Mientras la incertidumbre en todo el mundo crece por el nuevo orden mundial impuesto por la Administración estadounidense y Europa avanza en decidir cómo acometerá sus planes para alcanzar una autonomía estratégica en materia de seguridad, la política española se mantiene en su convulsión particular y constante. El escenario internacional ha obligado a todos los partidos a retratarse. Y el apoyo de Vox a Donald Trump, incluso tras los ataques del presidente de EEUU hacia Ucrania, se mantiene. El partido de Santiago Abascal atraviesa semanas difíciles con frentes que han crecido por todas partes: su posicionamiento en política exterior, los problemas internos con marchas de cuadros en varios territorios, la investigación de la Fiscalía Anticorrupción por su financiación y el aparente estancamiento en las encuestas tras meses encadenando subidas.
Desde hace meses Vox acumulaba una racha de crecimiento en todos los sondeos que no tenía fin. Y aunque todos muestran que en este momento superaría el resultado que obtuvo el 23J, el partido de Abascal ha dado síntomas de atravesar un frenazo. En la encuesta de GESOP para Prensa Ibérica de esta semana se observa cómo la formación ultra retrocede unas décimas después de tres sondeos al alza. Obtendría, eso sí, el 14,6% de los votos si se celebraran unas elecciones generales, pero el PP empieza a recuperar un poco de terreno perdido.
En Génova están convencidos de que las posiciones de Vox en defensa de Trump -que ya ha dejado claro que no seguirá defendiendo a Europa y no lo considera el aliado que ha sido desde hace décadas- y, sobre todo, su política arancelaria terminará pasándole factura a los de Abascal. El PP ya maneja encuestas propias que prueban una recuperación de electores. E insisten en que a pesar de la beligerancia desplegada por el líder de Vox contra Alberto Núñez Feijóoo -en Vox consideran que los ataques al PP les benefician electoralmente, como volvieron a demostrar esta semana tras ser excluidos de la ronda en el Palacio de la Moncloa, acusando al líder popular de blanquear a Pedro Sánchez- esa pérdida de confianza de electores irá a más.
Esta semana el Parlamento Europeo votó una resolución en la que se condenaba a las claras los comportamientos de Trump y su giro en la guerra de Rusia contra Ucrania. En Europa las sociedades apoyan mayoritariamente la causa ucraniana y no hay dudas -dicen todos los estudios publicados- sobre que el agresor es el ruso Vladímir Putin. Sin embargo, Vox decidió votar en contra de esa iniciativa junto a la inmensa mayoría de su grupo parlamentario europeo, Patriots, que encabeza el húngaro Víktor Orbán.
El partido de Marine Le Pen, también perteneciente a esa familia comunitaria, optó por la abstención y no se alineó con Trump. Para algunos de los ideólogos más influyentes de Vox el modelo de Le Pen siempre ha sido el ejemplo. Sin embargo, los últimos movimientos políticos de Abascal confirman un acercamiento hacia el primer ministro de Hungría. La dirigente francesa también es contraria a los aranceles del estadounidense y ha apostado por equilibrios que no impliquen dar su apoyo a Trump.
Abascal ya ha dicho claramente que lo deseable sería que esos aranceles no llegaran a aplicarse, pero en todas las ocasiones que ha tenido encima de la mesa, se ha inclinado por seguir unido al presidente de EEUU. En su entorno aseguraron que si se confirma el perjuicio para el campo español, “tendría que hablar claro”. El PP, sin embargo, cree que ese posicionamiento “dudoso” puede ser “letal” para el partido ultra.
Hace unos días Anticorrupción abrió diligencias a raíz de una denuncia del PSOE sobre la supuesta financiación irregular de Vox. El partido negó la acusación y recordó que la ley de financiación de los partidos permite actividades promocionales como las huchas en actos con las que la formación habría generado ingresos. El plato fuerte de la investigación, sin embargo, se centra en los fondos que el partido habría obtenido de la entidad bancaria húngara, MBH Bank Nyrt, propiedad del magnate Lörinc Mészáros, amigo del presidente Orbán, y que superarían los 6 millones de euros. Vox insiste en que su contabilidad no tiene irregularidades.
Y a estos frentes se suman los ecos de permanente crisis interna en las filas del partido. Si hace unas semanas el exvicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, se marchó renunciando también al acta entre fuertes acusaciones a la formación, estos días la situación en el Ayuntamiento de Valencia se ha convertido en un nuevo quebradero de cabeza. Los concejales Juanma Badenas y Cecilia Herrero han pasado al grupo de no adscritos y han dejado el gobierno de coalición entre PP y Vox en minoría.
Los populares confían en que la situación se reconduzca, pero en la dirección nacional no esconden su malestar ante la sensación de que Vox está “descontrolado” y “pone en riesgo” la estabilidad de gobiernos municipales clave, más en este momento, como el valenciano. La marcha de los ultra de los ejecutivos autonómicos implicó su salida de las consejerías, pero el PP sigue dependiendo de ellos para aprobar presupuestos. Y por ahora ninguno lo ha conseguido.
Vox defiende que la crisis interna no existe y que hay más ruido que sangría real. También sigue defendiendo su crecimiento electoral en comparación con el 23J y su postura internacional. Pero, al mismo tiempo, está por ver si hay un reajuste en su estrategia para recuperar el viento de cola en un momento en el que la opinión pública parece oponerse de forma general a los posicionamientos de Trump y de la ola ultra que lo impulsa.