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Contactos en Europa, caladeros en la calle, eco en TV: nuevas estrategias de la galaxia ultra en España

Hubo un momento de tensión en la comarca de Torre Pacheco (Murcia), y no fue tras una paliza a un vecino, sino cuando Marruecos se impuso a España en los octavos de final del mundial de fútbol de Qatar. A las plazas de los pueblos en una conurbación agraria muy poblada por jornaleros inmigrantes, salieron centenares de jóvenes con banderas marroquís a celebrar ruidosamente el triunfo. Cuentan testigos que la población local española lo vivía como una humillación, y hubo crispación no solo esa noche del 6 de diciembre de 2022, también en los días siguientes. A aquella yesca no acudieron, como en esta ocasión, ultras foráneos del fútbol como los que, con bengalas en las calles, secundaron un llamamiento en redes sociales a la caza del magrebí.

Tarde o temprano, en un evento deportivo o en una simple noche de farra, la agitación organizada que trata de calentar España puede prender por un chispazo violento, acaso mortal. Expresa ese temor, recordando a Gavrilo Princip, un miembro de las Fuerzas de Seguridad que evalúa el caso de Torre Pacheco. Es un riesgo contemplado por los observatorios del radicalismo de las Fuerzas de Seguridad, que desde antes de la pandemia anotan un creciente convencimiento en la extrema derecha española de que sus objetivos solo se consiguen por la violencia.

Sobre todo si esa violencia resulta seductora, televisiva, viral. Es parte de la nueva estrategia de los movimientos que, con Torre Pacheco, han vuelto a ponerse a la vista, una galaxia ultra renovada y con nuevas claves.

¿Está la extrema derecha europea -y española- en una encrucijada entre la mera agitación y el terrorismo, al borde de iniciar un ciclo de acción-reacción con colectivos musulmanes y con las policías democráticas? Salvando las distancias, ETA también tuvo un momento entre la V y la VI asambleas en el que se abrió a matar. Las fuentes policiales consultadas no creen en ese grado de maduración en España en las organizaciones, pero no apuestan sobre cómo puedan evolucionar los individuos.

Dentro de la actual campaña de presión contra la inmigración en Europa ningún escenario se contempla como imposible: también el de un ataque -más allá de la eventualidad de una pelea callejera- contra figuras destacadas musulmanes, festejos callejeros o mezquitas.

En los años 60 no había redes sociales, sino reuniones clandestinas en parroquias y galpones del País Vasco. Hoy, con la profusión online los mecanismos de radicalización no son solo colectivos, son también íntimos, individuales, y el yihadismo podría no quedarse en excepción con su propaganda y sus actores solitarios.

No obstante, los especialistas consultados creen que la radicalización de los ultras españoles se hace sobre todo en colectivo, en tribus de jóvenes situadas en los alrededores de los estadios de fútbol antes de encuentros de Liga o competiciones europeas. O en festejos de música hardcore, bien sea los que se celebran en locales especializados -como la discoteca Masía de Segorbe, Castellón- o botellones de periferias y montes, en los que se danza con saltos, patadas, movimientos crispados e incrustaciones del boxeo thailandés.

También en quedadas de supremacistas blancos -por influencia europea nórdica que «poco a poco ha ido bajando al sur y entrando en España por Catalunya», explica un mosso que sigue el radicalismo-, y en grupos unidos por la afición al Airsoft y el Paintball, juegos de guerra en campos de tiro adaptados para tal propósito en Madrid, Lleida, Tarragona, Barcelona, Castellón y Valencia.

En esos ambientes, como en colectivos de hooligans del fútbol, “no se queda por redes sociales; independientemente de la ideología se conocen y hablan por mensajería”, explica una de las fuentes consultadas.

