Melenas largas y canosas, camperas de cuero y muchas tachas. Así se vistió el inmenso predio de Tecnópolis el sàbado 26 para recibir una nueva edición del Masters of Rock en Argentina. El ritual del heavy metal se hizo sobre dos escenarios gemelos y tuvo a Judas Priest a la cabeza en una grilla de 13 bandas.
El show de la histórica banda británica estaba previsto para las 20:05 pero eran las 20:25 y todavía no arrancaba. En ese momento, un presentador salió al escenario a ponerle cara al evento frente a un público impaciente. Había dos noticias y una era muy mala: Scorpions no iba a poder presentarse por una laringitis del cantante Klaus Mein pero Judas Priest iba a extender su show «en forma de recompensación».
La gente no se lo tomó tan mal. Ya habían pasado bandas como Horcas, Opeth, Queensrÿche, Savatage y Europe y el espectáculo principal seguía en pie mientras una bandera de la banda posaba en escena. Un rato después, empezó a sonar War Pigs y el show era inminente.
Cómo fue el show de Judas
Con un juego de luces impresionante, sonó una intro épica hasta que una guitarra rota y distorsionada irrumpió en escena para dar paso a los cinco integrantes de la banda liderada por Rob Halford.
Panic Attack abrió el show que duró más de 2 horas y tuvo un set list con 21 canciones. Si bien había personas de todas las edades, predominaba un público maduro que no saltaba tanto -como suele pasar en eventos de este tipo- pero sí admiraba muy atento los movimientos de una banda que tocó tema tras tema con muy pocos momentos para respirar.
La parafernalia de luces, visuales y escenografía fueron deslumbrantes. Sobre el escenario estaba el logo de la banda iluminado y los golpes a doble bombo bien latoso y metalero de Scott Travis eran acompañados por imágenes frenéticas de todo tipo: trenes, fuego, banderas, Nosferatu, letras y más.
La vigencia de Rob Halford y el virtuosismo de la banda
A pesar de todo eso, Halford, que lució distintos vestuarios durante la noche, fue la atracción principal. Con muchísima autoridad y unos agudos inalcanzables para cualquier ser humano de su edad, demostró una vez más lo bien que le queda el apodo de «Dios del Metal». El cantante no se sobre exige porque con lo que tiene es suficiente.
Rápidamente sonaron los hits. Breaking the law fue el cuarto tema de una banda que sonó tan aplanadora como prolija. Con sus lentes negros y la barba larga que lo caracteriza, Halford dirigió la batuta en el escenario. «Lets, go», arengaba en una de sus pocas intervenciones.
Halford no perdió la oportunidad para recordar que hace 50 años grabaron su primer disco. «Nuestro destino era este», afirmó. También hizo que el público repita sus coros a capela mientras recorría de punta a punta el escenario. El clásico juego que hacen muchos cantantes terminó con el frontman haciendo reír a la gente por tirar una melodía mucho más difícil.
El bombo y el bajo golpeaban en el pecho de quienes estaban en Tecnópolis y las brillantinas entre tachas de los artistas llamaban la atención. Otro que tuvo mucho protagonismo fue Richie Faulkner que, más de una vez, abrió las canciones con sus solos. El guitarrista brilló y le dio a los metaleros lo que fueron a buscar: virtuosismo puro.
El homenaje al Papa Francisco y un final incendiario
Argentina le brindó mucho cariño a la banda y esta se lo devolvió: a mitad de show una imagen del Papa Francisco junto a Lionel Messi apareció en la pantalla como homenaje. El público se fundió en aplausos para corear a gritos el apellido del cantante y él se sentó, cerró los ojos para gozar el momento y tirar un beso al cielo.
Llegando al final, el batero quedó solo en escena y agarró el micrófono para preguntarle al público qué tema quería escuchar. Casi al unísono, la respuesta fue Painkiller. Siguiendo con la puesta en escena abrumadora que mantuvieron durante todo el show, sonó la canción mientras de fondo aparecían imágenes de antaño.
Después salieron de escena para volver en unos minutos con The Hellion y Electric Eye. Todavía quedaba un poco de Judas Priest y Halford, si bien se lo notaba un poco cansado, sabía como jugar los últimos minutos. El resto es historia: la Harley Davidson en Living After Midnight, un cierre incendiario y la promesa: «The priest will be back».