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Lilita Carrió renunció a su candidatura

La renuncia de Elisa Carrió a la candidatura a diputada del Parlasur es el primer efecto contundente de la noche del domingo. No del resultado de las PASO, porque Lilita se comprometió a apoyar la candidatura presidencial de Patricia Bullrich.

Pero que se haya bajado de la campaña como candidata es una señal que revela el estado la coalición que ella fundó en 2015 junto a Mauricio Macri y Ernesto Sanz, en representación de la Coalición Cívica, el PRO y la UCR.

Su contribución fue una estrategia ganadora en aquella elección y tuvo un desempeño más que eficaz en la construcción de la mesa del interbloque en Diputados, junto a Mario Negri y Nicolás Massot, que le permitió al gobierno de Cambiemos alcanzar triunfos legislativos propios de una mayoría, cuando eran minoría.

El aporte de aquel momento se basó sobre la identificación del público de clases medias de los grandes distritos. Que ahora resigne su candidatura en segundo lugar del Parlasur, detrás de Luis Brandoni, en la lista de Bullrich, es un cimbronazo equivalente al episodio de la carterita de 2013.

El 1 de agosto de aquel año, después de que el frente UNEN había hecho una gran elección, Carrió se fastidió por frases de Pino Solanas, miembro de aquella liga, contra «la derecha moderna» de Macri. Los miró a Martín Lousteau y a Fernando Sánchez, agarró la cartera y se fue del escenario en medio de la sorpresa de todos. Ese gesto disparó la convergencia que cristalizó en Cambiemos de 2015.

Macri va a Milei y Patricia es el instrumento

Carrió tiene más argumentos que los de la salud – esos son los términos de su renuncia -, que llevó Juan Manuel López a la jueza María Servini. La jefa de la Coalición entiende que desde hace rato Macri va a hacia Milei y que su instrumento es Patricia.

Y que en ese camino ella no lo va a seguir, como no lo siguió a Pino en su anti-macrismo. No tiene salud, dice, para ser Parlasur, pero tampoco para representar a un gobierno que puede buscar entendimientos con la derecha internacional que patrocinó a Trump, a Vox, a Meloni y aún a Zelenski – otro actor de exitosa carrera política – en Ucrania.

Ese proyecto cuenta con el apoyo de los Steve Bannon que andan por el mundo, tienen mucho dinero para pagar campañas y son un capítulo de una internacional cuyo proyecto insignia es la dolarización.

Carrió no tiene reproches técnicos sobre este sistema monetario. Entiende que es una receta de gobierno como tantas otras. Pero ve detrás de ese estandarte un proyecto de destrucción de la democracia republicana.

Esa pelea la quiere librar desde otro lado, aunque cumpla con el compromiso de ayudarla en la campaña a Patricia. No suele hacer ejercicios de madrinazgo, pero Bullrich, que llegó hasta la última milla por Macri, antes llegó a la coalición por ella, desde la Coalición Cívica.

A quién le ganó Milei

Las PASO no son una elección en serio, de unos contra otros, en las se dispute poder. Tampoco se eligen candidatos. Son un mecanismo de validación de candidatos. Basta con anotarse, sacar más del 1,5% del padrón y tu lista de diputados y senadores ya está habilitada.

Los perdedores se van a la casa. La suma de los votos obtenidos es un producto atractivo y útil, pero marginal, por no buscado. No es más que un desfile de armas.

La ansiedad de las ocho semanas y media – lo que falta para las generales de octubre – despierta el ingenio de los protagonistas. Milei dice ahora que los gobernadores adelantaron las elecciones provinciales por temor al tsunami que surfea él.

Seguramente lo hicieron, como en los ’90, para escapar a la mala suerte del gobierno nacional. En 1999, de Duhalde, este año de los Fernández. La primera observación plausible es que en los distritos que coincidieron con auténticas peleas de poder territorial, Milei tuvo los resultados más pobres – CABA, Buenos Aires, Catamarca, Entre Ríos. También en santuarios vigilados por halcones del peronismo, como Chaco (Jorge Capitanich), Formosa (Gildo Insfran) o Santiago del Estero (Gerardo Zamora).

En el resto de los distritos para Milei fue un paseo, porque no tenía a nadie que lo enfrentase. Sin fuerza territorial propia vio facilitada la victoria. Así cualquiera. Es un video juego. O un ensayo de inversión con papelitos de colores. Una ronda de El Estanciero.

Unas PASO letales para JxC

Hay que esperar a las generales de octubre para ver cómo los otros candidatos – identificados con el peronismo y Cambiemos, y algunos provinciales, juegan para imponer sus candidatos.

La suerte de éstos estará librada a una operación, que puede negociarse, para enganchar – cortando boletas – listas de candidatos a legisladores nacionales a uno u otro candidato presidencial. Eso pone en la cancha a Milei y a Sergio Massa.

Cambiemos eludió este año presentar listas únicas de candidatos nacionales en todos los distritos. En 2015 fue una de las claves de su victoria. En 2023 fueron divididos en muchos distritos, una herida que hay que localizar para explicar el pobre desempeño de la coalición, que hace un año parecía ganadora sin discusión de estas elecciones.

