La noticia de la muerte de Daniel Willington vuelve inevitablemente la memoria a uno de los capítulos más gloriosos de su carrera y de la historia de Talleres: el gol en Alberdi, aquel disparo imposible que cambió para siempre la rivalidad cordobesa.
Corría 1974 y el clásico definía el título de la Liga Cordobesa. En la revancha ante Belgrano, con el marcador cerrado y un clima cargado de tensión, Willington ingresó en el segundo tiempo. Un tiro libre lejano, a casi treinta metros del arco celeste, se transformaría en una postal eterna. “Lo iba a patear Cacho Taborda. Se lo pedí porque tenía bronca por lo que me gritaban los hinchas. Quería pegarle fuerte, con bronca, tirar la pelota a la calle”, recordó años más tarde el propio “Loco”.
Lo que siguió fue un instante de historia: la pelota superó la barrera, rozó el travesaño y entró al arco de Tocalli. El Gigante de Alberdi quedó mudo. Talleres se encaminó al triunfo 2-0 —con otro tanto de Oscar Fachetti— y se consagró campeón, clasificando al Nacional ’75.
Con su habitual modestia, Willington solía restarle dramatismo al hecho:
“Para mí fue solo un partido de fútbol y un gol que significó mucho para el club, pero era mi trabajo. El gol fue de suerte.”
Sin embargo, ese disparo fue más que un tanto de tiro libre. Fue el inicio de un ciclo que llevaría a Talleres a los torneos nacionales y lo colocaría entre los grandes del país. El juez de aquel partido, Hugo Bergonzi, reconoció años después:
“No vi el gol. Cuando giré, la pelota ya volvía al campo. Me guié por el asistente que corrió al centro. Pero fue un golazo, de esos que se hacen una vez en la vida.”
X de Club Atlético Talleres
La prensa de la época lo definió como “un cañonazo” y “una obra maestra del fútbol cordobés”. Incluso El Gráfico destacó la reacción del público rival: “En la tribuna de Belgrano se alzaba el murmullo de admiración para el rival respetado. Como debiera ser siempre”.
Hoy, tras el fallecimiento de uno de los ídolos más grandes de Talleres, ese gol sigue vivo en la memoria de los hinchas. Fue mucho más que un tanto decisivo: fue el gesto que sintetizó el carácter y el talento de Daniel Willington, el hombre que con un derechazo escribió una de las páginas más recordadas del clásico cordobés.
