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La cronobiología, a favor del horario de invierno: el cuerpo humano se beneficia más de despertar con luz que de retrasarelatardecer

El final del cambio de hora en Europa, un tema estancado desde 2019, parece estar más cerca después de que España planteara el lunes abordar el asunto, que este jueves se debate en el Parlamento Europeo. La Comisión Europea ha admitido que «la vía más lógica para avanzar» es acabar con esta práctica que dos veces al año trastoca los horarios de los europeos y que, según apuntan decenas de estudios, puede afectar a su bienestar y salud.

Pero puestos a cambiar de horario, ¿con cuál deberíamos quedarnos? Desde el punto de vista de la cronobiología, la ciencia que estudia cómo el tiempo y la luz influyen en nuestros ritmos internos, la respuesta es clara. Y es que nuestro cuerpo está más alineado con un horario de invierno en el que se priorizan las horas de luz por la mañana, coincidiendo con el despertar, que los atardeceres tardíos, que en ocasiones pueden trastocar la producción natural de melatonina y entorpecer el descanso.

«Tenemos alrededor de 30 billones de relojes biológicos distribuidos por todo el cuerpo y la mayoría de ellos dependen en gran parte del contraste entre el día y la noche»

El cuerpo humano es una máquina que ha evolucionado durante cientos de millones de años para funcionar en armonía con los ritmos de la naturaleza. Especialmente, con los ciclos de luz. «Tenemos alrededor de 30 billones de relojes biológicos distribuidos por todo el cuerpo y, tal y como dijo en su día Aristóteles, la mayoría de ellos dependen en gran parte del contraste entre el día y la noche. Este es el principal mecanismo que necesita nuestro cuerpo para regularse y funcionar de forma armónica y saludable», explica Gonzalo Pin, especialista de la Unidad del Sueño de la Universidad Católica de Valencia. De ahí que, en opinión de este experto, lo más beneficioso para nuestra salud es alinearnos con un horario en el que podamos sincronizarnos al máximo con los patrones de luz.

Sincronizar ritmos circadianos

El motivo es simple. «La luz es el principal sincronizador de nuestros ritmos circadianos«, apunta Carla Estivill Domènec, directora de la Clínica Estivill del Sueño de Barcelona. Es decir, la luz es aquello que regula los mecanismos internos de nuestro cuerpo y que determina cuándo debemos estar despiertos, activos o preparados para dormir. Durante la mañana, la luz solar activa la producción de cortisol, la hormona que nos ayuda a mantenernos despiertos, atentos y con energía. Por la noche, cuando la luz se desvanece, la ausencia de luz es lo que le dice al cuerpo que empiece a producir melatonina y, finalmente, adentrarse en el sueño.

«La luz es el principal sincronizador de nuestros ritmos circadianos ya que es lo que regula los mecanismos internos de nuestro cuerpo»

Según explica esta especialista, necesitamos un horario en el cual las horas de mayor luminosidad coincidan con nuestra jornada laboral y de estudio, dado que eso garantiza la activación de las hormonas que nos mantienen despiertos, concentrados y con un buen rendimiento físico y cognitivo. También necesitamos un horario que no retrase excesivamente el atardecer, ya que eso entorpece la producción de melatonina, retrasa la hora de ir a dormir y favorece la falta de sueño. «Y el que más coincide con estos parámetros es el horario de invierno, ya que es el que concentra las horas del luz con el despertar y la mañana y, por lo tanto, nos ayuda a activarnos», comenta.

Empezar el día con luz

En estos momentos, en vísperas del cambio de hora, amanece entre las ocho y las nueve de la mañana en España. Tras pasar al horario de invierno, el amanecer se adelanta aproximadamente una hora, situándose entre las siete y las ocho en función de la ciudad. Con el horario de invierno, en Barcelona los primeros rayos de sol aparecerán alrededor de las 7:15, en Madrid a las 7:30 y en Vigo poco antes de las 8.

La luz natural al empezar el día favorece la activación del organismo, la concentración y la regulación del sueño

Según explican los expertos, esta dinámica permite que la jornada comience ya con luz natural, favoreciendo la activación del organismo, la concentración y la regulación del sueño, especialmente en los meses de menor luminosidad como es el caso del invierno. «Mantener el horario de verano haría que el sol no saliera hasta casi las nueve de la mañana en algunos puntos del país, lo cual va en contra de nuestros relojes biológicos ya que reduce la activación y el rendimiento, tanto físico como mental», comenta Estivill.

Otro factor a tener en cuenta, según recalcan los expertos, es la hora del atardecer. Con el actual horario de verano, hay meses en los que el sol no se pone hasta casi las diez de la noche. Y esto, desde el punto de vista de la cronobiología, también puede alterar los ritmos biológicos naturales ya que, en la práctica, la exposición prolongada a la luz ‘confunde’ al cuerpo enviándole señales erróneas sobre qué momento del día es, retrasando la producción de melatonina y, en algunos casos, hasta dificultando la conciliación del sueño. De ahí que los especialistas aboguen por mantener el horario de invierno también en verano para que el sol se ponga alrededor de las nueve de la noche y, así, adaptar nuestro ritmo al compás de la luz solar.

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