Las viviendas diseñadas para personas mayores se están abriendo paso en España, pero con importantes frenos que impiden que su extensión alcance el nivel de otros países europeos. Según los datos recopilados por la Federación Empresarial de la Dependencia (FED), existen más de 5.400 viviendas diseñadas para ayudar a las personas en su proceso de envejecimiento, lo que tan solo supone el 0,02% del parque de 27 millones de inmuebles que existe en España.
Uno de los principales frenos a este modelo es que aún no existe una ley estatal que regule este tipo de viviendas y solo seis autonomías han dado pasos para encuadrar las viviendas colaborativas en su cartera de servicios sociales. Ante ello, existen versiones muy diversas y con nombres también dispares: ‘coliving’, ‘cohousing’, vivienda colaborativa, vivienda con servicios, con acompañamiento, comunidades de convivencia…
Estos son los principales modelos, según expuso Victòria Coll, directora ejecutiva de l‘Àrea Social del Consorci de Salut i Social de Catalunya, recientemente en el Congreso Internacional Dependencia y Calidad de Vida.
En algunas residencias de mayores y otros centros residenciales existen dormitorios privados para grupos reducidos, de un máximo 18 personas, que comparten cocina, salas de estar y baños adaptados. Son como miniapartamentos diseñados para personas con un grado de dependencia medio y alto, que disponen en estos espacios de servicio médico, asistencia personal y actividades recreativas. El ambiente es familiar y de apoyo mutuo.
Para personas autónomas, que desean vivir en un ambiente que fomente los cuidados colaborativos entre los vecinos, existen soluciones llamadas ‘cohousing’, ‘coliving’, viviendas colaborativas u otros nombres similares. Normalmente se trata de viviendas pequeñas, en régimen de cooperativa, donde la propiedad es colectiva y se paga por el uso de la vivienda, las zonas comunes y los servicios de los que disponen. Existe el ‘coliving’ para personas de todas las edades y también el ‘coliving’ sénior, donde se suelen realizar actividades que fomentan las relaciones vecinales, con el fin de favorecer el cuidado mutuo entre vecinos y disminuir la soledad no deseada que acecha a muchas personas mayores. A veces, estos modelos tienen un diseño y una gestión colectiva, es decir, de forma democrática los residentes deciden qué actividades o servicios van a tener y a quien contratarlos, cuando llegue el momento de que empiecen a ser dependientes. Es decir, no siempre disponen de servicios profesionales.
También existen viviendas diseñadas para personas mayores pero sin servicios asistenciales comunitarios, más allá de un conserje. Suelen tener amplias zonas para realizar actividades o reunirse, con el fin de fomentar la amistad entre residentes y combatir así la soledad no deseada. También se fomenta el apoyo mutuo entre vecinos.
Son para personas que quieren vivir de manera independiente, pero que, al prever el posible deterioro o afrontando ya los primeros síntomas, no quieren ser cuidados por sus familiares y optan por viviendas que cuentan con apoyo profesional, como servicios sanitarios o asistentes personales. En estas viviendas se ofrece una atención flexible y adaptada a cada residente, según su evolución. Y una de las ventajas de este modelo es que permite ahorrar costes, con respecto a la inversión que requiere contratar a los profesionales de forma individual. Los regímenes son variados, algunos son viviendas de propiedad colectiva y otros de alquiler social.
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