Texto e interpretaciones. Básicamente son las bases que sostienen el último trabajo cinematográfico del director cordobés José Ángel Bohollo. Después de los largometrajes de ficción Ciénaga (1993) y Mátame mucho (1997) -últimamente más volcado en la producción de documentales o la dirección de la serie Bretón, la mirada del diablo– , vuelve al cine con una cinta muy medida como para que sus ochenta y dos minutos pasen sin respiro, gracias a una dramaturgia muy bien pensada -donde no faltan los giros narrativos con efecto sorpresa, desde que arranca el guion hasta su resolución- y unos diálogos plagados de réplicas y contrarréplicas que los protagonistas saben defender con experimentada pericia, sin olvidar un montaje eficaz que imprime el ritmo necesario. Cuando el guionista es el director, en pocas ocasiones la película filmada coincide con la soñada cuando estaba en el papel y era una producción latente; sin embargo, estoy seguro de que este es uno de esos casos. El relato literario ha sido llevado a la pantalla con absoluta seguridad, trasladando una intriga psicológica y una tensión dramática tal y como figuraban en el texto literario previo. A esto ayuda la magnífica interpretación de Fernando Cayo y Natalia Verbeke, aportando gran veracidad a sus trabajos, dando vida a un matrimonio separado cuya única prioridad es encontrar a la hija que marchó a un concierto en la costa y ha desaparecido, dejando como único rastro la localización de su móvil, ubicado en un pueblo perdido de Marruecos. Y ahí está, también, Carlos Fuentes encarnando a la actual pareja de ella, que se mantiene en bastantes ocasiones fuera de campo y apareciendo en la pantalla del ordenador (las nuevas tecnologías aparecen como un personaje más), salpimentando la acción de este thriller con toques de humor negro.
Sin salir, prácticamente, de las cuatro paredes del chalet inteligente que fue vivienda familiar, la cámara se mueve resolviendo todo tipo de problemas y encontrando ese equilibrio justo como para que la puesta en escena e imagen sea lo más transparente posible, gracias a estudiados movimientos de cámara y ajustadas composiciones.