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Yhael May hace volar al público de Córdoba con su inspiradora guitarra y su voz

Tras recibir este año más de 25 premios por el álbum Niebla, compuesto por su padre, e impartir un curso intensivo de técnicas de estudio e interpretación en el Festival de la Guitarra, Yhael May puso este martes el broche de oro a su paso por Córdoba con un concierto íntimo lleno de dedicatorias y guiños a su familia, aprovechando que su madre y su padre se encontraban en el Teatro Góngora.

De piel blanca, larga melena pelirroja y nombre hebreo, la artista de Pamplona es una fuerza de la naturaleza que lleva la música en la sangre. Su tío abuelo era dramaturgo y letrista de zarzuela; su abuelo, saxofonista; y su padre, Jesús Martínez Torres, compositor, profesor y guitarrista. Rodeada de partituras y notas musicales desde la infancia y profesora de música en Secundaria y en su propia academia online, se mueve como pez en el agua sobre el escenario, derrochando desparpajo y una gran naturalidad que le permite conectar con el público no solo a través de su guitarra sino con sus comentarios y su voz, ya que además de guitarrista es cantante.

Para ella, la música es una forma de volar sin alas y su guitarra, un refugio, una forma de terapia. Quizás por eso en sus conciertos, intenta que el público vuele de su mano, para hacerles desconectar del estrés y las rutinas y participar de la catarsis colectiva que la música en directo procura a quienes se dejan atrapar por ella.

Un recorrido por su obras favoritas

Sin partituras, como los guitarristas flamencos, utilizando la guitarra en algunos momentos como percusión, y empleando su voz al final del repertorio, condujo a los presentes por una montaña rusa de ritmos y emociones.

La artista, que está trabajando en su próximo disco, eligió para la ocasión, un programa bautizado Inspiraciones, en el que hizo un recorrido por sus obras favoritas de autores italianos, franceses, brasileños, ingleses y españoles. Empezó con la Gran obertura de Mauro Giuliani para continuar con Erik Satie y con la Danza del molinero de Manuel de Falla.

A continuación, saltó al brasileño Heitor Villalobos y a William Walton, antes de detenerse en los temas más personales, cuatro de ellos compuestos por su padre (Nocturno, Canción de cuna, Milonga para Julen y A la manera de Piazzolla), y uno último de su autoría, Mamá, una pieza íntima dedicada a su madre, «la mujer más valiente, luchadora y con más fuerza que ninguna», según sus palabras. Generosa y agradecida, no dudó en ofrecer algunos temas más como bises antes de despedirse del festival.

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