Desde una impresora nacional que llegó a desarrollar su propia prótesis ósea impresa en 3D, el emprendedor Tomás Chernoff, lidera una revolución silenciosa que une el mundo físico con el virtual. En un país donde emprender es sinónimo de saltar obstáculos, el fundador de Che3D, eligió un camino aún más complejo: fabricar el futuro desde cero.
“Me imprimí mis propios huesos para una cirugía”, confesó Chernoff, sin rodeos, en el ciclo streaming Emprendedores Argentinos. Y no es metáfora. Una lesión compleja en el hombro lo llevó a crear un modelo óseo personalizado que su cirujano usó para practicar antes del procedimiento. “El tomógrafo genera un archivo digital en 3D. Lo cargás en un software, eliminás los tejidos blandos y exportás solo el hueso. Después, lo imprimís. Así de simple”, explicó.
Pero su historia no empieza en un quirófano. Arranca en una oficina familiar, donde trabajaba como asistente administrativo para su padre, diseñador industrial y pionero en la impresión 3D en la región. “Veía a mi viejo con las impresoras y me parecía algo mágico”, recordó. Pronto, esa fascinación se transformó en acción: se armó su propia impresora y comenzó a experimentar con maquetas para estudiantes. Así nació Che3D y, con apenas 22 años, ya había diseñado y comercializado la ChePrusa, una impresora 3D nacional fabricada en Tierra del Fuego.
“Tuvimos que armar una SRL para poder licitar en escuelas técnicas. Hoy todavía me mandan videos de gente imprimiendo con esas máquinas”, detalló Chernoff. El emprendedor insiste en que la clave está en entender profundamente los materiales y procesos. “Sigo estudiando todos los días. Para innovar, tenés que dominar lo que estás tocando”, afirmó .y aseguró: “General Motors, Boeing… ya imprimen piezas críticas como turbinas. En esos sectores, la impresión 3D ya no es el futuro: es el estándar productivo”.
En Che3D hoy imprimen desde suelas de zapatillas hasta piezas para la industria automotriz y aeroespacial. Ante la pregunta si en un futuro próximo se podrá resolver los problemas alimentarios con impresoras 3D, Chernoff contestó: “La tecnología existe, pero es cara y lenta. Sirve más para fabricar órganos que para llenar góndolas”. Aun así, no descarta que antes de 2030 veamos órganos simples impresos en base a células madre.
En cuanto al impacto laboral de esta tecnología, la mirada del emprendedor es pragmática: “No va a reemplazar millones de empleos como la inteligencia artificial, pero sí transforma industrias específicas. Y en eso, Argentina no está atrás”. De hecho, aseguró que el país es líder regional en adopción de impresión 3D. “En un momento, Argentina compraba más impresoras per cápita que Brasil. ¡Los chinos no lo podían creer!”, destacó y anticipó: “Hoy describís lo que querés en Google con inteligencia artificial, y te genera un archivo 3D para imprimir. El día que eso se combine con impresoras hogareñas más simples y baratas, cualquier persona podrá fabricar lo que imagine”.