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Trump endurece su campaña contra medios, periodistas y cualquier crítico

En el último informe de Reporteros sin fronteras sobre la libertad de prensa en el mundo Estados Unidos ocupa el puesto 57 en una lista de 180 países, por detrás de Mauritania, Ghana, Panama, Liberia, Rumania y Sierra Leona. Dudosamente el país vaya a subir ninguna posición, sino más bien todo lo contrario, mientras Donald Trump siga en la presidencia.

En este segundo mandato el republicano ha endurecido su campaña personal y gubernamental contra empresas de prensa, medios de comunicación, periodistas y cualquiera que considere crítico, ya sea un encuestador que realiza un sondeo que cree desfavorable como editoriales o autores o incluso la junta que entrega los premios Pulitzer. Es una estrategia a la que se están sumando grupos y figuras conservadores y de poder político o económico, ya sean la Federalist Society y Heritage Foundation o grandes corporaciones, y las consecuencias se dejan sentir.

La semana pasada se produjeron tres grandes sacudidas que ratifican el movimiento tectónico que está provocando Trump. Por una parte, se produjo el anuncio por parte de CBS de que cancelará el programa de ‘late night’ de Stephen Colbert, un reputado cómico y frecuente crítico del presidente. Por otra, el mandatario firmó legislación que retira 1.100 millones de dólares de financiación pública a PBS y NPR, la televisión y la radio públicas, conquistando una meta largamente acariciada por los conservadores. Por último, Trump presentó el viernes una demanda contra ‘The Wall Street Journal’, su propietario Rupert Murdoch, otros empresarios y directivos y los periodistas que la víspera publicaron una información sobre una carta de contenido soez que, supuestamente, preparó para el 50 cumpleaños de Jeffrey Epstein y cuya veracidad niega. Les pide 20.000 millones de dólares.

En el sonado cese de Colbert, que llegará cuando expire su contrato en mayo del año que viene y tras el que no se renovará el programa con otro presentador, laten realidades sobre el declive del modelo de negocio de la televisión tradicional por el auge del streaming y los nuevos usos de consumo y por la caída de ingresos publicitarios. Son problemas reales y los que ha esgrimido la cadena para tratar de justificar su decisión como una adoptada por motivos “puramente financieros”. Pero eso obvia que hay otros elementos en este caso que obligan a enmarcarlo en la política y en la libertad de prensa y de expresión que asfixia el presidente.

El «gran orondo soborno» de CBS

Paramount+, la matriz de CBS, había sido demandada por Trump por la edición que el programa ’60 minutos’ hizo en la campaña electoral de una entrevista a su rival demócrata, Kamala Harris, acortando una respuesta sobre Oriente Medio (que se había visto con otro corte en otro programa de la cadena). Aunque todos los expertos en comunicación no veían ningún mérito a la demanda, la empresa acabó sellando el caso y el 2 de julio aceptó pagar 16 millones de dólares.

No era meramente otra claudicación ante una demanda interpuesta por Tump, similar a la que meses antes realizó la cadena ABC, que aceptó cerrar con 15 millones de dólares destinados a la biblioteca presidencial del republicano una demanda que este había interpuesto contra un periodista que dijo que había sido condenado por “violación” en el caso de E Jean Carroll (lo fue por “abuso”). Paramount+ está pendiente de que la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC por sus siglas en inglés) apruebe una fusión con Skydance (una empresa que dirige David Ellison, hijo del aliado de Trump, fundador de Oracle e inversor en X Larry Ellison).

La propia FCC, a cuyo frente desde el retorno de Trump a la Casa Blanca está Brendan Carr, había abierto una investigación sobre la edición de la entrevista de Harris en CBS como parte de su estudio de la fusión de Paramount+ y Skydance. Y aunque Carr intentó decir que era una decisión independiente, como se supone que es su agencia, el propio Trump se encargó de dejar claro que estaban vinculadas.

El lunes pasado, tras unas vacaciones, Colbert se refirió en el monólogo de su programa al acuerdo de Trump con Paramount (cuya consejera delegada, Shari Redstone, sugirió con anterioridad aparcar historias negativas de Trump en la cadena hasta que la fusión con Skydance estuviera autorizada). Con su estilo clásico de humor, Colbert denunció directamente que el pago a Trump. “Creo que este tipo de acuerdo financiero complicado con un cargo oficial del gobierno tiene un nombre en círculos legales: es un gran orondo soborno”, dijo (una idea de chantaje que, según se ha publicado, también barajaron inicialmente abogados de la cadena para oponerse al acuerdo). 

