En la actualidad, la actividad física se ha convertido en un pilar fundamental para mantener una vida sana y equilibrada. Diversos estudios científicos destacan que realizar ejercicio de manera regular no solo mejora la condición física, sino que también aporta beneficios esenciales para la salud mental y emocional.
Desde reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares hasta fortalecer el sistema inmunológico, la actividad física contribuye a prevenir afecciones crónicas como la diabetes tipo 2, la hipertensión y la obesidad. Además, practicar ejercicio ayuda a controlar el peso, incrementar los niveles de energía y mejorar la calidad del sueño.
No solo los adultos deben preocuparse por mantenerse activos; los niños y adolescentes también necesitan incorporar la actividad física en su rutina diaria para favorecer su desarrollo físico y cognitivo. La Organización Mundial de la Salud recomienda al menos 150 minutos de actividad aeróbica moderada a la semana para los adultos, y al menos una hora diaria para los niños y jóvenes.
Más allá de los beneficios físicos, hacer ejercicio también tiene un impacto positivo en la salud mental. La liberación de endorfinas durante la actividad física ayuda a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, promoviendo un estado de ánimo más estable y positivo.
Incorporar la actividad física en la vida cotidiana no requiere de grandes inversiones ni de equipos sofisticados. Caminar, correr, andar en bicicleta, bailar o practicar deportes son opciones accesibles y efectivas para mantenerse activo.