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Por qué la escalada es mucho más que un deporte y se ha convertido en un estilo de vida único

La escalada se ha convertido en algo mucho más importante e inspirador que un deporte: es una forma de entender y vivir la vida. Ha acaparado buena parte del ocio en el día a día e incluso es epicentro de diálogo de las vacaciones de muchos practicantes. Ya sea un aficionado o aficionada de manera individual, por parejas, grupos de amigos o familias enteras, la escalada es el punto de partida de unos días en contacto con la naturaleza. La escalada ha cambiado incluso la manera de viajar, poniendo a la orden del día la furgoneta como vehículo preferido, ya que permite situar el lugar de descanso muy cerca de la pared o roca.

De la planificación milimétrica de expediciones profesionales a otras de aficionados y familias para una escapada de fin de semana o a una desconexión veraniega, con arnés y pies de gato dentro de la mochila (que no maleta). La evolución en las últimas décadas de todo lo que concierne a cuestiones de seguridad ha posibilitado que un deporte minoritario se haya convertido en un deporte de masas en todo el mundo, originando un atractivo turismo de escalada. No es de extrañar que hayan nacido agencias de viajes especializadas para dar respuesta a este tipo de demanda.

Viajes que siguen el rastro de las rocas

Si durante la semana los amantes de la escalada llenan rocódromos urbanos -que se han hecho un hueco entre las instalaciones de deportes tradicionales-, la poderosa fuerza de la naturaleza provoca que en momentos más amplios de ocio el ‘roco’ se cambie por ir al contacto de la piedra. Es una manera única de combinar relax, deporte, camaradería y una huida de la masificación.

Porque quienes abrazan la escalada como una pasión, las vacaciones o las escapadas eventuales no se planifican con guías turísticos o folletos donde aparecen fotografías de populares atracciones; el destino se elige según sus áreas de escalada, la calidad de sus paredes de roca, la diversidad de sus rutas… Zonas como Yosemite en Estados Unidos, Siurana o el psicobloc mallorquín en España, el icónico boulder de Fontainebleau en Francia, el Lake District en Reino Unido, Lofoten en Noruega, Grindelwald en Suiza, Dolomitas en Italia o Kalymnos en Grecia, por ejemplo, se convierten en mecas a las que peregrinar.

Grupo de adultos escalando / Shutterstock

Esta manera de disfrutar del ocio no se limita al rato en el que los escaladores se quedan colgados de una pared, también a la mencionada planificación del viaje y al propio desplazamiento. El número de escaladores que optan por furgonetas camperizadas o autocaravanas para explorar zonas remotas ha crecido exponencialmente. Estos vehículos no suponen solo una manera de desplazarse, sino una casa rodante que permite vivir días -o semanas- en lugares aislados, cerca de paredes admiradas o de sectores más recónditos. De este modo, la escalada se convierte absolutamente en un estilo de vida diferencial las 24 horas del día. El minimalismo, la autosuficiencia y las necesidades más sencillas triunfan frente al consumo innecesario y esta conexión con la naturaleza suele conllevar que los propios escaladores sean defensores activos de las zonas de escalada y sus ecosistemas locales.

Del gimnasio al roco: ocio en vertical

Al margen de esos momentos de ocio en días libres, la pared de un rocódromo urbano también se ha convertido en el epicentro social de muchos escaladores. Más allá de ser un lugar de entrenamiento, es un espacio donde se gestan amistades, se comparten desafíos en forma de presas en la pared y se celebran pequeños triunfos y evoluciones que generan unidad. Para algunos, ir al rocódromo después de la rutina del trabajo, las clases o la casa reemplaza otras formas tradicionales de entretenimiento (gimnasio) y diversión, convirtiéndose en su principal actividad social y física de la semana.

Esta manera de ‘utilizar’ el tiempo libre implica un estilo de vida saludable que exige un equilibrio entre fuerza física, técnica y estrategia mental. Cada desafío en la pared, adaptado al nivel de cada uno, desemboca en el éxito de superar un paso o una vía, lo que produce una sensación satisfactoria y muy beneficiosa para la salud mental.

La escalada no solo es un deporte, sino un estilo de vida que redefine cómo se vive, viaja y disfruta del tiempo libre. Es una pasión que va más allá del desafío físico y se convierte en una vía que une personas, inspira aventuras y conecta con el placer de enfrentarse a un muro y disfrutar del viaje, más que del destino.

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