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Por Jorge Castro
Bosch es la mayor empresa de autopartes europea y una de las tres principales del mundo, y su producción ascendió el año pasado a 88.200 millones de euros en términos de valor; y la mitad se colocó fuera del continente europeo, y de ellas las tres cuartas partes tuvieron lugar en la República Popular.
Esto ocurrió cuando la orientación estratégica esencial de la industria automotriz alemana ha residido en volcarse hacia la producción de vehículos eléctricos, sustentada en la decisión del Gobierno de Bruselas de establecer como fecha final de vigencia de los automotores de combustión interna el año 2035.
Esta fecha tiene un significado histórico semejante a la decisión tomada por el gobierno de Angela Merkel (fue Canciller de la República Federal entre 2005 y 2021) de clausurar la totalidad de sus usinas nucleares en un plazo de 3 años; o quizás el verdadero ejemplo – la real metáfora – del año 2035 sea el ejemplo de Hernán Cortés de quemar las naves, y dar por terminada la pretensión, incluso de volver al pasado.
Esto significa que a partir de ese momento la regla en Europa será la vigencia plena y excluyente de los transportes eléctricos (Suv’s).
En términos globales, esto implica que a partir de esa fecha las pautas tecnológicas y la estructura de costos de la industria automotriz en el mundo serán las establecidas por China, convertida en ese plano de vanguardia, como en casi en todos los otros de la actividad manufacturera, el centro y eje del sistema mundial.
Esto le impone a Bosch, y en general a la industria alemana, el problema mayor de los costos de su fuerza de trabajo, que reúne la característica en la República Federal de ser los de mayor calidad del mundo y también los del nivel más elevado del sistema global.
Por eso, Bosch comenzó el año pasado un proceso de reentrenamiento de 400.000 de sus trabajadores de punta (dispone en total de 2,7 millones de asalariados) destinado a equiparlos técnicamente para la era de actividad eléctrica que se aproxima; y todo esto centrado en la asimilación de las nuevas pautas de productividad (y por lo tanto de costos laborales) de la industria suv’s china (o radicada en la República Popular) que es la vanguardia del sistema global.
Bosch advierte que el reentrenamiento de su personal de punta, sobre todo en materia de des-carbonización, implicará por necesidad la eliminación de una parte significativa de los actuales puestos de trabajo, comenzando por las cadenas de producción de motores de combustión interna.
La Cámara Europea de Autopartes estima que se recortarán no menos de 500.000 empleos en los próximos 12 años, con la advertencia de que se refiere siempre a trabajadores de los departamentos fabricantes de automotores (o de partes y componentes); en cuanto a los integrantes de los sectores de diseño, logística, y supervisión se les ofrecerán cursos para asimilar las nociones fundamentales de la Inteligencia artificial (AI).
La industria automotriz europea, en suma, no tiene otra alternativa que realizar un proceso de reestructuración en gran escala, con la recalificación completa de su fuerza de trabajo; y esto va a implicar inexorablemente un fenómeno de desocupación en masa, que se va a acentuar en la etapa final del periodo que lleva a 2035.
Alemania no ha conocido la desocupación masiva desde la década del ’30, donde fue acompañada por la hiperinflación, y la vigencia hegemónica del 3er Reich y Adolfo Hitler.
De ahí que la ocupación plena de la República Federal, que es su rasgo social distintivo, se ha tornado parte de la identidad nacional; y ahora se enfrenta con este desafío de la reaparición del desempleo en masa.
No hay vuelta atrás, no hay forma alguna de regresar a un pasado que ha sido superado irreversiblemente por la aparición del mundo asiático, en primer lugar China, convertida en la cabeza de la manufactura en el mundo.
Ante esta situación, Bosch sostiene la necesidad de desarrollar nuevas actividades automotrices, sobre todo las fundadas en la industria del “hidrógeno verde”, situada por encima y más allá de la opción entre motores de combustión interna y vehículos eléctricos.
Además, llegado a este punto la cuestión principal que se le presenta a Alemania, y en general a Europa, es realizar una opción fundamental y definitiva respecto a su relación y al significado de China.
En adelante no hay margen para ningún tipo de ambigüedad estratégica. De nada sirven las categorías de la Guerra Fría, que son un puro anacronismo.
Al mismo tiempo la gran autopartista alemana insiste en subrayar la necesidad de una integración cada vez más acentuada con la República Popular, sobre la premisa de que en Oriente está el núcleo del futuro de la industria del mundo; y por lo tanto es allí donde la manufactura alemana (que practica el principio de que “…solo la perfección es aceptable”) debe alcanzar su máximo esplendor.
La cabeza de la Segunda Revolución Industrial fundada en la industria automotriz siempre ha estado en manos de Alemania, que entonces se denominaba el Segundo Reich, y ahora es la República Federal.