milei, el líder de La Libertad Avanza, candidato a presidente en octubre y ganador de las primarias (PASO), dice que si llega a la Casa Rosada el 10 de diciembre reemplazará los pesos por dólares.
Dolarización, Argentina en la aldea globalParadójicamente, Rubinstein hoy se encuentra ubicado en el lado contrario de quien reivindica aquellas ideas. Es el viceministro de Economía de un gobierno, kirchnerista, desafiado por la idea de dolarización de Milei y que la rechaza de plano junto con Juntos por el Cambio. La honestidad intelectual no siempre se acomoda bien al espíritu de época. Veamos.
Primero, el libro de Rubinstein de 1999 se llama Dolarización, Argentina en la aldea global. Lleva prólogo de Miguel Ángel Broda y la tesis del autor es la siguiente: un cambio de moneda (el dólar por el peso) solucionaría el problema que enfrentaba la Argentina en aquel momento. Básicamente, la desconfianza sobre si el país tendría capacidad de sostener la paridad dólar-peso 1 a 1 de la convertibilidad sin recurrir a un salvataje del FMI o pedir prestado a los mercados internacionales ante la dificultad, restricciones, límites, de encarar un ajuste fiscal para una economía ya sumergida desde hacía tiempo en la depresión y la deflación. Los fantasmas de Rusia y Brasil, que habían devaluado recientemente, retumbaban en los pasillos del Ministerio de Economía y del Banco Central en los últimos días del gobierno de Carlos Menem. La economía parecía haber estacionado en un parking con el letrero del caso de La trampa de liquidez que John Maynard Keynes había descripto 60 años antes.
Toda una catarata de definiciones cayó sobre cómo Argentina tenía que salir de aquel atolladero y hasta se convirtió en un tema relevante a nivel mundial por las deudas y contratos que muchos países habían celebrado bajo el 1 a 1. Paul Krugman, Nobel en Economía, por ejemplo, decía que la Argentina se había crucificado a aquel esquema que debía ahora abandonar. En ese contexto, Rubinstein, como muchos, decía que la salida no era ‘para atrás’ sino ‘hacia adelante’ y ‘superadora’: la dolarización.
“La dolarización —escribió el autor en su libro— puede vislumbrarse como un camino inteligente, audaz, para ingresar al tercer milenio. Es una excelente opción. No es la única, y si no sale en el futuro próximo, habrá valido la pena el intento y podrá insistirse con el tema más adelante. La postergación del tema no debería dramatizarse”.
“La oposición política al plan será muy dura. El discurso nacionalista probablemente despierte más adhesión que el discurso extranjerizante”.
“La convertibilidad tuvo magia. Un procedimiento arcaico que en otras partes del mundo hubiera resultado en moral aburrimiento, en las pampas devino en creación y movimiento. Tuvo la magia de las decisiones históricas. Si mi intuición es correcta, la dolarización es magia. Larry Summers, preguntado sobre la dolarización (N.E.: entonces secretario del Tesoro de EE.UU. y hoy uno de los economistas más influyentes en el debate económico global, en aquel entonces junto al equipo económico de Carlos Menem, mantenían conversaciones formales sobre dolarizar la economía argentina), respondió en su momento antes de que la cosa tomara mayor cuerpo, que “la dolarización es sexy, es una idea que tiene la ventaja de ser original, atractiva y fácilmente comprensible para todo el mundo”.
El 14 de enero de 1999 Menem le preguntó a su ministro de Economía, Roque Fernández.
—Explicame, Roque, ¿por qué existe esa diferencia entre las tasas de interés en pesos y en dólares? No es necesario.
— Por el riesgo de una devaluación, señor Presidente— respondió Fernández.
—Escuchame. Para terminar con todo esto quiero entonces que estudien la posibilidad de abandonar el peso definitivamente e interesar en una economía totalmente dolarizada.
Efectivamente Fernández entabló una línea de trabajo con el Tesoro de EE.UU. y la Reserva Federal . El tema estuvo presente desde un punto de vista teórico primero y en 1998 se trató de manera más seria porque Summers habilitó las discusiones formales para ver si Menem quería estudiar finalmente su implementación. Y se hizo como se contó en Economía de No Ficción del 26 de marzo de 2022.
Rudi Dornbusch, un economista del MIT y que conocía bien a la Argentina, decía en 1999 que “hay una sola manera de conseguir la estabilidad monetaria para los países periféricos: una rendición incondicional, la de cerrar su Banco Central y renunciar al dinero de mentira. El sector financiero se opone porque dejará de vivir de los mercados de capitales distorsionados por la inflación. El futuro no está de su lado”.
Volvió el debate, más ideologizado que nunca.