Las fuerzas de seguridad detectan una creciente apuesta de la extrema derecha por la violencia. Noche de escrache en la calle Ferraz de Madrid en el invierno de 2024.JPG / José Luis Roca

Es característica en las tribus de la extrema derecha más que en las de la ultraderecha. Entre radicales ligados al hooliganismo futbolero es frecuente la polimilitancia en el tiempo: tuvieron algún ascendiente en la neonazi Cedade o en la franquista Fuerza Nueva, estuvieron en alguna de las falanges, se fueron con los neofascistas del MSR, pasaron a bandas de skins sin adscripción, se han tomado cervezas con gente de España 2000 u Hogar Social

Los ultras Boys del Sporting de Gijón, por ejemplo, se ligaron con el neofascista Movimiento Social Republicano (MSR), y miembros de los Ultras Sur, Yomus o el Frente Atlético compartían militancia en el neonazi Hogar Social Madrid, hasta el punto de provocar una un cisma entre los ultras del Atlético de Madrid que no perdonaban que camaradas suyos hablaran con los fanáticos del Real Madrid, explica un especialista en grupos violentos de Interior.

Hay una franja de edad, después de la iniciación a los 18 y el posible retiro a los 40, cuando, ya con hijos, el ultra socializa en el trabajo y los parques… en la que los viajes entre organizaciones no son castigados como traición en un magma en el que las organizaciones, más que disputarse a los convencidos de siempre, salen a la búsqueda de nuevos adeptos.

Marcha ultra en el barrio de Cerdanyola de Mataró (Barcelona) el pasado 6 de mayo.jpg / Anna Mas

El hito puede haber sido la campaña de escraches a la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid a finales de 2023, cuando, de la relativa discreción de sus bares, grupos de jóvenes ultras pasaron a la búsqueda de protagonismo con la acción en la calle.

La extrema derecha tiene en España un hecho diferencial con respecto a las europeas: poca masa. El 29 de mayo se vio clara demostración ante la Moncloa. Un llamamiento de altísima temperatura en redes sociales pedía concentrarse a las puertas del palacio hasta echar a Pedro Sánchez. Acudió poco más de un centenar de personas, incluso pese a la aparición televisada del líder de Vox, Santiago Abascal.

Pero la búsqueda de nuevo relieve y nuevos adeptos se intenta resolver con movilizaciones en la calle, coinciden dos de las fuentes consultadas. La palanca es un suceso que pueda provocar indignación popular. Es el caso de la marcha “por la seguridad” tras un incidente con okupas en el barrio de Cerdanyola de Mataró, convocada por Vox el pasado 6 de mayo y con participación del ultra Christian Lupiañez, encarcelado por alentar a la cacería de migrantes en Torre Pacheco con su falsa plataforma internacional Deport Them Now EU en Telegram.

Es también el caso de la protesta callejera en Alcalá de Henares el 4 de julio, convocada por Núcleo Nacional, incluso con dirigentes con el rostro tapado, tras la violación de una chica en la ciudad madrileña.

El proselitismo, la homologación y la salida del agujero de la insignificancia pasa también por conseguir imagen televisada. Si algo lamentan los observadores estatales del fenómeno de Torre Pacheco es la publicidad gratuita que reciben los extremistas cuando consiguen transformar sus algaradas en plató televisivo para los canales convencionales.

Si no consiguen la ansiada atención de la “prensa española manipuladora”, las organizaciones recurren a sus propios canales en redes sociales. La marcha de Alcalá de Henares buscaba las cámaras, pero obtuvo solo las de canales de YouTube como La Bandera.

Una pancarta en Turín de solidaridad de ultras italianos con el español Núcleo Nacional / N+N

Apenas queda en la extrema derecha el viejo extremismo postfranquista encerrado en España y en lo español. Puede ser un síntoma el doble grito “arriba España, arriba Europa” con el que se despiden miembros de Núcleo Nacional en uno de sus vídeos recientes publicados en redes sociales.

