No suele ser habitual, pero apenas año y medio después de la final del Mundial que ganó la Selección Española Femenina de Fútbol en Sídney, el entonces presidente de la federación, Luis Rubiales, tendrá que sentarse en el banquillo de los acusados por cómo actuó durante la entrega de medallas. En concreto, por el beso que propinó a Jennifer Hermoso, lo que se retransmitió al mundo entero, y por las coacciones que tanto él como sus más próximos presuntamente realizaron sobre la jugadora y su entorno para que declarara que no había habido problema y que lo consentía, con el objetivo de que no le trajera las consecuencias que se produjeron, con la pérdida del cargo y el juicio que comienza el próximo lunes.
La teniente fiscal de la Audiencia Nacional, Marta Durántez, solicita para el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) dos años y medio de cárcel por un delito de agresión sexual y otro de coacciones. Por este último delito se enfrentan a una petición fiscal de año y medio de prisión Jorge Vilda, entonces entrenador de la Selección Española Femenina de Fútbol; Rubén Rivera, que tenía el cargo de director de marketing de la RFEF, y Albert Luque, como director deportivo de la Selección. Tanto el ministerio público como la acusación que ejerce la propia jugadora reclaman que se la indemnice con 50.00 euros.
Durante la vista, que comenzará el próximo lunes, con el testimonio de Jenni Hermoso, y que concluirá con la declaración de los acusados, desfilarán jugadoras como Alexia Putellas y distintas personalidades del mundo del fútbol, como el seleccionador nacional, Luis de la Fuente. La fiscalía y las acusaciones particular y popular, que ejerce la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), tratarán de acreditar que cuando que Jennifer Hermoso «recibía el saludo protocolario y la felicitación del acusado Luis Rubiales […], este sujetó la cabeza de la jugadora con ambas manos, y de manera sorpresiva y sin consentimiento ni aceptación de la jugadora, le propinó un beso en los labios».
El ministerio público explica en su escrito de calificación que a partir de ese momento «y ante las consecuencias personales y profesionales que le podían acarrear», los acusados «comenzaron a ejercer actos constantes y reiterados de presión directamente sobre la jugadora y a través de su familia y amistades con la finalidad de que, públicamente, justificara y aprobara el beso que contra su voluntad le dio Luis Rubiales, sufriendo Jennifer una situación de hostigamiento que le impidió desarrollar su vida en paz, tranquilidad y libremente».
En este punto, la fiscal señala que Vilda, Rivera y Luque «eran personas de confianza» de Rubiales y «accedieron a sus cargos bajo su mandato como presidente de la RFEF, dependiendo, por tanto, su privilegiada situación» en ella «de la suerte que corriera la de su presidente», lo que, en opinión de las acusaciones, les habría llevado a cometer el delito de coacciones que se les imputa.
Para la fiscal, estas comenzaron cuando a través de la directora de fútbol femenino de la RFEF, Ana Álvarez, Rubiales hizo salir del vestuario a Hermoso para pedirle que hiciera una declaración pública en la que decía que aceptaba el beso, pero ella no estuvo de acuerdo. Y en el autobús hacia el aeropuerto le hizo bajar para que suscribiera una nota de prensa en el mismo sentido que fue remitida a los medios.
En el vuelo, Rubiales pidió de nuevo a Hermoso que ambos hiciesen una manifestación conjunta en la escala que el avión haría en Doha (Qatar), a lo que ella se negó y le expresó su hartazgo. Ahí los acusados cambiaron de estrategia para trasladar las presiones a sus familiares. Vilda se acercó a sus asientos hasta poder hablar con Rafael Hermoso para que convenciera a su hermana, lo que incluyó una advertencia de las consecuencias negativas que tendría de negarse.
Rivera habría cometido el delito en un viaje de la selección a Ibiza, en el que insistió a la jugadora para que hablara con el comité de integridad de la RFEF, en el expediente con el que se pretendía exculpar a Rubiales. Ella se negó, y él acudió a su amiga Ana Ecube para que la convenciera y hablara con el también acusado Albert Luque, que se llegó a desplazar a Ibiza. Para convencerla este le mandó whatsapps en los que le mostraba su enfado, le llamaba mala persona y le señalaba que le quedaban dos años de carrera, tras los que podría conseguirle un puesto en la federación o acabaría sola. El hostigamiento no cesó hasta que la FIFA cesó a Rubiales el 26 de agosto de 2023. Ella lo denunció el 5 de septiembre.