Llega diciembre y Saray se revuelve. Es su mes «horribilis», Navidad incluida o precisamente porque es Navidad. Pero no hay escapatoria. Su madre cumplía años el 17 de diciembre. En pasado. Y así sigue su relato, en pasado y en diciembre. En Nochebuena y Navidad la familia celebró las fiestas, pero dos días después la madre ingresaba en el hospital y el 29 de diciembre fallecía en casa. La enterraron el 31, el día de Nochevieja. Todas y cada una de las fiestas navideñas de obligado cumplimiento la «devuelven» a ese 2013 donde todo cambió para siempre. Saray tenía 16 años. Hoy tiene 28, y entre los recuerdos que revive sin remedio destaca cómo fue su madre la que montó el árbol y el belén ese último año y cómo fue esa niña de 16 años quien lo recogió para jurarse a sí misma que no volvería a tocar esas cajas. Y así ha sido.
«No me gusta la Navidad, odio la Navidad, pero tengo un hermano pequeño (cuando murió mi madre tenía 10 años) y un padre al que adoro y no les quiero amargar, ni herir. Mi abuela materna, por ejemplo, sí monta el árbol, y el belén porque a mi madre le encantaba hacerlo. Pero yo, no. Prefiero trabajar la semana de Navidad y ocupo mi tiempo para poder dar explicaciones porque me tengo que justificar todo el rato. Yo tengo grabado el momento en el que murió mi madre. Han pasado 12 años y sigo con eso ‘ahí’. Así que para mí, la Navidad es lo peor. Y no quiero dar lástima ni nada de eso, pero es verdad que cuando hablo del tema me siento incomprendida. ¿Cuándo se termina el duelo? Pues yo no lo sé, pero a mí no me nace celebrar estas fiestas», explica. Así que ella huye de la Navidad. O, al menos, lo intenta. Pero no le dejan. La Navidad se impone y ser insumisa navideña no está permitido.
De obligado cumplimiento
«La Navidad es una fiesta de diversión que apela a mucha gente, pero además se ha establecido una obligación emocional y debes rendir cuentas. No es como la Semana Santa, por ejemplo. Se ha naturalizado e impuesto que tienes que ‘estar con los tuyos’ así que si no lo haces debes explicar por qué. Y es muy difícil salirse de ahí porque se junta lo religioso con lo cultural y lo emocional», explica la catedrática de Sociología de la Universitat de València y Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2025, Capitolina Díaz. Y añade: «Hay dos tipos de personas a las que les daña la Navidad: por una parte, están quienes tiene una circunstancia personal que les afecta y por otra están quienes tiene un espíritu crítico respecto al consumismo y a la obligación de participar en una fiesta impuesta. Y les molesta enormemente, pero no hay ninguna consideración con este tipo de personas». Y ahí, en «ese tipo de personas» se ubican perfiles como el de Laura o el de Francesc. Ella, se ofrece voluntaria a trabajar todas las guardias posibles en las fiestas y recuerda con una sonrisa cuando viajó a Marruecos cinco años seguidos en Navidad. «No me gusta la Navidad, es así de simple. Ni el debate de qué regalar, ni el de quién organiza la cena… yo no iría a ningún lado, pero parece que desprecias a tu familia si no lo haces», afirma Laura, que se autodenomina «el Grinch» de la Navidad. El Grinch, sin embargo, se reconvierte (como buen cuento navideño) y en este caso ese final no es real ni posible. En la misma línea está Francesc, quien explica el origen de su hastío hacia la fiesta en esa «peregrinación familiar a la fuerza» a la que le obligaba desde bien pequeño. Porque la Navidad «es la fiesta de la imposición». «Todo son obligaciones: los regalos, las visitas, las cenas… Dos semanas de obligaciones sociales donde uno se debe a la familia que es, además, la institución más hipócrita. Si no eres feliz te hacen sentir culpable así que solo puedes vivir estas fiestas con cierta tranquilidad si no tienes ningún problema. Es la exaltación del capitalismo y se blanquea la maldad».
Imagen de recurso de la ciudad de València en Navidad. / Germán Caballero / LEV
La psicóloga Consuelo Tomás, destaca la «presión social» de la Navidad y cómo afecta a quienes sufren la soledad no deseada. «Para quienes han perdido a sus parejas, o son hijos únicos cuyos padres han fallecido también, o tienen hijos mayores… son fiestas difíciles. La soledad no deseada es una gran pandemia de este siglo y hay que tener en cuenta que ahora también entran en juego las redes sociales y esa falsa creencia de que todo el mundo es feliz y está acompañado».
Cuando el modelo de familia cambia
Las fiestas navideñas tras un divorcio también son un aspecto a tener en cuenta cuando hablamos de celebraciones en familia. Y es que si hay hijos y el matrimonio decide separar sus vidas, la presión emocional, aumenta. Y la económica, también. «Hay dos situaciones muy distintas entre las mujeres divorciadas. Por una parte, están las que se acaban de separar y tienen hijos, porque ese momento de compartir vacaciones o de vivir las fiestas sin sus hijos es muy doloroso para ellas. Sobre todo los primeros años. Y luego están las mujeres que llevan años divorciada, peroo sienten el dolor de la pérdida, de lo que era y ya no es. Además de la situación económica, la soledad o incluso la falta de vivienda. No hay muchos que celebrar para las mujeres que lo han pasado mal», destaca la abogada de la asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas de Valencia, Herminia Royo.
Para el psicólogo Enric Valls el «problema» no es la Navidad, sino que hay «una única manera de vivirla» y «siempre es desde la felicidad y la unión». «Por eso, cuando una persona emocionalmente no se siente bien en Navidad aparece la culpa, la vergüenza y la frustración». Por ello, Valls asegura que «hay que normalizar que las navidades se pueden vivir de distintas maneras y todas están bien. Incluso no celebrar las fiestas está bien y debe validarse emocionalmente. Falta sensibilización al respecto y deberíamos reformular la pregunta y decir: ¿cómo vas a vivir estas fechas?«.
De no celebrar la fiesta saben, y mucho, las personas migrantes que residen aquí, pero nacieron (y vivieron) a miles de kilómetros de distancia. Porque, de nuevo, nada saben de la Navidad, pero reconocen que es «imposible obviarla». «La mayoría de la gente que vivimos aquí hacemos una adaptación de la Navidad, a nuestra manera. Quitamos la parte religiosa… y el ambiente está ahí. Ese espíritu navideño es mundial así que lo celebramos de manera indirecta«, afirma la vicepresidenta de Casa Marruecos de Valencia, Boutaina El Hadri.
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