La Casa del Rey elabora todos los discursos de Felipe VI siguiendo las líneas generales que marca el Gobierno central de turno. Como máximo representante del Estado español, el Monarca juega un papel clave en las relaciones diplomáticas y las intervenciones que realiza sobre esta materia, dentro o fuera del país, están escritas de manera especialmente cuidadosa para ajustarse al rumbo marcado por el Ejecutivo, a la vez que el Rey vela por el respeto al pluralismo social, expresado a través de los grupos parlamentarios.
Esta norma no escrita que sigue Felipe VI y que ya aplicó su padre, Juan Carlos I, le llevó este miércoles a no utilizar la palabra «genocidio» en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. El Rey no incluyó el término en su intervención porque calificar así lo que está haciendo el Gobierno de Israel en la Franja de Gaza es, en estos momentos, motivo de confrontación entre los dos principales partidos, el PSOE y el PP. Mientras el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, ha acusado varias veces al primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, de estar cometiendo un genocidio contra los palestinos, Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, prefiere evitar esa palabra y solo hace unos días empezó a usar el término «masacre», justo el que eligió el Monarca en la tribuna de la ONU. «Clamamos, imploramos, exigimos: detengan ya esta masacre», afirmó Felipe VI. «No podemos guardar silencio, ni mirar hacia otro lado, ante la devastación, los bombardeos, incluso de hospitales, escuelas o lugares de refugio; ante tantas muertes entre la población civil; o ante la hambruna y el desplazamiento forzoso de cientos de miles de personas…, ¿con qué destino?», incidió el jefe del Estado español para que quedara clara su posición de rechazo a las acciones del Gobierno de Israel.
Aznar y Ayuso
El Rey tenía en su mano incluir en su discurso la palabra «genocidio», con lo que habría coincidido al 100% con la Moncloa, pero ese gesto le habría alejado del PP, un partido donde, más allá del endurecimiento de los últimos días de Feijóo, hay voces, como las de José María Aznar e Isabel Díaz Ayuso, que mantienen posiciones muy tibias ante la operación militar lanzada por Netanyahu. «Si Israel perdiese lo que está haciendo sería poner al mundo occidental en el borde de la derrota total», ha llegado a declarar Aznar. Tampoco Vox, el tercer partido del Congreso, con 33 escaños, usa ese término para referirse a la masacre contra los palestinos.
Esta manera de actuar de Felipe VI tuvo otro antecedente reciente este mismo año, cuando el Gobierno de Sánchez le invitó a participar en el primer acto por los 50 años de la muerte de Franco. El Monarca sabía que el PP y Vox no están de acuerdo con rememorar esa efeméride y declinó la invitación.
El antecedente de Irak
Para localizar una situación similar vivida por su padre, Juan Carlos I, hay que retrotraerse a la invasión de Irak de 2003. Entonces, el Gobierno de Aznar apoyó la operación militar y se situó al lado de EEUU y el Reino Unido, una decisión contestada por la sociedad española en las calles y por la mayoría de los grupos parlamentarios del Congreso. Durante los días anteriores y posteriores al inicio de la guerra, Juan Carlos I mantuvo una estudiada ambigüedad.
«La Corona mantendrá su papel integrador al servicio de los valores democráticos y del interés general, respaldará en todo momento a las distintas instituciones del Estado en el ejercicio de las competencias que le atribuye nuestro ordenamiento jurídico, respetará el pluralismo social y los debates que corresponde desarrollar a las fuerzas políticas conforme a nuestra Constitución», afirmó el entonces Rey un día después de que hubieran empezado los bombardeos. Juan Carlos I se mostró deseoso de que «las fuerzas democráticas» españolas redoblaran «sus esfuerzos de diálogo y entendimiento» para «poder servir mejor a los intereses generales de España». En aquellos años solo Izquierda Unida exigió al Monarca una posición clara ante esa guerra. El PSOE, que estaba en la oposición y en contra de la invasión del país árabe, encajó bien la posición ambigua de la Zarzuela.
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