Dice una antigua leyenda que en tiempos de verano, cuando las plantitas explotan de pequeñas perlas rojas, amarillas, anaranjadas o moradas, la iguana acude al piquillín, se acerca al pequeño tronco y le aplica un breve y certero coletazo. Este gesto hace vibrar las ramitas de la planta y desprende los frutitos maduros, que caen sobre la tierra, donde la iguana y demás animalitos pueden saborearlos sin pincharse con las agujitas de las ramas.
El mismo ancetral relato asegura que la iguana cuida al piquillín, y asegura su multiplicación, pues los animalitos dispersarán las semillas de los frutos comidos, dónde vayan por el monte.
Y que desde el inicio de las mujeres y los hombres sobre la tierra, la iguana permite que las niñas y los niños disfruten del piquillín, y también a los grandes de buena voluntad, mientras cuiden que siempre haya plantas de piquillines en los montes.
Será por eso que las familias productoras del monte, juntan el piquillín en los años de mucha fruta, cuando alcanza para todo el bicherio, copiando a la iguana: vibrando las ramitas finas y juntando sobre paños los pequeños frutitos dulces.
La cosecha exige mucha paciencia al igual que la preparación del arrope de piquillín, una delicia increíble de nuestro monte, que concentra el jugo de las frutas, siguiendo una lenta ceremonia ancestral (Hieronymus, Flora Argentina, año1882: «de la fruta se hace arrope”).
Los arropes son puro jugo concentrado de la fruta, con sus azúcares naturales y no deben contener ningún otro agregado. Fijate bien, se venden arropes con agregado de glucosa y de azúcar. Eso no es arrope!!!!
Los arropes de pura fruta de las familias productoras del monte cordobés, son revalorizados por sus propiedades energetizantes, mineralizantes y antioxidantes.
En La Patria, pleno monte árido, a 15 km al sur de Chancaní se producen estos arropes de piquillín.
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