«Estamos todo el día hablando de la adaptación en I-3 y nadie habla de la adaptación en primero de ESO, curso que sí la requiere«, apunta Lucas Gortazar, investigador especialista en políticas educativas, quien recuerda que no es casualidad que 1º de ESO sea el curso de toda la educación obligatoria que acumula un mayor número de alumnos repetidores. Según el último estudio ‘Datos y cifras’ del Ministerio de Educación, la tasa de repetición en ese nivel en la educación pública –donde se da un salto de la escuela al instituto que no existe en la mayoría de centros concertados– es del 9,1%, cifra que choca con el 1,3% en sexto de primaria. Por sexos, en ese mismo curso, repiten mucho más ellos que ellas (un 8,7 frente al 5,8).
¿Está un niño de 12 años preparado para romper vínculos con un grueso de compañeros de primaria e ir al instituto, un espacio en el que no siempre conoce a los compañeros y que, incluso arquitectónicamente, está pensado para alumnado mayor? ¿Está bien diseñado un sistema que pasa de tener a niños trabajando en cajas de aprendizaje en los pasillos en sexto de primaria a tener, en primero de ESO, tres exámenes en una semana? ¿Debería parecerse más la escuela al instituto para facilitar la transición o, en cambio, el instituto debería acercarse más a la escuela, teniendo en cuenta que acoge una etapa obligatoria?
«Hay una fuga de alumnado escolarizado en sexto en la escuela pública que en primero de ESO pasa a la concertada para que el salto al instituto no sea tan bestia»
Lidón Gasull
— Directora de la Affac
Estas son algunas de las preguntas que se hacen las familias cuando sus hijos llegan a esa edad [normalmente cuando lo hacen los mayores, con los segundos las cosas se suelen vivir distinto]. Según los expertos, se trata de una cuestión que urge poner sobre la mesa en un momento en el que la escuela debe repensarse a fondo fruto de los cambios demográficos que están vaciando las aulas [la llegada de alumnado migrante evita la sangría, pero no revierte la bajada de nacimientos].
Desigualdad de condiciones
El asunto se arrastra desde hace 30 años. La aprobación de la LOGSE en 1990 dejaba atrás la EGB y hacía que el alumnado pasara de dar el salto al instituto a los 14 años a hacerlo dos cursos antes, a los 12 (o incluso a los 11, los nacidos durante el último trimestre del año). Un cambio, detalle no menor, que aplica solo a las escuelas públicas, ya que las escuelas privadas-concretadas optaron por ofrecer también los cuatro cursos de ESO (y en su caso el salto pasó a hacerse dos cursos después –en bachillerato– en vez de dos cursos antes). En la privada-concertada la tasa de repetición en primero de ESO baja hasta el 3,9, más de 5 puntos menos.
Existen dos cuerpos docentes distintos -maestros en primaria y profesores en secundaria-, con perfiles y condiciones laborales diferentes
A ojos de Lidón Gasull, directora de Associacions Federades de Famílies d’Alumnes de Catalunya (Affac), la actual división de las etapas –mayoritariamente organizada en el 3-16 en la privada-concertada y 3-12 en la pública– supone un agravio comparativo para el alumnado de la pública. «Tenemos detectada una fuga de alumnado escolarizado en sexto en el sistema público que en primero de ESO pasa a la concertada para que el salto al instituto no sea tan bestia«, señala Gasull, quien insiste en que, en un momento en que la bajada de la natalidad hace necesario cerrar grupos para evitar la segregación, «se podría aprovechar la coyuntura demográfica para replantear la organización de la escuela, y hacer, por ejemplo, los dos primeros cursos de la ESO en la escuela para dar tranquilidad a las familias [medida que este año ha empezado a impulsar la Comunidad de Madrid].
La mirada docente
Gasull apunta a otro aspecto no menor: «Parte del profesorado de secundaria viene de una muy cultura diferente, quieren tratar con niños más maduros, y no hacerlo les genera frustración; y hay que recordar que estamos hablando de una etapa obligatoria«, subraya.
«No puede ser que la última vez que estudió Matemáticas un maestro que está dando clases a niños sea cuando hizo 4º de ESO»
Lucas Gortazar
— Investigador
Gortazar señala también la cuestión docente. Se trata de dos cuerpos distintos [maestros en primaria y profesores en secundaria], con perfiles y condiciones laborales distintas. Mientras que en primaria, define el experto en políticas educativas, los maestros tienen un perfil más social y vocacional y menos académico, en secundaria sucede a la inversa.
A la pregunta sobre si la solución es acercar más la primaria a la cultura de la secundaria o la secundaria a la cultura de la primaria, Gortazar responde que las dos cosas. Aumentar el valor académico del cuerpo de primaria –»no puede ser que la última vez que estudió Matemáticas un maestro que está dando clases a niños sea cuando hizo 4º de ESO«, ejemplifica–; y el valor social en secundaria [«el conjunto del profesorado tiene que ser consciente de que se trata de una etapa obligatoria, de un derecho universal«, señala].
Modelo del instituto-escuela
En estos 30 años, por supuesto, ha habido elementos de mejora. «Los institutos de nueva creación ya nacen con otra identidad y es más fácil trabajar esa transición –pone sobre la mesa la portavoz de las familias de la escuela pública–. Además, la adscripción de las escuelas a institutos concretos también ha facilitado las cosas».
El aumento de horas de clase les afecta, pasan de 25 horas semanales en primaria a 32,5 horas en secundaria, y con un horario muy intensivo, en el que entran muy temprano y salen muy tarde
Maria Marcos
— Federació de Moviments de Renovació Pedagògica
Maria Marcos, presidenta de la Federació de Moviments de Renovació Pedagògica (FMRP), coincide con Gasull y con Gortzar en que las escuelas y los institutos tienen dos modelos de cultura educativa muy diferentes, cosa que acaba impactando en los niños. Desde la FMRP se muestran muy defensores del modelo instituto escuela (hacia el que Cataluña va avanzando aún muy tímidamente), porque permite abordar muchos de los elementos que detectan que afectan a esa transición.
Siete horas y media más a la semana
«Se trata de una sola etapa, la etapa obligatoria«, recuerda Marcos, quien pone sobre la mesa otra cuestión importante en el cambio: el horario. «En primaria tienen 25 horas semanales y en secundaria pasan a 32,5, y en un horario muy intensivo, entrando muy temprano, saliendo muy tarde, con horarios muy poco respetuosos con las necesidades de los niños de estas edades«, prosigue Marcos.
Otro elemento que afecta a los alumnos señalado tanto por Gasull como por Marcos es la figura del tutor. «En primaria tienen un tutor con el que pasan la mayoría de horas del día, un referente muy cercano. En secundaria, en cambio, sí cuentan con un tutor, pero el contexto es muy distinto, la cantidad de horas que pasan con él es sustancialmente inferior, y eso impacta en el nivel de vínculo con el alumnado y complica el seguimiento», considera Marcos.
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