En el bullicio luminoso de cada feria, entre atracciones, música y aromas dulces, hay nombres que se vuelven parte inseparable del paisaje festivo. Uno de ellos es el de Mari Carmen Leiva, de 50 años, una feriante de Aguilar que lleva 23 años recorriendo Andalucía con un propósito claro: mantener viva la esencia de los productos artesanos y acercarlos al público con la autenticidad de siempre.
El marido de Mari Carmen nació y creció en el mundo feriante. Desde pequeño aprendió que las ferias no son solo eventos: son una forma de vida marcada por las rutas, el trabajo duro y la conexión directa con la gente. Junto a la familia que formó ha recorrido pueblos y ciudades, hasta el que ahora es un equipo de cuatro personas que comparten vocación y responsabilidad.
“Es un trabajo muy sacrificado”, afirma Mari Carmen, consciente de que los horarios extensos y los kilómetros a cuestas se compensan con la satisfacción de ver a los clientes volver año tras año.
El sabor del invierno en Aguilar de la Frontera
Desde hace cinco años, Mari Carmen ha encontrado un punto fijo imprescindible en el calendario: su puesto de turrones y productos artesanos en el Paseo de las Coronadas de Aguilar de la Frontera. Allí, cuando se acerca la temporada navideña, despliega un mostrador lleno de colores, texturas y olores que invitan a detenerse. Este año han incluido la novedad de buñuelos.
Turrones tradicionales, dulces de almendra, miel pura, chocolates artesanos, productos de elaboración familiar como garrapiñadas. Cada pieza es seleccionada con mimo para ofrecer lo que consideran fundamental: alta calidad al mejor precio. No se trata solo de vender, sino de transmitir un legado culinario que pasa de generación en generación. De hecho, colocaron el puesto en ese lugar emblemático para llamar la atención y que el pueblo respondiera. Así ha sido y los aguilarenses responden cada año a la llamada de los Productos ArtesanosTurrones Mi Belén, desde 1942.
Una familia unida por el oficio
El negocio no sería posible sin la participación de toda la familia. Mientras unos atienden, otros preparan mercancía, gestionan pedidos o buscan nuevos proveedores artesanos para seguir ampliando la oferta. La unión familiar es el motor que impulsa el negocio, y eso se nota en la calidez con la que tratan al público.
Quienes se acercan al puesto no solo compran un turrón; se llevan una recomendación personalizada, una conversación amable y, en muchos casos, una tradición repetida cada año.
Tradición que perdura
En tiempos donde lo rápido y lo industrial gana terreno, Mari Carmen y su familia defienden la artesanía como forma de resistencia y como valor irrenunciable. Sus garrapiñadas artesanas y turrones —como la yema tostada, el duro con miel o el de Jijona artesano, entre otros— mantienen el sabor de siempre, ese que evoca reuniones familiares y noches de invierno.
El Paseo de las Coronadas se ha convertido en un pequeño punto de encuentro para clientes fieles que esperan su regreso cuando empieza el frío. Y Mari Carmen, con más de 20 años de oficio, sigue disfrutando cada momento detrás del mostrador.
Una historia de esfuerzo y dulzura
La historia de Mari Carmen Priego Leiva es la de muchas familias feriantes que mantienen viva una tradición itinerante que forma parte del patrimonio cultural aguilarense. Pero también es una historia singular: la de una mujer que, con constancia y pasión, ha hecho de la artesanía su forma de vida.
En Aguilar de la Frontera, ya hay quien dice que la Navidad no empieza oficialmente hasta que el puesto de Productos Artesanos Turrones Mi Belén aparece en el Paseo de las Coronadas. Y quizás sea porque, más allá de los productos, lo que ofrece es mucho más difícil de encontrar: cercanía, autenticidad y ese sabor de siempre que nunca pasa de moda.
