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Disparos, chirigotas y una moto quemada: la expansión del narco llega hasta Huelva

El protagonista de una de las historias de la semana es Ángel Lucas, un carnavalero de Ayamonte (Huelva) que compuso una chirigota para Carnaval: Las Georginas ayamontinas. Un tema en el que ironizan sobre las novias de los narcotraficantes (Georginas, por la mujer de Cristiano Ronaldo), un estereotipo de mujer que tiene a su nombre todas las propiedades de su pareja. Lucas escribió versos como el siguiente:

«Me pongo mi pareo o mi novio coge un cabreo, la gente me mira con deseo y él saca la pipa y forma un tiroteo». O ese que dice: «Y los envidiosos vendrán con los cuentos que tó lo que tengo es con dinero negro. Son tontas y tontos que no lo pueden ver, porque porque no saben que mi gordito con sus negocios y sus barquitos de los pulpitos le va muy bien».

La canción se interpretó en el teatro Cardenio de Ayamonte. Lamentablemente, la calurosa acogida de la crítica no se correspondió con la acalorada acogida de los narcos. Ángel Lucas, que declinó hablar con este periódico, fue amenazado de muerte por su creación y se encontró con su moto quemada tras la función.

Ayamonte, zona costera de la provincia de Huelva. Es el nuevo territorio comanche. La expansión del narco, provocada principalmente por el incremento de la presión policial en el Campo de Gibraltar (Cádiz), ha llevado a las organizaciones criminales a expandir sus dominios por toda Andalucía, siendo Huelva uno de los nuevos puntos calientes del hachís que llega de Marruecos. La provincia ha visto como en las últimas fechas ha sufrido un repunte de sucesos relacionados con el tráfico de drogas.

Una expansión, no obstante, que no se limita al oeste. La costa que queda al este de Cádiz (especialmente las provincias de Málaga y Cádiz) también está experimentando un incremento en la actividad delictiva. Y no solamente la costa: el río Guadalquivir, especialmente a su paso por Sevilla, se ha convertido en una de las principales vías de entrada del en el sur de España.

Vía de escape

«Nosotros ya advertimos hace tiempo de eso. Que algunos se creen que en Campo de Gibraltar y la provincia de Cádiz hay problemas de tráfico de drogas porque nos gusta mucho el narcotráfico. Y no es así». Lo avisa Paco Mena, de la coordinadora contra la droga ‘Alternativas’ y una de las voces autorizadas desde que existe la lucha contra el tráfico de drogas. Y lo tiene claro. «Tengan cuidado. El narco se contagia».

Mena confirma esa expansión recordando que es su zona es la que sigue concentrando la mayor parte de la actividad: «El Estrecho es la vía más corta y rápida desde Marruecos, eso es evidente«. Es la advertencia que han estado lanzando a los sucesivos gobiernos desde el Campo de Gibraltar. Por eso se pusieron en marcha iniciativas como Ocon-Sur (Organismo de Coordinación de Operaciones contra el Narcotráfico), incrementando la vigilancia en esa zona. «Allá por el 2018, cuando se empezaron a aprobar los planes especiales de seguridad, lo empezaron a notar».

La respuesta de las organizaciones criminales a la presión policial fue expandirse. Desahogar la zona de mayor actividad y buscar rutas alternativas. No solamente para enviar fardos de hachís, sino para coordinar todo el ciclo del tráfico de la droga: la certificación de la mercancía, la custodia en guarderías, el posterior transporte por tierra o la venta final. «Funcionan igual que cualquier mercantil y tienen especialistas en cada área de trabajo», explica Mena.

Playas vacías

Las alternativas fueron variadas. Por un lado está Huelva. Es un camino más largo y complicado, porque es un viaje a través del Atlántico. Pero también más seguro porque hay muchos kilómetros de costa, menos vigilancia y playas menos concurridas: «Pasa un poco como en Almería, donde también está llegando mucha droga. Es una provincia con playas muy vírgenes a las que no va casi nadie. Son lugares perfectos para descargar».

Una persecución de la Guardia Civil a una ‘narcolancha’. / E. P.

Pero no sólo las playas; asegura Mena que en la provincia de Málaga ya están pidiendo ayuda para que alguien ponga solución a la llegada de drogas a través del río Guadalmedina. «En la Costa del Sol no lo podrían hacer en las playas, porque están muy masificadas. No se van a poner a descargar fardos en la playa de Marbella, por ponerte un ejemplo. Por eso optan por el río». Y destaca un caso curioso: la provincia de Granada, récord en cultivo de cannabis, es la única costera andaluza donde no está creciendo el problema de las descargas de hachís.

«Además de las descargas, lo que consiguen los narcos expandiéndose es establecer alianzas. Porque todo está ya tan profesionalizado, que forman incluso alguna UTE (Unión Temporal de Empresas). Si una organización tiene que traer droga, ya no se encarga de toda la logística. Subcontrata. Paga a expertos en hacerlo. Paga a los pilotos de las gomas, paga a los que descargan, paga al notario que certifica que la droga que llega es la pactada, paga por guardarla en guarderías. Es una gran industria y cada uno tiene su papel». Sevilla, y su cauce del Guadalquivir, está destacando en ese aspecto

Como en México

Mena apunta que «los clanes españoles funcionan a veces como los cárteles mexicanos, pero han entendido mejor una cosa: que aquí no van a la guerra. Aquí colaboran y saben que hay pastel para todo el mundo. Por eso establecen pactos y colaboraciones. Así, sus problemas están reducidos a las autoridades y a los vuelcos».

Pocos días antes de la quema de la moto del chirigotero ayamontino, fueron noticia unas imágenes de unos narcos descargando un alijo a plena luz del día en la costa onubense. Y en octubre del año pasado, el barrio de El Torrejón en la capital fue escenario de una guerra con disparos diarios entre clanes dedicados al narcotráfico. Unas escenas más propias de, como dice Mena, México. Y avisa: «O se lucha de verdad contra el narco, o corremos el peligro de ir a ese modelo».

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