“Me encantan las vírgenes, con sus vaginas firmes, sin enfermedades, sin olores ni nada… Puro placer”, confiesa un chaval de 16 años, Telly, justo después de haber seducido y desflorado a una niña de 12. Mientras él alardea de su hazaña delante de su amigo Casper, Jenny descubre que es seropositiva y que por tanto Telly también lo es -no ha tenido sexo con nadie más que él-, así que la joven se lanza a las calles de la ciudad con el fin de encontrarlo y avisarlo, para evitar que siga desvirgando mocosas y sembrando destrucción con la misma naturalidad con la que escupe en la acera. Horas después, tras quedar inconsciente en el transcurso de una fiesta, Jenny será zarandeada por Casper como una muñeca de trapo y violada mientras chavales en edad de ver dibujos animados duermen la mona justo a su lado.
Más o menos así se resume la peripecia argumental de ‘Kids’ (1995), que sigue siendo una de las películas más controvertidas jamás estrenadas comercialmente ahora que se cumplen tres décadas desde que aterrizó en los cines. Retrato nihilista de 24 horas en las vidas de un grupo de adolescentes que cruzan Manhattan sobre sus tablas de ‘skate’, beben, se drogan y tienen sexo, su realismo y su eficaz afán provocador la convirtieron en un fenómeno cultural. Hubo quienes la tacharon de pornografía infantil disfrazada de arte, y también quienes la saludaron como una obra maestra. Para algunos de sus responsables funcionó a modo de plataforma al estrellato; en otros, ser parte de ella dejó secuelas que resultaron ser fatales.
“Mi objetivo fue hacer una película sobre adolescentes distinta a todas las demás, y contraria a toda esa mierda de Hollywood”, ha afirmado sobre ella su director, Larry Clark. Por entonces ya un reputado observador del lado más sórdido de la juventud estadounidense gracias a dos libros de fotografía publicados décadas atrás, ‘Tulsa’ (1971) y ‘Teenage Lust’ (1983), tuvo la idea de rodarla a principios de los 90, tras hacerse un hueco en el seno un grupo de ‘skaters’ vagabundos a los que triplicaba en edad -la mayoría de aquellos chavales eran menores, y él rozaba los 50- con el fin de tomarles fotos. Allí conoció a Harmony Korine, por entonces un estudiante de cine de 19 años que también se había infiltrado en el grupo en busca de inspiración, y le preguntó si sería capaz de escribir un guion que conectara aquel caos juvenil con el peligro que por entonces encarnaba el sida; Korine suele afirmar que completó el encargo en solo una semana.
Justin Pierce, uno de los actores que debutó en ‘Kids’, apareció ahorcado en una habitación de hotel de Las Vegas a mediados de los 2000 y otro miembro del ‘cast’, Harold Hunter, no fue capaz de huir del gueto y murió víctima de una sobredosis de cocaína en 2008. / EPC
Para filmar se sirvieron de actores no profesionales en buena medida pertenecientes a ese entorno, y adoptaron un estilo documental para convencer a los espectadores de que las actividades contempladas por la cámara, la mayoría llevadas a cabo por simples críos, no tenían trampa ni cartón; la distribuidora de la película, Miramax -sí, la compañía fundada por Harvey Weinstein-, enfatizó ese realismo durante la posterior campaña de promoción. El objetivo no era predicar moralismo sino provocar; de hecho, la película se limita a usar el virus VIH como si de un monstruo se tratara, una amenaza que acecha en la sombra y que funciona a la vez como castigo kármico y broma macabra. La estrategia funcionó: estrenada el 21 de julio de 1995, ‘Kids’ acabó recaudando más de 20 millones de dólares, aproximadamente 14 veces más de lo que había costado.
Su éxito impulsó varias carreras. Clark continuó explorando su querencia voyeur a la carne adolescente en películas como ‘Bully’ (2001), ‘Ken Park’ (2002); Korine se erigió en nuevo ‘enfant terrible’ del cine independiente americano, y retuvo el título durante años; las actrices Rosario Dawon y Chloe Sevigny, que formaron parte de su reparto, acabaron convertidas en estrellas.
Las actrices Rosario Dawon y Chloe Sevigny, que formaron parte del reparto de ‘Kids’, acabaron convertidas en estrellas. / EPC
Para la mayoría de los jóvenes que participaron en ella, sin embargo, las cosas fueron muy distintas. Tal y como se relata en ‘Una vez fuimos Kids’ (2021), documental sobre la intrahistoria de la película dirigido por Eddie Martin, durante el rodaje Clark proveyó a los chavales no solo de alcohol y drogas de calidad sino también de la promesa de un futuro funcional, pero en última instancia les pagó una miseria y los dejó tirados después de usarlos. Uno de ellos, Justin Pierce, pareció abrirse camino como actor hasta que un día de mediados de 2000 apareció ahorcado en una habitación de hotel de Las Vegas; otro, Harold Hunter, obtuvo una notoriedad pasajera pero no fue capaz de huir del gueto, y murió víctima de una sobredosis de cocaína en 2008.
Se da por hecho que sería imposible rodar una película como ‘Kids’ en la actualidad, y no solo porque la historia que cuenta no es ubicable en un mundo en el que existen los teléfonos móviles, ni porque la gentrificación ha saneado y esterilizado las calles de Nueva York. Puede que las escenas de sexo juvenil que incluye no resulten particularmente atrevidas si se comparan con las de ‘Élite’, por ejemplo, pero la serie de Netflix es una fantasía folletinesca y la película de Clark exuda verdad y, por tanto, peligro. Y sus protagonistas, muchos de ellos críos procedentes de hogares rotos, la rodaron sin contar con garantías como contratos, supervisión parental o asesoría psicológica. En la imagen que cierra su metraje, Casper despierta desnudo y, aplastado por la resaca, murmura: “Jesucristo, ¿qué ha pasado?”. Es la misma pregunta que sigue planeando sobre su legado.
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