En el barrio Las Vertientes de Villa Carlos Paz, la emoción se respiró en cada rincón. Ketty Mas, nacida en Rafaela, Santa Fe, cumplió 100 años el pasado 3 de agosto y este viernes fue sorprendida por familiares, amigos y vecinos con una fiesta que quedará en la historia de todos. La cita fue en el Hotel Mónaco, donde la homenajeada llegó engañada por su propio hijo —“el último que me tenía que engañar”, bromeó— con la excusa de “tomar algo juntos”.
La celebración fue el punto culminante de una vida marcada por la energía, la curiosidad y el espíritu sociable. Ketty se casó en 1949 con Oscar Mas, y en 1982 se instalaron en Carlos Paz después de un viaje a Europa que los inspiró a buscar un lugar con agua y montañas. En esa búsqueda, descubrieron la casa de sus sueños en Las Vertientes: un hogar con árboles, jardín amplio y la paz que ella siempre había anhelado.
Infancia en el campo y carácter indomable
Ketty recuerda con emoción sus años de niñez en el campo, rodeada de animales, caballos y perros, y compartiendo travesuras con sus dos hermanos y cuenta a EL DIARIO. “Yo era la mayor, por lo tanto, la jefa de las travesuras”, cuenta. Esa infancia le dejó recuerdos imborrables: las cosechas, las marcadas de animales y la vida al aire libre.
Más tarde, sus padres la enviaron a un colegio de monjas durante 12 años. Allí, su carácter rebelde le valió el apodo de Tormenta de verano. “No me interesaba estudiar en los recreos, prefería comprar empanadas y hacer lío. Lo que no aprendí en casa, no lo iba a aprender en cinco minutos”, recuerda entre risas.
Una vida activa y llena de pasiones
La vitalidad de Ketty fue siempre una marca registrada. Practicó yoga hasta los 82 años y jugó al tenis hasta los 80. Le apasionan el crochet, la lectura, las palabras cruzadas y el cuidado de las plantas. “No uso celular ni computadora, y me sé de memoria los teléfonos de mi hijo y de mis nietos”, dice con orgullo. Mira todos los noticieros y se mantiene informada de la actualidad política.
El barrio, su lugar en el mundo
Al describir Las Vertientes, Ketty lo define como un lugar “lindo, amistoso y silencioso”, salvo por el “ruidito” ocasional de los niños en la plaza, que para ella es un sonido bienvenido. “Me encanta mi barrio. Cuando quiero ruido voy al centro, y cuando quiero paz, vuelvo a casa”, afirma.
La receta para llegar a los 100
Sin dudarlo, asegura que no existe una fórmula mágica: “No hay receta. Hay que vivir la vida con fe y esperanza. Si viene un momento malo, saber que va a pasar, y después vendrá lo bueno. Siempre elegir el término medio”. También reconoce que su esposo y sus padres fueron pilares fundamentales, incluso cuando no comprendía algunas de sus decisiones.
En la fiesta, rodeada de globos dorados, el número 100 en letras plateadas y un clima cargado de afecto, Ketty agradeció emocionada: “Fue un gusto enorme verlos a todos juntos. Engañada, pero feliz. Si me lo hubieran dicho, igual hubiera venido”.
La tarde se cerró con aplausos, brindis y el recuerdo imborrable de una mujer que, con un siglo de vida, sigue siendo un ejemplo de energía, lucidez y amor por la comunidad.