Tres días después del comentario en antena, llegó el anuncio de su cese y Trump lo celebró con un mensaje en Truth Social en el que se mostró pletórico. “Adoro absolutamente que Colbert haya sido despedido. Su talento era incluso menor que sus índices de audiencia. He oído que el próximo es Jimmy Kimmel”, escribió apuntando a otro cómico con programa nocturno que suele ser crítico con él, así como (sin nombrarlo) a Jimmy Fallon. Solo defendió a Greg Gutfled, que tiene un programa en Fox News.

Luego se ha sabido que el martes David Ellison, tuvo un encuentro con Carr, de la FCC, sobre la fusión con Paramount¡. En esa reunión, según documentos de la agencia, tanto el empresario como su abogado «hablaron del compromiso de Skydance con el periodismo imparcial y con abrazar puntos de vista diversos, principios que asegurarán que la toma de decisiones editoriales de CBS refleja las variadas perspectivas ideológicas de los espectadores estadounidenses”. 

Ellison también ha estado en conversaciones para adquirir el sitio de noticias conservador ‘The Free Press’, de Bari Weiss. Y en CBS ha habido otras dimisiones por la deriva de apaciguamiento ante Trump de la empresa matriz, incluyendo de un reputado productor de 60 minutes y de la vicepresidenta de noticias de la cadena.

El WSJ, demandado y fuera del ‘pool’

El choque de Trump con ‘The Wall Street Journal’ por la publicación sobre la carta para el 50 cumpleaños de Epstein no ha quedado solo en la desorbitada demanda. Este mismo lunes se anunciaba que el rotativo no entrará en el ‘pool’ de medios que cubrirán el viaje de Trump a Escocia y la Casa Blanca no ha ocultado que es un castigo.

Karoline Leavitt, la secretaria de prensa, ha dicho en un comunicado que “debido a su conducta falsa y difamatoria, no serán uno de los 13 medios a bordo (en la cobertura). Todos los medios de todo el mundo quieren cubrir al presidente Trump y la Casa Blanca ha dado pasos significativos para incluir tantas voces como sea posible”.

Ya con anterioridad la Casa Blanca sacó del ‘pool’ y limitó acceso a actos del presidente a la agencia Associated Press por negarse a llamar al Golfo de México con el nombre que le ha dado Trump, “Golfo de América”. La Casa Blanca se ha arrogado las funciones para formar ese grupo de periodistas de las que hasta ahora se encargaba la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca y se ha abierto especialmente a medios e influencers conservadores y de extrema derecha.

Más allá de la prensa

Expertos y observadores analizan con preocupación y alerta los pasos de Trump, cuya fiscal general, Pam Bondi, también ha anulado reglas que impedían al Departamento de Justicia espiar a periodistas que sospecha que hablan con fuentes que dan información secreta o clasificada.

Trump no es el primer líder estadounidense que abraza la idea de usar la presión del gobierno (por ejemplo poniendo en cuestión la aprobación de fusiones empresariales) para aplacar el disenso y mandar el mensaje de que quienes hablan en su contra pagarán un precio, pero sí es el que lo está haciendo más abiertamente. Ha conseguido que se plieguen grandes empresas de medios como el ‘Los Angeles Times’ o ‘The Washington Post’ y la alineación con sus ideas y tácticas de gigantes tecnológicos como Meta y está inspirando una represión de la crítica que se extiende a otros sectores.

David Enrich, periodista de ‘The New York Times’, publicó hace unos meses un libro titulado “Asesinar la verdad”, que habla de la campaña de Trump y otros poderes por reprimir cualquier crítica o el disenso. En el último episodio de ‘The Lever’, el podcast del exasesor de Bernie Sander David Sirota, Enrich hablaba del caso de United Healthcare, el titán de sanidad y seguros que ha estado presionando desde a un doctor de Texas que les criticó en instagram hasta a un documentalista de Wisconsin también crítico, logrando que ni Amazon ni Vimeo distribuyeran su película.

“Decenas de abogados, muchos con décadas de experiencia, me han dicho que la popularidad de tácticas legales amenazantes está subiendo a niveles sin precedentes. En ese ambiente, el camino más seguro a menudo parece ser evitar escribir sobre cualquier persona o cosa que huela a controversia o cualquiera con inclinación o capacidad para contratar abogados agresivos. Es una forma de censura callada que la ciudadanía no puede escuchar”.

“Cuando los ciudadanos deben pensar dos veces sobre criticar y oponerse al gobierno porque podrían enfrentar represalias del gobierno ya no viven en una democracia plena”, ha escrito recientemente el estudioso del autoritarismo Stephen Levitsky. “El uso como arma por parte de la Administración Trump de agencias del gobierno y las acciones de castigo contra los críticos ha subido el coste de la oposición para muchos estadounidenses”.

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