Alrededor de una mesa del Bar Roma, en el centro de Villa Carlos Paz, se encuentra un grupo de mujeres que escribió una de las páginas más gloriosas de la vida deportiva de la ciudad. Son las pioneras del Club de Pesca, el primer equipo de básquet femenino que conquistó la Copa Cordobesa y brilló entre las décadas del sesenta y setenta.
Algunas se ven cada tanto y otras llevaban algunas décadas sin cruzarse. Entre risas y anécdotas, recordaron sus años dorados en las canchas. Maria Isabel Parodi, número 5, Graciela «Chachi» Gutiérrez número 7, Gladys Protti, número 8, Delia Fort, número 7, Ester Zapata, número 10, Cristina Dallosso, número 8, son la columna vertebral de ese plantel que llevó con orgullo la camiseta del club que acaba de conmemorar sus 80 años.
A medida que iban llegando al punto de encuentro, se fundían en un abrazo que sólo se vio interrumpido cuando posaron sus ojos en las viejas fotos que aportó Cristina Dallosso, quien más tiempo estuvo en el club. Y es que no sólo se desempeñó como jugadora, sino que tuvo un papel fundamental en la creación de las demás categorías femeninas.
Por aquel entonces, jugaban únicamente de noche porque el resto de los horarios estaban reservados para los varones. Y lo hacían en una cancha sin techo y sin el piso actual. Se aguantaban el frío y no les importaba, porque lo importante era jugar. «Cuando salíamos no había colectivo y a algunas nos buscaban en una camioneta, nos cargaban en la caja y nos repartían en nuestras casas. Jugábamos en Cruz del Eje, La Carlota, Río Ceballos y Mar Chiquita, recorrimos toda la provincia jugando. Todo nos costaba porque no se nos daba la misma importancia que a los varones. Recién con el tiempo, logramos que nos consiguieran las camisetas amarillas y verdes», recordaron.
«Los campeonatos eran todo el día y jugábamos unos cuatro partidos por día. La primera copa la ganamos en El Canal y nadie se lo esperaban, nos pegaron y se nos rompió la copa. Antes se jugaba fuerte y no había sanciones como ahora. Nosotras estábamos eufóricas y no lo podíamos creer, estábamos en lo más alto. Para cuando llegó el Mundial del 78, hicimos una peña para recaudar recursos y vinieron hinchas alemanes y escoceses y se tomaron todo. Ese día se vendió todo»; añadieron entre risas.
Cristina también recordó los años posteriores y la semilla de aquel equipo. «Las chicas se iban yendo por diferentes motivos y yo siempre me quedé. Al principio, integramos la Asociación de Punilla y después entramos en la Asociación de Córdoba. El entrenador que teníamos se fue y se llevó a muchas jugadoras, así que quedamos cuatro nomás. Muchas chicas se fueron a Bolívar, porque siempre nos ganaba. Para los años ochenta, nos cansamos de perder y decidí ir a buscar jugadoras a Malagueño y a Bialet Massé. Ahí nos empezamos a levantar y en Río Segundo salimos campeonas, no lo podíamos creer. Me acuerdo que llegamos a la ciudad tocando bocinas y gritando».
Pese al paso del tiempo, su amor por el básquet no desapareció. Consultadas sobre la posibilidad de volver a jugar, no lo dudaron. «Si nos organizamos, sin duda que sí, vamos y jugamos. Buscamos la cancha y jugamos de nuevo. Fue una época inolvidable para nosotras, tenemos muchos recuerdos lindos y vivimos años hermosos»; completaron.