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La huella oculta de lo digital: así se hace más verde la conectividad

Sostenibilidad

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La huella oculta de lo digital: así se hace más verde la conectividad

El mundo conectado consume más energía que la aviación y ya genera el 4% de las emisiones globales de CO₂. Empresas como Cellnex y la danesa EnergyCool buscan reducir ese impacto mientras nos piden a los usuarios que cambiemos pequeños hábitos.

Cuando desbloqueas tu teléfono, no solo se enciende una pantalla. Se activa una red casi invisible de servidores, antenas, cables submarinos y centros de datos que consume más energía que algunas ciudades pequeñas. Ese mensaje de WhatsApp que envías puede cruzar miles de kilómetros bajo el mar. Y hasta gestos tan cotidianos como hacerle una pregunta a una inteligencia artificial pueden implicar un consumo de agua equivalente a una botella grande de agua mineral. La sensación de que “lo digital no pesa” contrasta cada vez más con una realidad incómoda: nuestra vida conectada tiene un coste ambiental enorme. Pero ¿somos realmente conscientes de ello?

Un sector que ya emite más que la aviación

En 2024, había en el mundo más de 15.000 millones de dispositivos conectados a Internet: móviles, ordenadores, routers, servidores, torres 5G, sensores… Todos ellos forman parte de una infraestructura global que, en conjunto, consume más energía que toda la industria de la aviación. Las torres 5G que alimentan buena parte de nuestras vidas digitales son un ejemplo claro: consumen entre dos y tres veces más energía que sus predecesoras 3G y 4G. El resultado es que el ecosistema digital representa ya alrededor del 4% de las emisiones globales de CO₂.

Algo tan inocente como una hora de streaming en HD al día puede sumar, a lo largo de un año, hasta una tonelada de CO₂, según los datos citados en la conversación. Y eso sin contar otros factores, como la fabricación de los dispositivos o el uso de la nube para almacenar fotos, vídeos, copias de seguridad y documentos que probablemente no volveremos a abrir. La pregunta es inevitable: ¿es sostenible un modelo basado en estar conectados constantemente?

EnergyCool: enfriar con menos energía

Para responder a ese reto, la industria está acelerando la búsqueda de soluciones que reduzcan el consumo energético sin sacrificar conectividad. Una de ellas llega desde Dinamarca. EnergyCool ha desarrollado un sistema para refrigerar equipos de comunicación —como los que se alojan en refugios de telecomunicaciones o pequeños centros de datos— utilizando mucha menos energía de la habitual. En lugar de depender de aparatos de aire acondicionado convencionales, que consumen grandes cantidades de electricidad, sus soluciones se apoyan en el uso de aire exterior y sistemas inteligentes de gestión térmica.

“Hemos desarrollado una solución que enfría los equipos de comunicación utilizando una cantidad muy pequeña de energía, tan pequeña que incluso puede funcionar con baterías”, explica Henrik, responsable del proyecto. Esto no solo reduce el consumo energético de los sistemas de refrigeración hasta en un 80%, sino que llega a recortar hasta un 40% del consumo total de energía en un emplazamiento técnico.

La clave no es solo gastar menos, sino hacerlo de forma más resiliente. En caso de cortes de suministro, la refrigeración convencional suele dejar de funcionar. Las soluciones de bajo consumo de EnergyCool, en cambio, permiten mantener fríos los servidores tirando solo de baterías, lo que ayuda a que las redes móviles sigan operativas en situaciones de emergencia.

Si a esto se suman paneles solares instalados directamente en los emplazamientos técnicos, las posibilidades se amplían: esas baterías pueden actuar como respaldo, pero también ofrecer flexibilidad a la red eléctrica, ayudando a equilibrarla y facilitando la integración de más energías renovables.

Cellnex: descarbonizar la red de torres

La otra pata de la transformación está en cómo se alimenta toda esta infraestructura. Empresas como Cellnex, uno de los principales operadores de infraestructuras de telecomunicaciones en Europa, se han fijado metas ambiciosas.

“Tenemos un consumo total de 1,5 teravatios-hora en nuestras torres en Europa, y el 100% de esa electricidad proviene ya de fuentes renovables”, explica Mila, responsable de la compra de energía para estas infraestructuras. Se trata de lo que se conoce como emisiones de alcance 2, ligadas a la electricidad consumida.