El ultra capturado por la Guardia Civil en Mataró esta pasada semana había participado en el Remigration Summit de Milán a finales de mayo pasado, un evento de reivindicación de las deportaciones de inmigrantes promocionado por partidos ultras europeos y con presentadores correctamente vestidos, discurso calmado y aspecto civilizado en sus spots de redes sociales. En la cita, por cierto, ha recibido un espaldarazo el portugués Afonso Gonçalves, líder de Reconquista, formación a la derecha de Chega, el partido ultra que ahora condiciona el gobierno luso. Al encuentro europeo no acudía el lumpen adicto a las drogas, las peleas, la música aturdidora y el ambiente skin head que en Madrid, Barcelona y Valencia -sus plazas principales– integra el sustrato más duro de la kale borroka neonazi. Esa milicia callejera está lejos de los que organizan las «milicias digitales», al decir de un experto de la Seguridad del Estado, y a mucha distancia de una dirigencia que sabe idiomas.

Paralela al conocido apoyo de las ultraderechas húngara, italiana y francesa a Vox, en la extrema derecha discurre una solidaridad entre grupos europeos (también británicos) que se manifiesta gráficamente en sus teatros de operaciones preferidos: X, Instagram, Discord, Facebook, TikTok y Telegram.

El partido que destaca en la promoción y protección de este flanco más radical -no ultraderecha sino extrema derecha- es el holandés Forum Voor Demokratie (FVD), que cuenta con eurodiputados que no disimulan su simpatía por la Rusia de Vladimir Putin.

Diversos servicios de inteligencia europeos, como el alemán, han anotado la necesidad de vigilar festejos, conciertos y competiciones deportivas internacionales donde se producen intercambios entre formaciones de la derecha antisistema.

Nuevo obrerismo, ruptura con el sistema y xenofobia forman el coctel propagandístico de la extrema derecha / El Periódico

Había una doble preocupación entre los antidisturbios de la Policía Nacional desplegados en la calle Ferraz de Madrid durante los escraches del invierno 23/24: no solo que los manifestantes desbordaran las vallas metálicas y atacaran la sede del PSOE… también que se pegaran entre ellos.

Entre las distintas capas por las que la ultraderecha deviene en extrema derecha discurre el desprecio, cuando no la hostilidad. Los jóvenes de Revuelta, próxima a Vox, son considerados peones de una organización sionista por los, más radicales, de Núcleo Nacional y Democracia Nacional. Y a estos, a su vez, les ven como pura disidencia controlada los neofalangistas de Hacer Nación. Se alcanza ahí el nivel de los autodenominados «nacional revolucionarios». Cuanto más pura se reclama una plataforma, más detesta como oportunistas a influencers como Daniel Esteve, de Desokupa, o Alvise, o a pequeños partidos que tratan sin éxito de meter cuchara en el movimiento, como el Frente Obrero.

“Desde las detenciones policiales en Ferraz en 2024, se ha extendido por el movimiento un ambiente paranoico en el que a cualquiera le pueden acusar de chivato”, relata un observador de la policía madrileña.

Todo el magma de la extrema derecha evoluciona de un falangismo local español a un neonazismo más continental, que tiene su pilar común en el rechazo al inmigrante musulmán magrebí y esa confrontación con el stablishment liberal constitucional que podía verse en las banderas españolas agujereadas, sin escudo, que blandían en Ferraz los seguidores de Noviembre Nacional, embrión del actual Núcleo Nacional.

Pero entre todos estos estratos que se detestan entre sí se mantiene como figura común de referencia compartida José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange Española.

No son tan comunes el rechazo a las matanzas de Israel en Gaza -que es mayor cuanto menos ultra y más extremo es el radical- y la admiración por la Rusia de Putin como reserva de valores tradicionales y base del rechazo a la UE. Los medios de desinformación rusos, como los canales de Pravda en redes sociales, suelen airear las algaradas de extrema derecha en Europa como argumento para su relato de que la UE es un reservorio de fascistas y nazis. Pravda difundió uno de los bulos de las noches de Torre Pacheco, un falso comunicado del ayuntamiento exigiendo seguridad ciudadana.

Los mensajes propagandísticos de las formaciones más puristas y activas -Núcleo Nacional y Hacer Nación-, como los de sus contactos europeos, han abrazado “un neo-obrerismo conectado con la xenofobia”, observa una de las fuentes consultadas sobre una corriente que, a la postre, repite esquemas del nacionalsocialismo alemán de hace ahora un siglo.

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