Por Pedro Jorge Solans (escritor, periodista y editor)
A los 26 años, Daniela Gina Lupi dejó Villa Carlos Paz con una mochila y un anhelo: recorrer el mundo sin ser empleada de nadie. Llevaba un puñado de artesanías para costearse los gastos. Hoy, desde México, no solo consolidó un exitoso emprendimiento gastronómico, sino que enseña a cientos de personas que la comida vegana puede ser deliciosa, accesible y todo menos aburrida.
Ginalupi y Pedro Solans en el bar Roma de Villa Carlos Paz, donde la cocina vegana dictará uno de sus talleres. (foto Magalí Farías)
La historia de Daniela Gina Lupi, o «Ginalupi» como la conocen en las redes, es un relato de reinvención y audacia. Es la crónica de una joven carlospacense que, tras probar suerte en distintos trabajos en su ciudad, decidió en 2017 que su futuro no estaba en un empleo convencional. Con 26 años y un profundo deseo de independencia, emprendió un viaje que la llevaría a recorrer Latinoamérica, sin saber que en ese camino descubriría su verdadera vocación.
«Tenía muchas ganas de conocer el mundo, otras culturas, otra gente. Pero lo que yo estaba segura era que no quería trabajar para otro», recuerda Daniela. Ese espíritu la llevó a vender artesanías en las calles de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Sin embargo, su pasión por la cocina, que cultiva de forma autodidacta desde pequeña, pronto se convirtió en su principal motor.
La misión: romper el prejuicio vegano
Siendo vegana durante muchos años, Daniela se propuso un desafío: cambiar la percepción general sobre este tipo de alimentación. «El objetivo de lo que yo quería hacer era que la gente deje de pensar que lo vegano es aburrido, sin sabor», explica convencida. Con esa misión, comenzó a vender sus propias elaboraciones veganas en las calles de las diferentes ciudades, desde Lima hasta Bogotá.
Pronto aprendió que la clave del éxito en la venta ambulante era la confianza. «Me di cuenta que para vender comida en la calle es principal tu aspecto, que seas una persona limpia, bien vestida. Sobre todo, que la comida entra por los ojos, entonces la presentación de lo que haces es lo más importante», detalla. Su cuidada presencia y la calidad de sus productos no tardaron en dar frutos.
Ginalupi cocinando en Costa Rica. (Fotos del IG de Ginalupi)
De la calle al emprendimiento digital
Lo que empezó como una venta al paso se transformó en un negocio floreciente. La gente comenzó a hacerle pedidos de tortas y pasteles, obligándola a formalizar su oferta. El punto de inflexión llegó en México, donde notó un nicho de mercado. «Allá casi no hay pastas. Entonces, cuando empiezo a ofrecer más formalmente, no tanto vendiendo en la calle sino por pedidos, explotó. La verdad que es muchísimo lo que vendo», relata.
La pandemia, que la encontró en San José de Costa Rica, fue otro catalizador. La venta ambulante se detuvo, pero su espíritu emprendedor la llevó a potenciar las redes sociales, adaptándose a un modelo de ventas por encargo que consolidó su marca personal.
La maestra que nació de la experiencia
El éxito de sus productos trajo consigo una nueva demanda: sus clientes querían aprender sus secretos. «Mucha gente me preguntaba si no enseñaba, si no daba talleres online», comenta. Al principio, la idea la paralizó. «Yo no estudié gastronomía, entonces decía, ¿cómo voy a enseñar pastelería si yo no soy pastelera?».
Fue un proceso de superar lo que ella llama una «limitación mental» lo que le permitió dar el siguiente paso. «Me empecé a dar cuenta que hoy en día mucha gente transmite conocimientos más allá de lo profesional. Muchas veces, la escuela de la vida te enseña», reflexiona.
Con esa seguridad, Ginalupi diseñó y lanzó sus «tres talleres estrella»: uno de pastelería, otro de quesos veganos (donde enseña a hacer cinco tipos y tofu casero) y uno de pastas frescas al estilo italiano, hechas a mano desde cero. Su objetivo es claro: «Quiero transmitir que la gente se saque esa idea de que para ser vegano es caro. Se cobra caro porque nadie sabe hacerlo. Quiero que sepan que lo pueden hacer en su casa con ingredientes fáciles y tener resultados súper buenos».
A sus 34 años, y tras haber recorrido Chile, Brasil, Panamá, Nicaragua, Costa Rica, Bolivia, Perú, Colombia y Guatemala, Daniela «Ginalupi» Lupi reside en México, desde donde no solo dirige su emprendimiento, sino que inspira a otros a descubrir un mundo de sabores. Su viaje, que comenzó en Villa Carlos Paz con un anhelo de libertad, se ha convertido en una sabrosa revolución que demuestra que los horizontes más lejanos, a veces, se conquistan desde la propia cocina.
Lugares dónde dictará cursos en Villa Carlos Paz durante el mes de agosto.
https://www.instagram.com/lapizzerianapipal/
www.instagram.com/romarestobar/