En un operativo desesperado por oxigenar sus reservas y cambiar la dinámica de su crisis, el gobierno de Javier Milei, ejecutó esta semana un nuevo fraude. La falsa “eliminación de retenciones” por tres días, lejos de ser un beneficio para los productores, se transformó en un regalo monumental de 1.500 millones de dólares a una decena de multinacionales agroexportadoras. El episodio, que finalizó abruptamente por una orden expresa del gobierno de Donald Trump, deja al desnudo la verdadera naturaleza del régimen: un felpudo del imperialismo y un administrador de los intereses de las corporaciones más concentradas.
La medida, anunciada por Manuel Adorni el lunes pasado, como una suspensión de los derechos de exportación hasta el 31 de octubre, tenía un objetivo claro en el marco del salvataje estadounidense. La idea era sencilla, capturar dólares frescos para las reservas del Banco Central. ¿Cómo hicieron la jugada? El gobierno liberó de impuestos a las exportaciones agropecuarias para incentivar la liquidación de divisas y así juntar entre 6.000 y 7.000 millones de dólares que le permitieran al gobierno libertario mostrar una falsa estabilidad de cara a las elecciones de octubre y cumplir con las presiones financieras.
Sin embargo, esta política de quita de retenciones exprés, demostró la complicidad directa del equipo de Luis Caputo con las grandes agroexportadoras. Sin establecer algún mecanismo de control que beneficiaran a los pequeños y medianos productores, el ministerio de Economía le liberó la zona a las exportadoras del agro para que lleven adelante un saqueo. Permitió que las cerealeras anotaran Declaraciones Juradas de Venta al Exterior (DJVE) sin ningún límite ni condición, sin exigir siquiera la acreditación de la tenencia de los granos.
El resultado fue un despojo a velocidad récord. En apenas 72 horas once multinacionales acapararon todo el cupo de los 7.000 millones de dólares, liquidando las divisas y embolsándose íntegramente los 1.500 millones que el Estado dejó de recaudar por las retenciones que no cobró.
Los beneficiarios tienen nombre y apellido: Bunge, LDC, Cofco, Viterra, Cargill, Molinos, AGD, CHS, Amaggi, ACA y ADM. Este pequeño cartel, que domina el flujo exportable del país, no cometió ningún delito según las reglas que el propio gobierno libertario estableció. Es más, le armaron el escenario para que se aprovechen de la necesidad extrema del equipo económico del gobierno por engrosar el nivel de reservas del Central.
Los productores, los supuestos destinatarios del beneficio, se quedaron con las manos vacías, casi sin tiempo de reaccionar ante una operación exprés diseñada para el gran capital. Tal vez, un movimiento que señala de mañera clara, cómo funciona la competencia en el capitalismo.
Pero el saqueo tenía una cláusula adicional escrita en Wahington. La medida de retenciones cero generó un inmediato rechazo de los productores de soja estadounidenses, quienes vieron cómo Argentina, con su soja más barata, le arrebataba mercados clave como China. La presión de la American Soybean Association llegó directamente al secretario del Tesoro de Trump, Scott Bessent, quien exigió el inmediato restablecimiento de las retenciones. El gobierno de Milei, que se jacta de una soberanía inexistente, obedeció sin chistar. Hoy jueves, apenas cumplido el cupo y con la orden yanqui sobre la mesa, las retenciones volvieron para la soja y el maíz, mientras se mantuvieron para la carne, mostrando el verdadero carácter de subordinación colonial.
Este episodio confirma el análisis de que el operativo de salvataje liderado por Trump tiene un objetivo cortoplacista. El de darle un respiro al gobierno para que llegue a octubre con un mínimo de oxígeno político y financiero. Los 7.000 millones ingresados al BCRA son un parche que no resuelve los problemas estructurales, pero que le permite a Milei y a Caputo simular una estabilidad fugaz.
El costo de este respiro lo pagamos todos los trabajadores: 1.500 millones de dólares que faltarán en las arcas públicas, dinero que se le niega a la salud, a la educación, a la discapacidad y a los programas sociales, y que fue transferido directamente a las cuentas de las multinacionales.
Queda en evidencia, una vez más, que este gobierno está para garantizar las ganancias de los monopolios y cumplir las órdenes del FMI y el imperialismo. El “ajuste a la casta” fue la gran estafa. La casta, representada por estas once megaempresas, no solo no fue ajustada, sino que fue premiada con una fabulosa donación de recursos. Mientras el pueblo sufre las consecuencias de un contexto recesivo, los Caputo y los Milei le sirven la mesa a los verdaderos dueños del poder económico para que se hagan un banquete a costa de la miseria general.
Frente a este nuevo pacto de coloniaje y entrega, la denuncia y la movilización son más urgentes que nunca. Hay que terminar con este gobierno de corruptos, ajustadores y entregadores, que actúa como un comité de crisis de las corporaciones.
La única salida real es la que plantea la izquierda: romper con el FMI, no pagar la deuda externa ilegítima, expropiar a estos grupos económicos y establecer un control obrero y popular sobre un comercio exterior nacionalizado, para que la riqueza que generan los trabajadores quede en manos de los trabajadores y no de una decena de multinacionales y sus testaferros locales.