InicioSociedadEl frío genera más calor: el aire acondicionado recalienta las ciudades

El frío genera más calor: el aire acondicionado recalienta las ciudades

Cada vez que encendemos el aire acondicionado para sobrevivir a una ola de calor contribuimos, sin saberlo, a que la próxima sea aún peor: el calor residual expulsado por nuestros sistemas de climatización puede elevar la temperatura nocturna de una ciudad hasta 2,4°C.

En los últimos años, el uso masivo del aire acondicionado en entornos urbanos se ha consolidado como una respuesta inmediata y eficaz frente a las olas de calor. Sin embargo, esta solución aparente encierra una paradoja: los sistemas de climatización, al tiempo que refrescan los interiores, contribuyen a agravar el problema del calor en las ciudades, alimentando el fenómeno conocido como isla de calor urbana (urban heat island).

El funcionamiento básico del aire acondicionado consiste en extraer el calor de los espacios interiores y expulsarlo al exterior. En ciudades densamente pobladas, donde miles o millones de aparatos funcionan simultáneamente, este proceso libera enormes cantidades de calor residual al ambiente urbano.

Referencias

International Energy Agency (IEA). (2018). The Future of Cooling.

Sailor, D.J. (2011). A review of methods for estimating anthropogenic heat and moisture emissions in the urban environment. International Journal of Climatology, 31(2), 189-199. DOI: 10.1002/joc.2106

Salamanca, F., Georgescu, M., Mahalov, A., Moustaoui, M., & Wang, M. (2014). Anthropogenic heating of the urban environment due to air conditioning. Journal of Geophysical Research: Atmospheres, 119(10), 5949-5965. DOI: 10.1002/2013JD021225

Akbari, H., Menon, S., & Rosenfeld, A. (2009). Global cooling: increasing world-wide urban albedos to offset CO2. Climatic Change, 94(3-4), 275-286. DOI:10.1002/2013JD021225

United States Environmental Protection Agency (EPA). (2022). Heat Islands and Health.

Ciudades horno

Investigaciones realizadas en ciudades como París y Phoenix han demostrado que, durante olas de calor, el uso intensivo de aire acondicionado puede elevar la temperatura nocturna exterior entre 1°C y 2,4°C (Sailor, 2011; Salamanca et al., 2014). Este aumento es especialmente notable por la noche, cuando el calor liberado no se dispersa fácilmente y contribuye a mantener altas las temperaturas urbanas.

Este fenómeno genera un círculo vicioso: cuanto más calor hace en la ciudad, más dependemos del aire acondicionado, lo que a su vez incrementa el calor expulsado al exterior y agrava la temperatura ambiente.

Además, el aumento de la demanda eléctrica para alimentar estos sistemas sobrecarga las redes energéticas. A nivel global, se estima que el aire acondicionado representa alrededor del 10% del consumo total de electricidad (IEA, 2018). Y, como buena parte de esta energía todavía proviene de combustibles fósiles, el aire acondicionado incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero y, en última instancia, potencia el calentamiento global.

El incremento de las temperaturas urbanas tiene consecuencias directas sobre la salud pública. El calor extremo agrava el estrés térmico, sobre todo en personas mayores y colectivos vulnerables, y favorece la formación de ozono troposférico, lo que empeora la calidad del aire y los problemas respiratorios (EPA, 2022). Además, el aumento de la temperatura en el agua de escorrentía urbana puede afectar negativamente a los ecosistemas acuáticos.

Alternativas sostenibles: enfriar la ciudad sin calentar el planeta

Frente a este panorama, la comunidad científica y los urbanistas insisten en la necesidad, no solo de contener las emisiones de CO2 que originan el calentamiento del clima, sino también de aplicar estrategias alternativas para combatir el calor urbano. Entre las más eficaces se encuentran la renaturalización de las ciudades mediante la plantación de árboles y la creación de espacios verdes, así como la utilización de superficies reflectantes en techos y pavimentos.

Estos enfoques pueden reducir la temperatura urbana en varios grados y disminuir la demanda energética. Por ejemplo, simulaciones realizadas en Los Ángeles indican que la combinación de superficies reflectantes y vegetación podría bajar la temperatura estival entre 2ºC y 3°C, con ahorros energéticos estimados en unos 5.000 millones de dólares anuales solo en Estados Unidos (Akbari et al., 2009).

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