Las lluvias torrenciales que están dejando los últimos coletazos de lo que Aemet ha bautizado como Alice (la primera dana con nombre propio) dan continuidad a varias semanas de episodios encadenados. El otoño va a ser largo: ni se va la lluvia ni desaparece el temor allá donde llueve sobre mojado. La vertiente mediterránea lleva una sucesión de fenómenos, una secuencia de fenómenos encadenados que tienen a la Comunitat Valenciana y otras regiones en un estado de alerta permanente, con los pitidos del móvil como sintonía de fondo y la cotidianeidad cancelada.
En este último episodio, la gran diferencia es que las lluvias torrenciales se están acumulando en zonas costeras, provocando inundaciones puntuales, pero reduciendo el riesgo de barrancadas como sí sucedió en Valencia el 29 de octubre de 2024, cuando un tren convectivo alimentó las cabeceras de los barrancos durante horas: una veintena de estaciones en la parte alta del Poyo superaron los 500 litros.
¿Pero dónde acaba la normalidad del clima mediterráneo propio de otoño y dónde comienza alguna anomalía que haya que constatar? Al habla Samuel Biener, climatólogo de la Universidad de Alicante y experto de Meteored. “En estos últimos años estamos detectando un aumento de la intensidad y la irregularidad de la lluvia en la vertiente mediterránea. Los estudios apuntan a que el responsable de esta situación es un chorro polar más ondulado. Es una corriente de aire a 9/11 kilómetros que en nuestras latitudes es la que dirige la circulación atmosférica. En los últimos años se está viendo que está trazando meandros más importantes y eso se traduce en un tiempo más extremo y más irregular, provocando importantes ascensos de aire muy cálido que provoca largos periodos de sequia; y también descuelgues de vaguadas, o de gotas frías que pueden provocar lluvias torrenciales si se dan unas circunstancias adecuadas que en los últimos años son cada vez más favorables”, explica.
El mar caliente
¿Cuáles son esas circunstancias que actúan de agravantes? De unas de ellas se lleva tiempo hablando, y es uno de los factores que convierte el Mediterráneo en un punto crítico del cambio climático: el aumento de la temperatura del mar. “Tenemos un mar cada vez más caliente y eso aporta un plus de energía para que las precipitaciones puedan intensificarse de manera extrema, como hemos visto en los últimos años. Estas situaciones se están volviendo más recurrentes en la vertiente mediterránea y no solo en otoño sino en otras estaciones del año”.
Junto al chorro polar, en los últimos años también se ha observado que hay una mayor influencia de la circulaciones subtropicales. Sería otro factor determinante, en opinión de Biener: “El año pasado en la dana de Valencia (29 de octubre de 2024) llegó una entrada de aire subtropical del Atlántico que cruzó África e impactó de lleno en el Mediterráneo. Lo mismo se puede decir con los restos de Gabrielle”, señala en referencia al huracán que llegó a España como borrasca extratropical. “Esto también se está volviendo más frecuente”, señala entre el cóctel de causas.
Tercer fenómeno: bloqueo
Biener apunta a otro fenómeno que también se está viendo estos días y está marcando el comportamiento de Alice. “Desde finales de la semana pasada tenemos un anticiclón de bloqueo muy persistente en las islas británicas que favorece una entrada muy marcada de vientos de largo recorrido marítimo cargados de humedad de levante, sobre un mediterráneo que aún está cálido. Alice no ha sido una dana como tal. No ha cumplido los requisitos técnicos, pero con muchos días de levante, el Mediterráneo cálido, la orografía (que en nuestra zona es muy importante) y la persistencia de este bloqueo que impulsa aire frío por el flanco sur del anticiclón, está provocando que se vayan sucediendo estos días las lluvias muy intensas”, apunta. “Estos factores de bloqueo parece que se están volviendo más frecuentes por el cambio climático, por estas ondulaciones del chorro polar. Si se mantienen las proyecciones, con un Mediterráneo más cálido y estas alternaciones en la circulación atmosférica, seguramente estos episodios se vuelvan más frecuentes en el futuro”, advierte.
Cambios de patrones meteorológicos
Estos expertos llevan tiempo anticipando que estos fenómenos pueden no ser extraordinarios. Hace un mes, en Meteored ya apuntaron a la existencia de ingredientes para tener una estación de lluvias torrenciales: «En el marco actual de calentamiento global, aparte del calentamiento que están experimentando las aguas mediterráneas, empiezan a observarse cambios en los patrones meteorológicos. La presencia de un chorro polar muy ondulado favorece tanto la presencia de grandes dorsales de aire cálido subtropical como la formación de danas en sus flancos», decían.
Biener añade: “Lo que estamos viendo estas semanas es una suma de diversos factores, es algo muy complejo pero la tendencia está ahí. Cada vez son más notorias estas influencias de un chorro polar más ondulado, que ya estamos viendo en nuestra geografía que las lluvias son cada vez más extremas y más irregulares. Y luego estamos también viendo en juego estos sistemas subtropicales que pueden potenciar las precipitaciones ya intensas de nuestra zona. A ellos se suma el Mediterráneo, que en los últimos años está volviendo frecuente alcanzar los 30 grados en nuestras aguas. Eso aporta un plus de energía que, en caso de inestabilidad, potencia las lluvias extremas y la aparición de fenómenos extremos como reventones o granizo gigante, que ya hemos visto este verano”, concluye a modo de resumen.
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