El día que Hana se convirtió en una virgen jurada su vida cambió para siempre. Dejó la universidad y puso rumbo al norte de Albania. Su tío Gjergj acababa de morir y, dado que él se encargó de ella tras la muerte de sus padres, se sentía en deuda. En aquellas montañas lejanas, apartada del mundo, sola, aprendió a manejar rifles y fumar tabaco. Bebía alcohol a diario. Quizá, para olvidar que la persona que fue también se había esfumado. En los 80, en este punto de los Balcanes ser mujer era casi un pecado. De hecho, no podían trabajar ni desplazarse. Dependían de un varón para todo. De ahí que muchas concertaran matrimonios de conveniencia. Hana se negó en rotundo y, por tanto, según la tradición, podría perder la herencia familiar. Sólo había una solución: convertirse en hombre. Elvira Dones (Durrës, 1960) ha recogido el periplo de las burrneshas en Virgen jurada, un libro de 2007 que acaba de llegar en español a las librerías.
Una vez tomada la decisión, Hana pasó a regirse por el Kanun, un conjunto de leyes tribales que le impedían deshacer su juramento. Adoptó el nombre de Mark y, como el resto de vírgenes juradas, habituales en la zona, se labró una nueva identidad. Este personaje literario encarna las vivencias de Hakie, Emine y Sanie, tres burrneshas que Dones conoció en la grabación de un documental: “Estaba en el instituto cuando las descubrí. Recuerdo que mis vecinos vinieron a casa a enseñarnos las fotos de una boda a la que habían ido ese fin de semana. En el centro había un señor guapo, alto, elegante. Les pregunté si era el padre o el abuelo de los prometidos. Sonrieron y refutaron con la cabeza. Era su prima hermana, pero vestía y actuaba como un hombre. ‘Larga historia’, concluyeron mientras cambiaban de tema. Ahí nació mi curiosidad y, durante años, me empeciné en aprender más y más de ellas”.
Elvira Dones, en las montañas de Albania donde conoció a las ‘burrneshas’. / CEDIDA
Este fenómeno tiene su origen hace siglos, cuando las mujeres apenas tenían control sobre su propio cuerpo. Estaban destinadas a procrear y satisfacer a sus maridos. No tenían voz ni voto. Una realidad que sólo unas pocas se atrevían a desafiar para gobernar sus vidas. Ahora bien, el precio de su libertad era alto: pese a los beneficios sociales y económicos de volverse hombres, las vírgenes juradas aceptaban un voto de castidad perpetuo. No podían enamorarse ni tener sexo. “Su existencia se ignoraba. Al fin y al cabo, vivían en el norte y no ponían en peligro la dictadura de Enver Hoxha. Trabajaban en cooperativas agrícolas y pastoreaban en los Alpes”, continúa Dones, periodista de profesión. En 1998 fue contratada por la televisión nacional hasta que desertó en Suiza. Juzgada por traición en Albania, fue condenada a prisión y no pudo ver a su hijo pequeño hasta el colapso del gobierno.
Emine es una de las vírgenes juradas que aparecen en el documental de Elvira Dones. / CEDIDA
“Vivíamos en nuestras respectivas burbujas, con Tirana en el foco. Todos bajo el yugo del régimen comunista más feroz de Europa. La prensa sólo informaba de los magníficos éxitos del feliz país. Y, claro, en la ecuación no entraban ellas. Los varones tenían derecho a la línea de sangre y, en consecuencia, eran propietarios de sus tierras. En cambio, cuando estos morían, la viuda las perdía y se repartían entre sus cuñados. Por lo que hubo casos en los que padres sin hijos elegían a la más fuerte de sus hijas para que tomara las riendas”, prosigue la autora. Con el tiempo y la instauración de la democracia en 1991, estas normas empezaron a perder fuerza. Sin embargo, aunque la idea con la que nacieron las burrneshas dejó de tener sentido, en parte por los nuevos derechos conquistados, la promesa que hicieron les impide avanzar. Hoy sólo quedan unas pocas en la Albania profunda.
Les dieron la espalda
La mayoría murió. Y las que quedan son mayores. Dones ha tenido cuidado para que, tras desvelar su hazaña, masas de turistas no fueran a increparlas. Esta tradición ya no está vigente en el país, de ahí su enorme interés. ¿Ninguna recuperó su vida anterior? No. “Desde que realizaban su pacto y actuaban como un hombre, no había vuelta atrás”, sostiene. Cuando decidió abordar su historia no paraba de pensar en la soledad y el rechazo que padecían. Un calvario en vida que las reinvidica como personas que no se conformaban, que no se callaban. Escrita con la empatía de quien abraza el dolor, Dones ha alumbrado un texto puntilloso y amargo, pero lo suficientemente luminoso para dar a las burrneshas el valor que les negaron. Fue tal el terremoto que desataron su libro y documental que, en 2015, la cineasta italiana Laura Bospuri realizó una adaptación que compitió por el Oso de Oro en la Berlinale.
‘Virgen jurada’ salió a la venta en 2007 en italiano. / CEDIDA
Ha mantenido relación con algunas de ellas hasta la actualidad y, en este tiempo, las dudas se han repetido: “¿Y si se arrepentían? ¿O se enamoraban? ¿Daba igual lo que dictara su interior? Con su decisión estaban desafiando las reglas impuestas por otros, ¿a costa de destruirse a sí mismas? Y sobre todo: ¿cómo tuvo que ser de duro para que no confiaran nunca sus miedo a nadie? La novela tuvo bastante más éxito fuera de Albania que dentro. Y esto me hace pensar que la sociedad aún sigue oponiéndose, prefiere mirar hacia otro lado. Si sólo eran bichos raros, ¿por qué darles importancia hoy?”. Tal vez, ojo, porque la historia también se escribe desde los márgenes. Y si algo ha demostrado la república en la última década, especialmente ahora, reconvertida en potencia turística, es que sin ellas la cultura se hubiera quedado coja. Incluidas las burrneshas.
P. ¿Cree que Albania tiene una deuda pendiente con ellas?
R. Aquí jamás se ha realizado un censo o estudio sobre las vírgenes juradas. La sociedad actual tiene demasiada prisa y está absorta en la búsqueda de un mundo que les estuvo vetado durante casi medio siglo.