Se impuso el criterio de Macri-Bullrich de disputar poder interno en una PASO que debilitó las chances y relegó a JxC al segundo lugar. Ese enganche de boletas cortadas compromete más al peronismo, que domina provincias, y puede hacerlo presidente a Milei o a Massa.

Esa será la verdadera campaña y que el coqueteo de Macri con Milei busca interceptar, para lograr un entendimiento parecido. La diferencia es que JxC controla pocas provincias y no tiene mucho que ofrecer en ese negocio de góndola electoral.

Esa situación la ilustra un dirigente de la oposición que bromeaba este fin de semana en estos términos: «En las marquesinas de la calle Corrientes hay cartelería de Milei con la motosierra y de Massa ofreciendo magia. ¿Habrá marquesina para Patricia?”

El falso outsider

Después de todo, tampoco Milei sorprendió mucho, porque retuvo el tercio que le daban la encuestas desde hace un año. Pocos creían en la campaña de sus adversarios sobre que se había caído, víctima de su ligereza verbal. Pero ese tercio que sacó sorprende menos que la caída de Cambiemos del pedestal ganador, y la posición de tercero del peronismo.

El mapa resultante revela, además, la firmeza del sistema político argentino, que puede contener también a quienes ensayan el discurso de la indignación. Milei no es un outsider, como quieren presentarlo sus acólitos – decían lo mismo de Menem.

Se dice heredero de Menem y Cavallo, profesa la teología de mercado y difunde las ideas del mundo de los negocios y de la banca. El sistema de la Argentina se aparta de la norma mundial. La exaltación de los verdaderos indignados incendió Wall Street y España a finales de la primera década del siglo, y a Chile y Bolivia a finales de la segunda década. El sistema sigue dando resultados y prueba que tiene una solidez única en la región y aun en todo Occidente.

Reparto de premios y castigos en el escenario

Es un lugar común repetir que en la noche de una elección suele jugarse la suerte de la ronda que sigue. El minué de meneos, elusiones y otros gestos entre quienes subieron al escenario de Parque Norte es un borrador de cómo se tejerá el futuro de JxC para la primera vuelta electoral.

Ya se contó aquí cómo el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, que es candidato para presidir el Comité Nacional de la UCR cuando Gerardo Morales termine su mandato, no recibió la pulserita bolichera y no pudo participar de esa algarada.

Macri se adelantó a todos como dueño de la pelota y patrón de la candidatura de Bullrich, ganadora en la PASO, y repartió sombrerazos selectivos. Ignoró a los radicales. No sólo a Morales, perdedor junto a Larreta. Mencionó su presencia y avisó que hablaría más tarde. Nunca le dieron el micrófono. A Luis Petri, compañero de Patricia, ni la hora. A Elisa Carrió ni la mencionó y recibió un discreto juramento. Me la van a pagar el año que viene, pudo decir Lilita, ensayando puntería con la cartera. A Larreta pocos gestos de consuelo. «Lo noté destruido», pudo comentar cuando bajó.

Larreta reivindicó sus banderas de la moderación y el consenso. Eso volverá en algún momento. Sigo sosteniendo mi proyecto de ser presidente, como antes de estas primarias, consoló a los propios. El demonio de Milei invadía las mentes. Carrió, que de eso sabe, dijo al llegar: “Yo también he sido candidata emergente”. ¿Qué quiso decir? Que todo pasa y no hay que asustarse. Ella llegó a tener, en algún momento, un bloque de 42 diputados, número con el cual amenaza ahora Milei. “En la derrota soy la primera en venir”, agregó.

Milei, el mejor vocero de Macri

Macri disparó, desde ese escenario del domingo, la campaña de coqueteo con Milei. Que él lo había adelantado que, si se suman los votos, la mayoría está con un cambio. Agregó con la hora que si hubiera sido candidato hubiera ganado, etc.

En la mesa chica que reunió horas más tarde, siguió redondeando su mirada sobre el resultado: 1) no hay que hostigarlo a Milei; 2) hay que instalar que la mayoría está con el cambio; 3) que hay un cambio ingenuo, el de Milei, y un cambio con experiencia, que son él y Patricia.

Avisó que se va del país hasta fin de mes y que al volver se montará en la campaña. Tiene campeonato de bridge en Marruecos, visitas familiares en España y siempre alguna FIFA pendiente. Acaso Macri haya encontrado un vocero más expresivo y popular de sus visiones, y piense que puede domesticarlo.

Entre los mileistas ya se bromea con que Milei es primera marca y Patricia, segunda marca. Macri tiene una prueba de la eficacia de este portavoz de su doctrina en que lo respaldó en comarcas del interior productivo, como Córdoba y Santa Fe.

En un par de meses, pasaron de votar a Cambiemos a votarlo a Milei. En la otra punta, Milei tiene predicamento en un pobrerío marginal que, como los burgueses del interior productivo, rechazan al gobierno por el malgasto en privilegios clientelísticos como las tarifas subsidiadas.

Si Macri quiere hacerle un favor a Patricia, bien puede dedicarse en la campaña a recuperar ese interior productivo, en donde sigue siendo una estrella. Un regalo para los productores esto de ver a dos candidatos que compiten en promesas.

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