InicioSociedadLa guerra comercial y las tierras raras lastran las expectativas de la...

La guerra comercial y las tierras raras lastran las expectativas de la cumbre UE-China

El regreso de Trump con sus aranceles para todos sugería una jubilosa celebración del 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Unión Europea y China. Un ambiente pesaroso, sin embargo, reina en la víspera de la cumbre del jueves en Pekín, con nuevos pleitos sumados a las solidificadas fricciones sobre comercio y geopolítica. Un acuerdo es quimérico, bastaría con un comunicado conjunto de mínimos.

Sobran indicios para el pesimismo. Estaba planeada una cumbre de dos días pero China anuló el segundo, una reunión de negocios en la provincia central de Anhui, para subrayar su frustración por la falta de progresos y devolverle el feo a Bruselas, que antes había cancelado un par de foros conjuntos. El programa se condensa en la capital, donde la presidenta del Consejo, Ursula von der Leyen, y el del Consejo, Antonio Costa, se verán con el líder chino, Xi Jinping, y el primer ministro, Li Qiang.

Bruselas y Pekín han recuperado su dinámica de castigos cruzados que parecía congelada. La primera expulsó a las compañías chinas de las licitaciones de equipamiento médico y poco después la segunda estableció sus límites a la compra de máquinas europeas. El lunes lamentó China las sanciones europeas a dos de sus bancos por «prestar servicios de criptomonedas» a Rusia en su guerra en Ucrania, según Bruselas. «Dañará las relaciones comerciales y económicas», replicó el Ministerio de Comercio chino. No son medidas muy dañinas pero fijan el clima.

Minerales raros

Los minerales raros son un nuevo frente. Europa es un daño colateral del cierre del grifo chino en el contexto de su guerra comercial con Estados Unidos. A Bruselas le frustra que Pekín no dé licencias de importación de larga duración a sus empresas o cualquier otra solución. Ocurre que las tierras raras se han revelado como el as de oros chino, capaces de rendir a Trump, y Pekín busca poderosas contraprestaciones: quizá recuperar el gran acuerdo de inversiones bilateral, pausado durante años, o el fin o recorte de los aranceles a sus vehículos eléctricos.

El resto es conocido. Europa lamenta las barreras al mercado chino y los subsidios estatales que allanan la «inundación» de productos imbatiblemente baratos. A China le solivianta el proteccionismo europeo y alega que sus exportaciones no difieren del comercio de Occidente de toda la vida.

Suman ya décadas China y la UE con los mismos conflictos y sin solución a la vista. En Europa ven ahora a los negociadores chinos muy crecidos y escasamente inclinados a las concesiones tras haber sometido a la primera potencia mundial en apenas 18 días, los que mediaron entre los cañonazos arancelarios de Trump y su petición de tablas.

Castigo a industrias clave

En China suelen preguntarse cómo pretende Europa unas relaciones armoniosas castigando a sus industrias claves como la automovilística o la tecnológica. Y ambos, chinos y europeos, temen que la otra parte acabe firmando acuerdos con Trump que los orille.

La compartida condición de víctimas de los aranceles de Washington y la sintonía en asuntos medioambientales y globalizadores acercó a Europa y China. La visita a Pekín del presidente español, Pedro Sánchez, pareció anunciar una nueva era en la que China era un socio de la UE y no un competidor ni rival.

Algo se ha torcido desde entonces. Von der Leyen ha recuperado su discurso más afilado contra Pekín, acusándola de alimentar «la economía bélica rusa» o de usar su monopolio en las tierras raras «no sólo cómo argumento negociador sino como arma para socavar a sus competidores en industrias clave».

China asume como inevitables los conflictos con Estados Unidos en su pugna por el trono global. Con Europa, repite su prensa y diplomacia, no hay razones de fondo para la pelea y sí muchos intereses comunes. Ucrania y el comercio se empeñan en contradecirlas.

Suscríbete para seguir leyendo

Más noticias
Noticias Relacionadas