SOCIEDAD
Un fenómeno inusual se convirtió en el principal enemigo de la tranquilidad.
En el barrio porteño de Núñez, un fenómeno inusual se convirtió en el principal enemigo de la tranquilidad. Cada vez que el viento sopla con un poco más de fuerza, un edificio entero comienza a emitir un silbido ensordecedor que invade la vida cotidiana de quienes viven cerca. Se trata del Centro Empresarial Núñez, ubicado sobre la avenida del Libertador al 7200, un moderno complejo que, paradójicamente, terminó siendo fuente de un problema inesperado.
El ruido comenzó a percibirse a mediados del año pasado, cuando finalizaron los trabajos de revestimiento en la estructura. Desde entonces, vecinos como Dardo conviven con la incertidumbre de no saber cuándo volverá a activarse el silbido. “Al principio uno cree que es una alarma de auto o algún sonido aislado, pero después te das cuenta de que viene del edificio”, contó en una entrevista con Arriba Argentinos.
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Según relató, el sonido aparece principalmente en días ventosos y se asemeja al de un instrumento de viento a todo volumen. El arquitecto Andrés Bordagaray explicó en una reciente entrevista las razones detrás del fenómeno perturbador: “Es un efecto que se produce por cuestiones aerodinámicas o de vibración estructural. A partir de ciertos cambios normativos y con edificios cada vez más altos, se generan estas consecuencias”.
La cercanía con el río y la falta de reparos naturales agravan la situación. El viento circula con fuerza y, al chocar con algunos perfiles o cavidades de la fachada, crea lo que Bordagaray describió como “una suerte de garganta” que amplifica el sonido.
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La solución, sin embargo, no es sencilla. “Una vez construido, es difícil modificarlo. Habría que estudiar en detalle qué lo provoca exactamente, pero en general se requiere colocar algún tipo de complemento aerodinámico, como un alerón o deflectores, para desviar el viento y cortar la vibración”, indicó el especialista.
La empresa desarrolladora del complejo, Raxa, aún no informó públicamente qué medidas tomará para resolver el problema. Mientras tanto, el consorcio de propietarios y los vecinos de la zona enfrentan un dilema que crece con cada ráfaga. “Uno empieza a desesperarse y a ver qué se puede hacer”, admitió
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