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El taller de MotoGP: «Si pusiesen una Go-Pro aquí, ganábamos el Festival de San Sebastián»

El inmenso camión de Quirón Prevención está siempre en un rincón del ‘paddock’ de MotoGP. No diría que escondido (todo el mundo necesita saber donde está), pero sí apartado. En su interior conviven los doctores Ángel Charte, el ‘ser superior’, el vigía, el galeno que da y quita permisos para correr, y Nacho Gallego, el mago de la imagen, radiólogo intervencionista, el médico que tiene los cuerpos de los 75 pilotos del Mundial en su cabeza, el hombre que decide qué tiene y cómo se cura cada uno de ellos.

Pero ese camión, además de más de 200.000 euros en sofisticados aparatos de última generación y varias camillas, tiene en su interior diez manos prodigiosas, diez manos mágicas, sí, las de los cinco fisios seleccionados por Jaime Benito, su jefe. «Aquí está lo mejor de nuestra especialidad, porque ellos son los que ponen a punto los cuerpos de muchachos que se juegan la vida en cada curva y, por tanto, deben salir a pista en las mejores condiciones posibles», señala Benito, orgulloso de sus chicos, de su selección, de su trabajo.

Los pilotos, todos, visitan diariamente ese camión, sea para recuperarse de un entrenamiento, porque han sufrido algún percance, porque acaban de ser operados, porque tienen lesiones que deben ser tratadas diariamente, por lo que sea. La fábrica de masajes no para desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde. «Los hay que vienen una vez al día y los hay que vienen hasta siete veces, porque acaban de sufrir alguna intervención quirúrgica», explica Carlos J. García, uno de los fisios más veteranos, el que cuida a Marc Márquez.

«Los pilotos son los pacientes ideales. ¿Por qué?, porque son jóvenes, fuertes, se entrenan cada día, soportan el dolor más que nadie y quieren curarse cuanto antes. Querer curarse, lo es todo para curarse»

Ángel Charte

— Jefe médico del Mundial de motociclismo

Carlos y sus compañeros son los brazos ejecutores de lo que dictan Charte y Gallego. «Todos sabemos cómo son los pilotos», explica Charte, recientemente galardonado como uno de los mejores internistas de Europa. «Para nosotros son, sin duda, los mejores pacientes. ¿Por qué?, sencillo: son jóvenes, fuertes, se cuidan, se entrenan, sus cuerpos están mejor preparados que los nuestros para recuperarse en tiempo récord, tienen una tolerancia al dolor altísima y, además, se quieren curar. Créame, querer curarse hace mucho para curarse».

«Ellos», añade el doctor Gallego, «en cuanto llegan aquí, después de haber sufrido una caída en la pista, lo primero que preguntan, mientras les estoy explorando, es si podrá salir en la siguiente sesión, cuándo podrá volver a subirse a la moto. Es más, tratan incluso de engañarnos, entiéndame la expresión, fingiendo que no tienen dolor o que no tienen fractura alguna, pero nuestra experiencia y, sobre todo, toda la tecnología que tenemos a nuestra disposición para hacer el diagnóstico, les hace ver la realidad. Pero ellos, todos, serían capaces de correr en cualquier condición».

Un fisio de Quirón Prevención trata a Raúl Fernández, rodeado de sus compañeros. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

«Son, todos, unos muchachos extraordinarios a los que, lógicamente, les coges muchísimo cariño«, cuenta Carlos Crespo, otro de los fisios. «Les coges cariño porque ellos son muy abiertos, divertidos, desprendidos con sus palabras y muy agradecidos. Ellos saben que haremos lo posible y lo imposible, lo que esté en nuestras manos, nunca mejor dicho, para que puedan volver a la pista. Pero lo que también saben es que nosotros tenemos la obligación, la necesidad y, por descontado, la responsabilidad de que, en cuanto vemos algo que no nos gusta, llamamos a Ángel o a Nacho, para que decidan».

El problema, te cuentan con la boca pequeña es que los pilotos están, a menudo, muy presionados para seguir corriendo, para no dejar de correr. Presionados por sus equipos, por sus patrocinadores, hasta por su familia e, incluso, sometidos a un contrato que si no corren, no cobran. «Pero es evidente, que nosotros tenemos la obligación de ser tremendamente prudentes y, en caso de duda, recurrir a los doctores», cuenta Eduardo Aguado, otras dos manitas, manazas salvadoras. Esta gente, cuando te saluda, cuando te da la mano, podría, si quisiese, destrozarte la tuya.

«Los pilotos confían mucho en nosotros, sí, porque, entre otras razones, somos la mano amiga que les acompaña por todo el mundo, la persona que siempre está a su lado en los momentos duros. Y, aún y con todo, intentan engañarnos para poder correr»

Nacho Gallego

— Radiólogo intervencionista de Quirón Prevención

«Por encima de sus deseos y necesidades de correr», añade Carlos Miguel Suárez, sentado en una camilla mientras un compañero mima el cuello del piloto Raúl Fernández, «está, no ya nuestra profesión, nuestra responsabilidad, nuestra conciencia, no, por encima nuestro están los doctores que, pese a saber lo que saben, que es mucho, aún teniendo años de experiencia, saben que, en cuanto detectemos algo que no nos gusta, acudiremos a ellos para que decidan, amemos o no al piloto. Nos debemos a los doctores, no podemos fallarles».

Frenadas brutales

«Los pilotos tienen que salir a la pista en las mejores condiciones posibles, vale, sí, pueden tener lesiones, pueden necesitar ayuda para reducir el dolor, pero tienen que estar perfectos para poder pilotar con garantías de no hacerse daño y, sobre todo, de no hacer daño a los demás», cuenta el fisio Alejandro Escolar.

