El Real Madrid estaba esta temporada ante el reto nunca visto de ganar siete títulos. Una aspiración numérica que se correspondía con los méritos de la campaña pasada, en la que Ancelotti se sobrepuso a bajas tan importantes como la de Courtois y Militao. «Ganamos la Champions y en verano llegó el mejor jugador del mundo, pero en el fútbol uno más uno no son dos», aseguraba antes de la final de la Copa Intercontinental, el segundo trofeo de la temporada, después de la Supercopa de Europa. Lo único que pedía el italiano era «llegar vivo» al final de año. Una afirmación que llegaba desde la experiencia que le da una carrera de éxitos. Pero esta temporada el Real Madrid se ha desinscrito de los partidos grandes. Como si fuese un equipo menor, con 10, y con Mbappé, al que durante semanas acusaron de los problemas blancos, como único resorte. El francés volvió a sentirse como en el PSG.
Del 4-1 al 2-5 en apenas un año
«Aquel 0-4 sigue clavado en la cabeza de los jugadores blancos», aseguraba Carletto en la previa a una final en la que su equipo se volvió a hundir frente a un FC Barcelona renacido. Un proyecto, el de Flick, que ha crecido sin las excusas del pasado. Justo las que nunca ha buscado Ancelotti en los malos momentos, cuando siempre ha hablado de «un problema» que aseguraba tener localizado. Era una forma de hablar de un problema invisible que nunca ha conseguido resolver. A una plantilla como la del Real Madrid le basta la inercia para ganar en Liga a prácticamente todos los rivales. Nada que ver con el fracaso absoluto cosechado en Arabia Saudí, donde hace un año Vinicius daba la estocada a Xavi con un 4-1 que ha pasado en doce meses a ser un 2-5 sin apenas contestación.
Hasta el público de Yida cambió de signo al ver un 1-5 que iba camino del esperpento. Dicen los que viven en Arabia Saudí que esta ciudad costera es más tendiente al bando azulgrana, quizás por el mar Rojo y el aroma salino. Pero en el país que va a acoger el torneo hasta 2029 -o hasta 2034 si se confirma la declaración de intenciones anunciada por Rafa Louzán- el Real Madrid es una institución. Algo que ha trabajado a través de una escuela propia y, sobre todo, por su carácter ganador. Después del último clásico, el color de las camisetas les da más igual. Lo que quieren es un partido como el vivido en 2025. Un producto inconmensurable que refuerza el valor del fútbol español, pese a todo el ruido que le rodea.
El Real Madrid es el equipo de las mil vidas. Todo lo que le ha pasado a cualquier club del mundo ya lo ha vivido este equipo, carente de miedo, con lo que ello provoca. Es un carácter ajeno a la siniestralidad vial que es propia de cualquier entidad. El problema de la insensibilidad con el fuego es que te permite ser atropellado en una primera parte y sacar en la segunda un comodín del destino. La llegada de Mbappé en verano completaba el círculo. A un equipo netamente ganador se sumaba un líder que siempre había tenido un coraje victorioso aniquilado por los proyectos infructuosos del PSG, donde los millones irrigados solo le habían llenado de frustración.
La importancia de la Supercopa
La selección francesa le servía para su realización individual, aunque también de modo incompleto. El Mundial de 2018 parecía inaugurar una interminable historia de éxitos que se convirtió en un currículum millonario, con portazo al club en el que había soñado jugar toda su vida. Aunque más tarde lo que hubiera querido el Real Madrid y, a la vista de lo sucedido en Arabia, él también. Pero Mbappé ha vuelto a sentirse como en el PSG por un día. De no ser por su magnificente gol, que corrigió el error de un Vinicius que por primera vez se borró de una final, y de la expulsión de Szczesny que provocó, los de Ancelotti ni siquiera habrían maquillado el resultado.
Después de aguantar durante meses que él era el problema y que todo estaba en su cabeza, fue el único capaz de rebelarse ante el trágico destino de un Real Madrid que se dejó en Europa su épica. Para su desgracia, la sobreexposición mediática de la Supercopa ha hecho que el torneo de Arabia Saudí sea más importante que el torneo de verano que difuminaba rápido los errores por el inicio de Liga. A este Real Madrid no hay quien le cubra unas carencias propias de un equipo que ha dejado de serlo. Una suma de individualidades que nada tiene que ver con el club sacrificado que tumbó al Manchester City en un bestial ejercicio de resistencia y que se sobrepuso a todas las dificultades.