InicioDeportesLa historia me absolverá: de Fidel a Cristina

La historia me absolverá: de Fidel a Cristina

La apelación al juicio de la historia fue una muletilla acuñada por Fidel Castro en 1953 tras ser juzgado ante un tribunal por el ataque al Cuartel Moncada. Castro, quien asumió su propia defensa, habló durante cuatro horas y terminó su alegato con el célebre “la historia me absolverá“, convertido luego en biblia de la Revolución Cubana.

Cristina Fernández de Kirchner utilizó la misma frase desafiante en 2019, golpeando el estrado y agraviando a los jueces del Tribunal Oral N° 2 cuando la indagaron en la causa Vialidad. Allí los acusó de lawfare y de constituir un “pelotón de fusilamiento” para eliminarla de la escena política. Reiteró esa metáfora esta semana, al conocer la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que denegó su apelación, dejando firme el fallo que la condenó por administración fraudulenta agravada.

En su alegato, Fidel denunció carencias populares por falta de tierra, de vivienda, de salud y de educación prometiendo resolverlas con un programa socialista que puso en marcha en 1959. Luego de más 60 años, la historia puede verificar sus resultados para determinar si lo absuelve o no. El salario mínimo en Cuba es de 6 dólares, la extrema pobreza alcanza al 90% y más de un millón de personas, sobre todo jóvenes, han abandonado la isla desde 2021 provocando un dramático envejecimiento poblacional. De una meta de 10 millones de toneladas de azúcar en 1970, ahora Cuba solo produce media tonelada, carece de suministro eléctrico, de alimentos y de medicamentos, además de violar derechos humanos. El reciente aumento en el precio de internet ha dejado aislada a la mayoría de la población y, a los estudiantes, sin acceso a información para sus estudios.

El “Estado presente” implicó subir el gasto público al 45% del PBI. Dañó la productividad, paralizó la inversión y provocó la crisis terminal del sistema jubilatorio

Cristina, al insultar a aquellos camaristas y llamar “tres monigotes” a los miembros de la Corte, negó haber defraudado a la administración pública, pues durante su gestión y la de su marido habían logrado el mayor bienestar de la población, desendeudando al país y liberándolo de la tutela del FMI. Pero su “Estado presente” implicó aumentar el gasto público al 45% del PBI, dañando la productividad de la economía, paralizando la inversión privada y empujando a la mitad de los trabajadores al empleo irregular. Ello provocó una crisis terminal del sistema jubilatorio cubierta con emisión monetaria y que recién ahora sirve a sus seguidores para movilizarse por la tercera edad. Como en Cuba, luego de cuatro gobiernos kirchneristas la pobreza se expandió al 50% y la inflación destruyó la moneda, la producción y las familias. Cabe también preguntarse si a ella, a Alberto Fernández y a Sergio Massa la historia los absolverá.

El actual régimen cubano atribuye sus males al llamado “bloqueo” de los Estados Unidos sin reconocer que solo se trata de un embargo a las exportaciones de ese país y que Cuba puede comerciar con todo el resto del planeta, desde Canadá hasta la Argentina, incluyendo Venezuela, Colombia, México y Brasil. Y con toda Europa, África y Asia, donde tiene contrapartes como Rusia, China, Irán, India, Australia y Japón. Lo que no funciona es el socialismo ni en Cuba ni en ningún otro lugar del mundo.

De la misma manera, Cristina Kirchner atribuye “al norte” la causa de persecución, mientras que Axel Kicillof, con más precisión, imputa a la Cámara de Comercio Argentino Norteamericana (AmCham) haber influido sobre la Corte Suprema para lograr su condena. Sigue las enseñanzas de Néstor Kirchner cuando maltrató a George W. Bush en la Cumbre de las Américas (2005) y del ex canciller Héctor Timerman, cuando incautó material militar de un avión estadounidense, utilizando un alicate nacional y popular (2011). Por su lado, Juan Grabois, émulo anacrónico del Che Guevara, denuncia un golpe judicial orquestado por el “poder real” y convoca a “profundizar la resistencia” del campo popular (“Crear dos, tres, muchos Vietnam”, 1966) en nombre del peronismo, de la izquierda, del progresismo y del humanismo. Aceptan su convocatoria desde Nicolas del Caño y Myriam Bregman hasta Luis D’ Elia, Amado Boudou, Guillermo Moreno, Sergio Massa y Axel Kicillof.

Pero el poder real en la Argentina no está en esa cámara empresaria, ni en ninguna potencia foránea interesada en la prisión de la lideresa. Todo gasto público es, en definitiva, ingreso privado. Durante el kirchnerismo se duplicó el gasto público y, correlativamente, se configuró una estructura de intereses, la llamada “casta”, que medró con los dineros de esa expansión. Allí están los sindicatos corruptos, los empresarios clientelistas, los contratistas abusivos, la industria del juicio, las reservas de mercado, los organismos redundantes, las “cajas” autárquicas, los fideicomisos inescrutables, los privilegios legislativos, los séquitos provinciales, las cohortes municipales, las ventajas adquiridas, las prebendas gremiales, las pensiones mal habidas, los directorios innecesarios, los subsidios inmerecidos, los créditos blandísimos, las promociones amañadas, los empleos ficticios, los asesores fantasma, las universidades militantes y tantos otros bolsones de prosperidad injustificada frente a las necesidades populares. Mal que le pese al locuaz Grabois, funcional a esa “casta” al omitir denunciarla, quien distrae la atención hacia supuestos enemigos externos y la antipatria local como aprendió del mordaz Arturo Jauretche.

El poder de esos intereses, fortalecidos por el kirchnerismo, todavía se manifiesta en su capacidad de impedir cambios estructurales, tanto a nivel nacional como provincial, indispensables para reducir el costo argentino y dar señales de confianza acerca de la viabilidad de la Argentina como nación soberana. La sentencia en la causa Vialidad fue posible a pesar de la gravitación de esos grupos corporativos y en virtud del hartazgo de la población por la mala gestión de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, el trío gobernante hasta 2023. Eso se expresó en las urnas y se confirma en los consensos colectivos que aspiran a una vida normal, sin inflación, sin violencia, con empleo regular y con educación para los chicos.

Si Cuba atribuye su asfixia a un bloqueo, la Argentina fue bloqueada por la expansión desmedida del gasto estatal en provecho de pocos. Ello alteró todos los incentivos virtuosos que inducen al esfuerzo y la inversión al igual que en la tierra de Martí.

Por ese paralelismo, Miguel Díaz-Canel, vicario de Fidel en La Habana, manifestó su invariable apoyo a la expresidenta ante el “episodio de judicialización de la política”. Prefiere enfrentar el juicio de Clío, musa de la historia, tomado de la mano de Cristina Kirchner, que hacerlo solo, en el único laboratorio subsistente de un experimento social fracasado.


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