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Cisnes negros rodean a Caputo: soja y petróleo se desploman, mientras Brasil y China devalúan y presionan al peso

Todo lo que jugaba a favor, ahora juega en contra del plan económico de Toto Caputo. Y todo lo que ya jugaba en contra, ahora se intensificó. En realidad, no puede decirse que sea una sorpresa, dado que lo que el mercado está viendo hoy -desplome de bonos, suba del riesgo país, suba de futuros, caída en precios agrícolas, baja del petróleo, devaluación brasileña, desvalorización de los yuanes de las reservas– había sido anticipado en innumerables análisis de expertos del mercado cuando Donald Trump ganó la elección.

Sin embargo, el gobierno argentino no sólo desestimaba que esta situación fuera a ocurrir sino que insinuaba que Argentina, gracias a la relación privilegiada entre Trump y Javier Milei, quedaría en el listado de los países beneficiados.

Los mercados venían desconfiando de que el esquema cambiario fuera sostenible, como lo demuestra el hecho de que a mediados de marzo el Banco Central comenzara a vender reservas -desde ese punto de inflexión lleva ventas netas por u$s1.819- y que, además, se disparase el riesgo país otra vez encima de 900 puntos.

El frustrado encuentro con Trump en Mar a Lago fue interpretado como una mala señal en el mercado, que ahora ya no sólo duda sobre si se podrá concretar el tratado comercial bilateral, sino que también subió la incertidumbre sobre qué tan fuerte será el compromiso de Estados Unidos para ayudar a Argentina en el directorio del Fondo Monetario Internacional.

Un mercado desconfiado

Caputo intentó enviar señales de confianza al mercado por diversas formas, ya sea con declaraciones propias sobre el refuerzo de las reservas, con explicaciones técnicas de funcionarios como Federico Furiase sobre el «ancla monetaria» o directamente con intervenciones en el mercado del dólar.

Pero los resultados fueron todos de cortísimo plazo. Apenas un día el BCRA pudo comprar dólares la semana pasada, por el desarme de posiciones típico de cada comienzo de mes. También fue de corto aliento el recorte de cotizaciones en el mercado de futuros, donde a una pequeña tregua -se presume que con fuerte intervención oficial- le siguió un fuerte rebote este lunes.

Así, los contratos para fin de abril, que había caído a $1.115, volvieron a $1.122. Esto implica que hay gente dispuesta a pagar un precio equivalente al de un salto devaluatorio de 3,4%. Y, a su vez, esto vuelve a poner presión para una suba en las tasas de los títulos en pesos, de forma de que sigan siendo más atractivos que la cobertura en dólares.

Mientras tanto, la brecha del «contado con liqui» respecto del tipo de cambio oficial subió a 26%. Lo cual sigue siendo bajo en términos históricos -un argumento que le gusta recordar a  Caputo- pero que equivale a una luz amarilla cuando se compara con el 15% de hace apenas tres semanas y, sobre todo, teniendo en cuenta que las perspectivas no indican un aumento de la confianza en el esquema de crawling peg al 1% mensual.

¿Toto no la vio?

¿Puede acusarse al ministro de que «no la vio» mientras todo el mundo pronosticaba una crisis del mercado global? Hay señales contradictorias sobre este punto. Por un lado, puede esgrimir en su favor que el superávit fiscal estaba previsto para hacer como escudo de un shock externo.

Así lo expresó cuando en febrero, al producirse el primer pánico global por la cuestión arancelaria, Caputo alertó que eso alteraría su plan. Lo dijo explícitamente «Siempre contemplamos la posibilidad de que haya shocks externos, como el que estamos viendo en este momento. El mejor antídoto contra esto es garantizarles a los argentinos que este gobierno nunca se va a mover un centímetro del orden fiscal y monetario que llevamos adelante desde el día 1», afirmó.

Pero también es cierto que subestimó otras reacciones del mercado que hoy se están viendo claras. Por caso, no previó que entre las consecuencias de los anuncios de Trump estuviera la devaluación del real brasileño. Es más, pocos días antes se había permitido «cancherear» a sus críticos en las redes sociales porque ya no hablaban más sobre la preocupación por el real y su influencia nociva sobre la competitividad argentina.

Tenía sus motivos, claro: en apenas seis meses, la moneda brasileña se había recuperado, al punto de que el tipo de cambio había caído a 5,6 reales por dólar, después de haber tocado un pico de 6,2. Pero la frase de Caputo envejeció muy rápidamente: como efecto inmediato del discurso de Trump, el real se depreció a una nueva paridad de 5,9 por dólar, en un anticipo del dominó de devaluaciones que podría venir en los países cuyas exportaciones se vean afectadas.