El siguiente paso es reducir las emisiones de alcance 1 —vinculadas, por ejemplo, a soluciones híbridas o a los vehículos de la compañía— y, sobre todo, las de alcance 3: las que proceden de la cadena de suministro, clientes y propietarios de los terrenos donde se ubican las torres.

“Trabajamos para que la electricidad que proviene de nuestros propietarios sea también ecológica”, subraya Mila. Proyectos como el de EnergyCool encajan en esta estrategia: permiten integrar el mundo de la energía y el de las telecomunicaciones.

La resiliencia vuelve a ser clave: las baterías instaladas en las infraestructuras de telecomunicaciones no solo sirven como respaldo en caso de apagón, sino que, agregadas y gestionadas de forma inteligente, pueden ofrecer su capacidad adicional a la red eléctrica. De esta forma, el sector de las telecomunicaciones puede ayudar al sector energético a integrar cada vez más renovables, en beneficio del conjunto del sistema.

Cero emisiones netas: un reto compartido

“Estamos comprometidos con el objetivo de cero emisiones netas, y eso implica reducir drásticamente las emisiones de carbono”, explica Alicia, otra de las responsables de energía en el grupo. Conseguirlo pasa por garantizar el uso de energía 100% renovable, electrificar la flota de vehículos con esa misma energía limpia y lograr que los proveedores hagan lo mismo.

No se trata solo de transformar las propias operaciones, sino de arrastrar a toda la cadena de valor. Y eso, reconoce Alicia, es un reto que ninguna empresa puede lograr por sí sola: exige colaboración entre compañías, administraciones y ciudadanía. Mientras tanto, el sector sigue siendo, en palabras de la narradora, “un hipopótamo hambriento en lo que respecta al consumo energético”. Pero también un terreno fértil para la innovación: nuevas soluciones tecnológicas están permitiendo reducir la huella de carbono de las redes, sin renunciar a la conectividad que se ha vuelto esencial en la vida diaria.

Lo que sí está en manos del usuario

Aunque buena parte del impacto depende de decisiones empresariales y políticas, los ciudadanos también pueden contribuir a reducir la huella de carbono digital con pequeños gestos cotidianos.

Alicia resume algunas de estas acciones:

  • Alargar la vida útil de los dispositivos. Evitar comprar un móvil o un portátil nuevo cada año y optar por utilizarlos durante más tiempo reduce la huella asociada a su fabricación y transporte.

  • Ser más eficientes en casa. Desenchufar el router cuando no lo estamos utilizando es un gesto simple que ahorra energía a lo largo del año.

  • Usar las comunicaciones digitales con cabeza. Siempre que sea posible, descargar los contenidos —como un vídeo— en lugar de verlos en streaming continuo, y priorizar la conexión Wi-Fi frente a los datos móviles, que requieren más energía de la red.

  • Cuidar qué guardamos en la nube. “Pensamos que la nube es esponjosa y no consume energía, pero es exactamente lo contrario”, advierte Alicia. Todo ese contenido “por si acaso” que nunca volvemos a abrir ocupa espacio en centros de datos que consumen grandes cantidades de electricidad y agua. Liberar la nube de archivos innecesarios también es una forma de reducir el consumo energético.

Un futuro conectado… y responsable

El objetivo de una “sostenibilidad absoluta” puede sonar tan lejano como la Estrella Polar, bromea la narradora, Adela Úcar. Sabemos que quizá no la alcancemos mañana, pero eso no significa que no podamos utilizarla para marcar el rumbo.

La conectividad seguirá siendo un pilar de la economía y de la vida cotidiana. La cuestión ya no es si vamos a seguir conectados, sino cómo lo vamos a hacer. Detrás de cada mensaje, de cada transmisión en streaming, de cada llamada, hay una decisión: mantener hábitos que agrandan nuestra huella digital… o apostar por prácticas más responsables.

El sector de las telecomunicaciones está empezando a demostrar que es posible reducir de forma significativa su impacto, integrando energías renovables, mejorando la eficiencia y colaborando con el sistema eléctrico. Al mismo tiempo, los usuarios podemos contribuir con cambios pequeños, pero acumulativos, en la forma en que usamos dispositivos, redes y almacenamiento.

Porque, al final, el futuro de la conectividad no es solo una cuestión de velocidad. También —y cada vez más— es una cuestión de responsabilidad.

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