«Sus clavículas han de estar bien, sus hombros tener la suficiente fuerza como para soportar frenadas salvajes y acelerones impresionantes, sus brazos y manos no pueden fallarles, pues pilotar esas motos, que alcanzan 350 kms/h. y frenan de 350 a 80, en 70 metros, no puede hacerlo cualquier y, por supuesto, en cualquiera condición», añade Escolar.

Carlos Crespo, Edu Aguado, Alec Escolar, el doctor Nacho Gallego, Carlos J. García y Miguel Suárez. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Van entrando y saliendo pilotos. El doctor Gallego no pierde de vista a nadie. El doctor Charte, que suele estar (casi) siempre en la pista, aparece de vez en cuando, le guiña el ojo a Gallego, habla con el fisio que está libre ‘porsiaca’, es decir, por si necesitan de él y se vuelve al BMW médico. Una cosa sí les contaré: si ese camión tuviese una cámara GoPro, en uno de sus rincones, el documental que ofrecería DAZN sería premio especial del festival de San Sebastián. Se lo digo yo. Perdón, me lo cuentan ellos.

«Nosotros, aquí, ejercemos, muy a menudo, más de lo que quisiéramos, de jueces de paz», cuentan todos al unísono. «Nosotros evitamos muchas veces que las caídas se conviertan en auténticos dramas, en serio. Mire, aquí llegan los pilotos recién caídos en la pista y, muchas veces, muchas, uno ha tirado a otro. O ha tirado a dos. O tres. Y, claro, en cuanto se tumban todos aquí, uno al lado del otro, empiezan los reproches, las críticas, los insultos, los desmanes. ¡Nunca han llegado a las manos, desde luego!, pero…telita», matiza García.

«Aquí llegan los pilotos tras caerse en la pista. Y puede que uno haya tirado al otro o a dos. Y, claro, hay que poner paz. Esto es un confesionario y nosotros somos auténticas tumbas. Si pusieran una cámara Go-Pro aquí, el documental ganaba un premio en San Sebastián, se lo digo yo»

Carlos J. García

— Fisioterapeuta de Quirón Prevención

Cuando la cosa se pone caliente, aparecen ellos, que los conocen (casi) como si los hubiesen parido, y pacifican la situación. «Ellos saben que esto es como un confesionario, aquí pueden decir y contar lo que quieran que nosotros somos, por obligación, por necesidad y porque lo requiere nuestro trabajo, auténticas tumbas», indica Aguado. «Y, sí, a veces se desmadran, pero casi siempre es la fogosidad o el cabreo de haber perdido una oportunidad, lo que les hace criticar al rival, pero, habitualmente, salen de aquí dándose la mano. No todos, vale, no todos, pero casi todos», termina contando Escolar.

Raúl Fernández, piloto de MotoGP, les enseña a sus fisios un video de una derrapada suya. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Y, de la misma manera que discuten cuando se han tirado uno al otro, de la misma manera que utilizan mirarse a los ojos, de camilla a camilla, mientras soportan esos dedos destructores pero recuperadores, se cuentan también sus confidencias. «Bueno, bueno, sus confidencias o sus mentirijillas. Aquí hay tipos, listos donde los haya, que, cuando un colega le pregunta qué neumático montarça el domingo, le dice que el duro y, luego, pone el medio. Ya te digo. Un día, uno de los cracks le hizo esa pregunta a Marc, y Marc le contestó ‘no quiero mentirte, prefiero no decírtelo, te engañaría para poder ganarte’. Eso es lo correcto, pero no siempre es así, claro», indica Carlos Crespo.

«¿Cómo son ellos, los pilotos? Ellos son perfectamente conscientes de ser unos privilegiados«, señala el doctor Gallego. «Ellos son fruto de la selección más bestia del deporte. Se lo han ganado a pulso, sacrificio tras sacrificio, incluido el de su familia, todas ellas, todas, modestísimas. Y ellos no olvidan nada de todo eso, sobre todo cuando están heridos, en apuros. Son muy fuertes y sacrificados. Aquí vienen pilotos recién operados por el doctor Xavier Mir de síndrome compartimental, que corren a los diez días. Nosotros necesitaríamos, al menos, un mes para poder volver a escribir, en serio».

«Aquí lo comentan (casi) todo entre ellos. Un día uno de los pilotos de MotoGP le pidió a Márquez qué neumático montaría en la carrera y Marc le dijo ‘mira, prefiero no decírtelo, porque igual te miento para poder ganarte, no me lo preguntes’. Otro, igual se lo dice. Y le miente».

Carlos Crespo

— Fisioterapeuta de Quirón Prevención

«Es por ello que nuestra presencia», añade Charte, «la de Nacho y, sobre todo, la de los fisios, les tranquiliza mucho, les otorga paz. Ellos necesitan ver una cara amiga en momentos de dolor y ahí estamos nosotros para decirles con nuestra presencia, con una mirada o, simplemente, depositando nuestra mano, la de cualquiera de nosotros, sobre su hombro, que saldrá de ésta, como salen siempre porque estos chicos son más que gladiadores, son de acero«.

Dejo el camión, los miro a todos, les doy las gracias (infinitas) y observo, en efecto, que en los cuatro rincones de la sala no hay cámara alguna. Lástima, sí. Alguien se está perdiendo la auténtica sala de máquinas de MotoGP, de confidencias, secretos, peleas y algún que otro insulto, fijo. 

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