InicioSociedadEl Mercosur, entre la cohesión interna y los desafíos globales

El Mercosur, entre la cohesión interna y los desafíos globales

En un escenario internacional marcado por la fragmentación del orden multilateral y el resurgimiento de medidas proteccionistas, el Mercosur enfrenta un desafío estratégico: ¿puede seguir funcionando como una plataforma de integración económica efectiva en un mundo cada vez más competitivo y fragmentado?

El palacio San Martín de la Cancillería argentina, sede de la próxima cumbre del bloque los días 2 y 3 de julio de este año, reunirá a sus miembros en un contexto de tensiones crecientes entre el deseo de sostener el proyecto común y la necesidad de adaptarse a una lógica global más flexible.

Las políticas arancelarias de Estados Unidos, la escalada comercial con China y sus efectos sobre la Organización Mundial del Comercio han erosionado los mecanismos multilaterales tradicionales, lo que obliga a los bloques regionales a revisar sus estrategias.

En este marco, el Mercosur ha dado señales de adaptación a través de flexibilizaciones arancelarias internas, como la ampliación temporal de las listas nacionales de excepciones al arancel externo común (AEC), acordada en la reunión de cancilleres en abril pasado.

Estas medidas permiten a los países ajustar su política comercial sin romper con el bloque, pero exponen una paradoja: para mantenerse unido, el Mercosur ha tenido que otorgar mayores márgenes de autonomía a sus miembros. ¿Qué queda entonces del sentido integrador original?

Las excepciones al AEC han sido utilizadas previamente por Argentina para reducir aranceles a textiles, calzado y confecciones a través de un decreto que modificó su Lista Nacional de Excepciones. Uruguay y Paraguay también las emplearon para adaptarse a su mayor apertura comercial.

A ello se suma la reducción unilateral del AEC por parte de Brasil en 2021 –medida luego convalidada parcialmente por el resto del bloque–, que marcó un precedente de acción individual tolerada.

También Uruguay ha impulsado negociaciones bilaterales con China y con el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP), desafiando la norma de negociar en bloque y sin enfrentar sanciones ni rupturas formales.

Estas prácticas evidencian una gestión más flexible y pragmática del consenso, que ha permitido mantener operativo al bloque, aunque a costa de debilitar su cohesión normativa. El Mercosur persiste no por su arquitectura institucional, sino por la voluntad de sus miembros –fluctuante en algún punto– de no romper.

La tensión también se refleja en la política exterior de los socios entre sí. Argentina, que inició la actual gestión con fuertes críticas al bloque, moderó su postura tras constatar que los acuerdos bilaterales –en particular con Estados Unidos– no son viables.

Esto reposicionó al Mercosur como una herramienta estratégica para conservar ventajas comerciales regionales, aunque más por necesidad que por convicción.

La presidencia pro tempore de Brasil también será clave. El liderazgo de Lula da Silva, con una agenda centrada en el multilateralismo y en reposicionar a su país como un actor clave del sur global, podría reforzar la dimensión política del Mercosur y su proyección internacional.

Sin embargo, quizá el mayor desafío externo para el bloque sigue siendo el demorado acuerdo con la Unión Europea. Pese a los avances, del lado europeo persisten objeciones ambientales y resistencias del sector agropecuario.

Para el Mercosur, lograr su ratificación sería no sólo un logro comercial, sino también una prueba de eficacia institucional y un mensaje de legitimidad frente a las críticas internas.

En paralelo, el Mercosur intenta diversificar su inserción global con negociaciones en curso con regiones estratégicas como Medio Oriente y el sudeste asiático, lo que incluye acuerdos avanzados con Emiratos Árabes Unidos y Singapur.

Sin embargo, mientras el mundo gira hacia redes flexibles y acuerdos pragmáticos, el bloque enfrenta el desafío de revisar su arquitectura institucional para no quedar desfasado.

Porque el conflicto del Mercosur no es sólo comercial: es un conflicto de identidad. Debe decidir si quiere seguir siendo un proyecto de integración profunda o resignarse a convertirse en un espacio de coordinación mínima entre países que negocian por separado.

La próxima cumbre será, en este sentido, un momento de definición. Porque en un mundo donde las reglas se reescriben con rapidez, la pasividad no es una opción.

*Directora de Insight 21, el think tank de Universidad Siglo 21.

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