Fue una de las peores noticias que Caputo pudo haber recibido, porque implica que el principal vecino y socio de Argentina pondrá más presión a los consabidos problemas de competitividad del peso.

Swap chino de doble filo

Y no fue el único plano en el que Caputo «no la vio». También se devaluó el yuan chino, lo cual impacta sobre Argentina de varias formas, todas negativas: abarata los productos chinos que compiten con fabricantes locales, presiona a la baja los precios de materias primas que importa China y, para colmo, impacta sobre las reservas.

Ocurre que el swap entre el Banco Central y su similar chino implica un equivalente a u$s18.000 millones, que se contabilizan dentro de las reservas brutas -esas que Caputo dijo que podrían subir hasta u$s50.000 millones tras la asistencia del FMI-. Lo cierto es que el lunes, por la desvalorización del yuan, las reservas argentinas sufrieron otra caída -debajo de la barrera psicológica de los u$s25.000 millones-.

Si no aparece un acuerdo entre China y EE.UU., la probabilidad de que las reservas argentinas sigan sufriendo se hace más alta, lo cual empeora la «foto» argentina ante el directorio del FMI y exacerba los nervios de los inversores.

El gobierno argentino está ahora ante un dilema: en la administración Trump insinuaron que la condición para que haya un acuerdo con Argentina es que Milei tome distancia de China, lo cual incluye dejar sin efecto el swap. Si prevalece en el BCRA la idea de que el yuan seguirá en su senda devaluatoria, la decisión de abandonarlo será un poco menos dolorosa, pero aun así nadie ve factible que un swap de ese volumen se pueda compensar en el corto plazo.

El mal cálculo de la soja

Hay otro tema en el que, a esta altura, ya se puede afirmar que Caputo erró en el cálculo -tanto económico como político-. Los productores agrícolas no reaccionaron como él esperaba ante la rebaja temporaria de retenciones a la exportación.

De hecho, no llegó a 2.000 millones la liquidación del campo en marzo, cuando por el volumen de soja guardado en los silobolsas el gobierno se había hecho ilusiones de poder ingresar u$s5.000 millones en el corto plazo.

Ya en abril, pleno trimestre dorado de exportación de la cosecha gruesa, volvieron a verse las clásicas imágenes de camiones en fila rumbo a los puertos circundantes a Rosario. Sin embargo, no abunda el optimismo sobre un volumen que pueda revertir la sangría de reservas.

Como ya había ocurrido en muchas ocasiones de la historia reciente, prevaleció la cautela de los productores, que prevén una devaluación. Los propios asesores del negocio agrícola admiten que la mayoría de sus clientes no ha seguido los consejos de vender para asegurarse el precio, algo que vienen predicando desde fines del año pasado.

El argumento que los consultores daban era que sería inevitable una caída en el precio de la soja y otros cultivos que exporta Argentina, por una mezcla de sobreproducción mundial y el «efecto Trump» que afectaría al comercio. No les faltaba razón: hubo un pico en el que la soja en Chicago tocó los u$s390, mientras que ahora cayó a u$s360.

Fue cuando se generó polémica por la recomendación del director de ARCA -ex AFIP-, Juan Pazo, quien les dijo a los directivos del Consejo Agroindustrial Argentino que lo mejor que podían hacer era vender su stock y aprovechar las tasas altas en pesos para hacer «carry trade».

La pulseada que viene

Pero los productores desestimaron todos los consejos, y hoy se encuentran con que el momento de la cosecha gruesa coincide con una baja en los precios internacionales y una devaluación china. Si se repite la historia reciente, es claro lo que ocurrirá: habrá una pulseada de los agricultores con Toto, hasta que se devalúe el peso o haya una oferta de un dólar sectorial más conveniente.

Y las desventuras del ministro no terminan allí: el petróleo, su gran carta bajo la manga para no quedarse sin dólares en el segundo semestre -sobre el cierre de la campaña electoral- también está en riesgo.

Este lunes, la cotización del barril WTI se desplomó a u$s60, después de haber tocado u$s78 a inicios de año. En ese momento, un optimista Caputo calculaba que las exportaciones de Vaca Muerta le dejarían un adicional neto de u$s8.000 millones en la balanza comercial. También esos números están poniéndose en revisión.

Por cierto, tampoco puede decirse que el efecto sobre el petróleo fuera sorpresivo. De hecho, había sido anticipado por partida doble: el propio Trump había hecho campaña con la promesa de bajar la nafta en el mercado doméstico e incrementar la producción petrolera. Y, por otra parte, el efecto arancelario que puede inducir a una recesión global también contribuye a esa caída en la cotización.

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